Fanfic Koi Suru Bou Kun

Proyecto Challengers!

domingo, 27 de noviembre de 2011

Cap 17: fanfic de The Tyrant Who Fall in Love / Koi Suru Boukun

Alcansé xD! Tengo mucho que leer por la universidad así que andaré lenta con el fic, no es que no me pueda leer más de 50 hojas diarias pero cuando es una obligación es una porquería xD menos mal que los temas son interesantes (por eso estoy en mi carrera >:D) lo que me frustra es no tener suficiente tiempo aunque es cierto que he estado algo pegada a cierto manga y a cierto videojuego xD la pucha…

Cap 17: Suyo (hace mucho que no pongo título xD)

Senpai salió de la habitación directo a la sala de estar donde estaban los cigarrillos sobre la mesilla. Sus manos histéricas buscaron uno dentro de la cajetilla y después refunfuñando y tenso se dirigió a la cocina a buscar el encendedor. Sus manos prendieron el cigarro tiritando, pero tras exhalar la primera humanada sintió cómo su cuerpo se relajaba a lo largo de sus músculos, casi como un escalofrió, dios debía bendecir el tabaco (mas no los químicos incluidos, pero sí el tabaco definitivamente).

Senpai se recargó en el mueble cocina, y ya tranquilo (aunque aún algo sonrojado y con ese extraño enfado) se puso a reflexionar con un poco más de calma la reacción de Morinaga y de él mismo de apenas segundos pasados (ahora le era más fácil parar a pensar). Definitivamente estaba enfadado de que Mori no haya reaccionado como él quería tras decirle algo que le costó tanto comprender y expresar… pero, ¿qué reacción quería exactamente senpai de Morinaga? Recordando la lágrima que vio hace días atrás y que había comenzado todo el “desastre” del último tiempo se dio cuenta que solo esperaba que sonriera… y se lo imaginó en su mente haciéndolo, sonriendo, diciéndole “senpai” con ese tono dulce y casi inocente (difícil de creer por lo demás en otros contextos). Sí… una sonrisa siquiera, solo buscaba eso, pero “el muy idiota sigue triste por alguna razón…” se enfadó más senpai.

Bueno, de todas formas queda toda la noche para conversar, pensó senpai mientras se terminaba de calmar fumándose más de la mitad del cigarrillo, y ante esos pensamientos tan positivos el mismo senpai se sorprendió… nunca hubiera imaginado pensar así, y estar calmado ante la idea de conversar con Morinaga cosas de seguro “complicadas”; incluso el usar frases como “toda la noche” y claro, compartirían la cama… pero ante este último pensamiento no pudo evitar terminar de sonrojarse “bueno, pensó, han pasado tantas cosas, es tonto seguir avergonzándose…” se seguía tratando de autoconvencer, de animarse a creerlo y no limitarse, aun le costaba y casi dudaba si estaba bien hacer lo que hacía, pero como él mismo había dicho, habían pasado tantas cosas que arrepentirse o volver atrás hubiera sido cobarde, y él ya no quería serlo, casi como una convicción propia, ahora su orgullo no lo detenía, sino que incluso lo animaba a no arrepentirse, a no detenerse.

Y con esta energía renovada (otra vez, bendito cigarro) se fue a la habitación de Morinaga dispuesto a buscar su piyama, pero ya en la puerta y con el cigarrillo en la boca, se detuvo de golpe con la mano en la manilla; es cierto, esa habitación aun le causaba cierto rechazo, cierto miedo, pero solo duró unos segundos, ya estaba “bien” con Morinaga, es más, le había dicho “todo” y lo esperaba en su habitación, en su cama… no tenía por qué temer. Y entró a la habitación sin temblar.

***

Morinaga había terminado de comer su avena y ahora la bajaba tomando largos sorbos de té (estaba bastante atorado el pobre además de sediento), dejó la bandeja a su lado, en el colchón, mientras se estiró para alcanzar el termo y servirse más té; su mente estaba llena de ideas que no podía conectar en lo más mínimo entre sí, y mientras combatía los escalofríos que le daban por enfriarse el sudor de su ropa pegada de forma casi asquerosa a su piel, aun así trataba de concretizarlos, de despejarlos, siquiera pensarlos… pero era inútil.

De lo único que podía estar seguro (aunque ya sospechaba otras seguridades) era que senpai lo había perdonado sobre “aquello”, hecho del que por dentro no estaba del todo arrepentido, pero queriendo ignorar esa parte oscura y maligna de él mismo se concentró en tratar de aclarar la otra parte que le dijo senpai, ese “yo lo acepto”, le había parecido oírlo antes… pero no podía recordar, estaba muy aturdido, o en ese momento lo había estado que no podía recordar esa escena.

“dios… que después no se queje que lo ame tanto…”

El pobre se estaba enamorando más de lo que antes estaba y sin freno aparente, sin importar todas las lágrimas que había derramado con anterioridad; como él bien ya sabía, bastaban unas palabras de senpai para enamorarlo, convencerlo, mantenerlo a su lado, y esa horrible tragedia sin remedio lo había llevado a hacer esa locura que había hecho hace unos días…

“pero ¿qué haré ahora?...”

Ya que no lograba aclarase qué trataba de decir senpai exactamente, o qué esperaba que hiciera por esas palabras se decidió a pensar en el tiempo que le quedaba antes que senpai volviera, qué diablos podía hacer ahora mismo. Estaba en la cama de senpai, ¿esperaba éste que se quedara en ella? “pero eso es… pasar la noche… juntos… WAW” de inmediato se sonrojó torpemente, o sería la fiebre?, Morinaga se autocastigó con pequeños golpes en su frente por pensar de inmediato cosas como “esas” cuando precisamente se había puesto en buenas con senpai hace apenas segundos.

“no… será mejor volver a mi cuarto…” pensó suspirando y respirando un poco agitado “no quiero… hacer… algo… no ahora que acabamos de estar bien.

En ese momento se abrió la puerta, y Morinaga dio un brinco (aun si se había mentalizado que en cualquier momento ésta se abriría) mientras un senpai algo brusco entraba con rapidez trayendo un juego de piyama algo arrugado y mal doblado (de la vez que senpai entró y revolvió todo buscando el juego de sábanas).

Su cara estaba un pelín sonrojada, casi siquiera se notaba y por ello (y el susto de Mori) no pudo notarlo éste, pero sí pudo notar la brusquedad de sus pasos por la habitación, acercándosele y por tanto haciéndolo temblar un poco.

- Aquí está el piyama, cámbiate. – dijo de forma casi seca, pero se obviaba que sus palabras estaban demasiado planificadas, lo cual denotaba un nerviosismo en sus acciones, Morinaga pudo notarlo pero no se atrevió a hacérselo ver, mientras recibía atontado el piyama de las manos de senpai, que soltó demasiado rápido las ropas y cogió la bandeja con los trastos; se notaba que quería volar de la habitación otra vez – me llevo esto por mientras – no lo había mirado todo el rato pero en la últimas palabras lo hiso - ¿quieres más?

- A-ah! Eh, no, estoy bien, gracias… - dijo de forma acelerada Morinaga mientras absorbía la mirada de senpai, una tensa, nerviosa, pero no de rechazo, podría jurarlo que quería irse de esa habitación por vergüenza más que para evitarlo.

- Bien. – dijo senpai evitando su mirada nuevamente y volando a la cocina, pero por dentro se criticaba el no poder ver a los ojos a Morinaga cuando se prometió ser más directo con él “mierda… ok, para la próxima!” casi parecía un juego de resistencia, no, más que eso, un desafío para el tirano orgulloso (xD).

Dejó los trastos en la cocina (ignorando por completo que debería remojarlos al menos) y volvió a la habitación con paso más lento del con que se había ido, y tras respirar profundamente abrió la puerta.

Un Morinaga con los pantalones del piyama puestos y poniéndose la parte de arriba estaba sentado en la orilla de la cama. Cuando vio que senpai estaba en la puerta se volteó rápidamente abotonándose de prisa, no quería asustarlo con una imagen de él semidesnudo, por eso se había apurado tanto en cambiarse, pero el nerviosismo de senpai había acelerado sus pasos sin darse cuenta, ver a Morinaga así iba a ser inevitable en parte.

- Ah. – dijo senpai sonrojándose (otra vez, para variar), se acababa de dar cuenta que casi no le había dejado tiempo a Morinaga para cambiarse. Bajó la mirada, se había vuelto a paralizar por sorpresas y realidades demasiado evidentes, como el tener a un Morinaga en su cama, despierto… y ahora qué haría? Definitivamente era mejor, y mucho más cómodo, tenerlo dormido que consiente, pero tenía que aprender a lidiar con un Morinaga así.

- Y-yo… - dijo Morinaga aun dándole la espalda, la ropa estaba desordenada a su lado, y solo se animó a hablar por el silencio tenso y torpe de senpai – me iré a mi cuarto… no quiero incomodarte… –ese silencio le había hecho pensar que a senpai le desagradaba su presencia ahí (al menos ahora), pero senpai no se sentía así, solo algo cohibido…

- eh?

- Gr-gracias por cuidarme – Morinaga volteó y le sonrió, pero senpai pudo sentir la frialdad de esa sonrisa que se notaba era forzada… no era la que deseaba.

Pero senpai no dijo nada, estaba tan torpemente paralizado, y casi tiembla tratando de moverse, de detener a Morinaga “no… espera!” pero esas palabras no le salían, malditamente no le salían.

Morinaga entonces, por el silencio que siguió a sus propias palabras nuevamente, tragó saliva (de su garganta en realidad seca otra vez) y se convenció de lo que ya sospechaba, las palabras de senpai, ese “yo acepto” no significaba que las cosas iban a ser color de rosa, o al menos como él quería… senpai nunca había dicho que lo quería, solo que aceptaba que él lo hiciera… y siquiera sabía qué significaba eso exactamente en lo concreto.

Con estos pensamientos amargos Morinaga bajó con demasiada brusquedad a la realidad para el estado en el que estaba, por lo que el dolor de cabeza, antes delicado, ahora volvió del todo, y se mareó un tanto sintiendo que volvían los escalofríos; pero aun así cogió su ropa e hiso ademán de levantarse, no quería dar lástima ni provocar que senpai tuviera la obligación de cuidarlo más… pero apenas se levantó se tambaleó inevitablemente cayendo a la cama de costado, arrastrándose sus rodillas hasta el suelo, no se dio cuenta cómo, pero de pronto toda la habitación se le había movido.

- Morinaga!

Y senpai estaba de pronto a su lado, sosteniéndolo; Morinaga en su mente nublosa solo pudo pensar “¿por qué… por qué sigues haciendo… que te ame…?” con una resignación trágica y desesperanzada.

- Idiota! No te puedes mover! Metete a la cama! – nervioso, ni siquiera senpai se había dado cuenta cómo había llegado al lado de Morinaga tan rápido para sostenerlo antes de que éste cayera al suelo, lo único que tenía claro es que no podía dejar que se fuera, que saliera de su habitación, siquiera de su cama; era algo extraño… era como si quisiera dejar a Morinaga encerrado en su cama… pero esa idea solo era una intuición en él, una vaga sombra en su mente, era una idea demasiado “insana” para ser consiente de ella.

Morinaga de pronto se vio en la cama otra vez, senpai lo estaba tapando y le ponía la mano en la frente mientras lo miraba con ojos preocupados y nerviosos; mientras, Morinaga lo miraba sumiso, dejándose hacer, oyendo sin oír lo que senpai decía (algo sobre ir por agua); Morinaga entonces se quedó solo tan rápido como estuvo de pronto sostenido por senpai, pero esto no supo cuánto tiempo, no alcanzó siquiera a reflexionar lo ocurrido, senpai estaba de vuelta otra vez, había corrido y traía una botella de agua fría, y Morinaga se encontró a sí mismo tomando la famosa medicina que debió haber tomado hace horas.

- Cof! Cof!

- ¡Es tu culpa por insistir en irte, idiota!

Senpai no se daba cuenta que lo reprendía por querer irse de su lado, no por no cuidar de su propio estado enfermo, sino por el simple hecho de querer alejarse, algo que senpai, dentro y casi fuera de él había decidido evitar a toda costa.

- Cof! Cof!... lo siento… - dijo con voz débil Morinaga, le había vuelto un poco la fiebre y senpai ya le estaba poniendo el termómetro otra vez y arropándolo.

Morinaga por su parte se dejaba hacer con máxima sumisión, tal vez por la enfermedad, tal vez por el papel de agradecido ante el perdón para él milagroso de senpai, o simplemente porque estaba a tal punto resignado a su suerte… senpai no lo dejaría ir, él mismo no se podía alejar de él… prácticamente era suyo… solo que era más consciente de eso que senpai.

Tras haber tomado todas las medicinas más o menos atorándose en ello, senpai tapó más a Morinaga y se levantó para anotar la hora en que había tomado las pastillas en uno de los papeles de su escritorio, mientras le proliferaba insultos preocupados (lol) cosa que sólo senpai puede hacer y de forma tan honesta; pero Morinaga no podía ni oír ni entender la mitad de ellos porque tal vez la casi cruel realidad, y en parte deseada por él, le había parecido tan dura e inevitable que se sentía más enfermo de lo que estaba en realidad, era su espíritu el verdaderamente enfermo; sentía casi el mismo sentimiento de cuando se fue de casa tras ser prácticamente echado de ella por sus padres, e incluso un sentimiento peor, el de cuándo Masaki le dijo que en realidad amaba a su hermano y el mundo se le vino abajo, solo que ahora se sostenía porfiadamente, sólidamente, como si quisiera ser eterna esa realidad amarga…

Senpai volvía de anotar y hacer el cálculo de a qué hora debía Morinaga tomar la próxima dosis de pastillas mientras todo ese tiempo seguía insultando preocupadamente la irresponsabilidad de Morinaga para con su propio cuerpo, sin ver en realidad (tal vez porque no lo quería) que Morinaga en verdad casi estaba huyendo de él, del mismo senpai, como si le tuviera miedo, miedo a ese amor tan desgarrador que crecía y crecía con una palabra ligera que dijera senpai y que sabía Morinaga que agrandaría en una hipérbole conveniente y enloquecedora.

- Idiota… puedes quedarte aquí… - se sentó a su lado senpai ya de vuelta, mirándolo “como” molesto y en realidad lo estaba un poco, ya que las acciones de Morinaga seguían pareciéndole insuficientes para satisfacerlo en lo más mínimo según la proporción directa de lo mucho que le había costado decir lo dicho anteriormente, pero a la mierda… tampoco podía culpar a Morinaga de no entender y casi ni creer lo que le había dicho considerando todo el pasado de ambos, y senpai se estaba armando de paciencia al darse cuenta de esto último. – quédate aquí… solo así podré cuidarte bien… - lo miraba a los ojos, ahora más que molestia estaba preocupado, pero a veces esas expresiones en senpai son sinónimas.

Senpai volvió a arroparlo, ya casi tenía sofocado a Morinaga, pero parecía que esa era la única forma de demostrar por tacto sus palabras; mientras, Morinaga no hacía más que mirarlo con ojos cansados nuevamente, y sin evitar otra vez escucharlo de forma suplicante por dentro, esperando una declaración otra vez, y sin poder evitar esa espera patética.

- Sé… sé que lo que te dije… puede que no lo entiendas, quiero decir… - continuó con voz nerviosa senpai, desviando la mirada y metiéndose en la cama solo por el hecho de hacer algo mientras hablaba, los nervios lo impulsaron sin darse cuenta del peso de lo que significaba que se acostara con Morinaga a su lado (después de todo había pasado horas a su lado apenas unos minutos antes), senpai distraído continuó su accionar tratándose de explicar a Morinaga, explicar algo que ni él entendía del todo – no soy bueno con las palabras, lo sabes – y lo miró de reojo, ya estaba sonrojado y la barbilla le temblaba casi imperceptiblemente – y odio decir cosas embarazosas! – volteó nuevamente, su orgullo se había vislumbrado en su cara, pero lo canalizó nuevamente para no perder el hilo, pero aun así sus manos apretaban las frazadas arrugadas de la cama, no podía evitar los nervios – pero… como te dije… he entendido muchas cosas… eso creo… - titubeó – y… está bien… mm… - se dio cuenta que el repetir lo antes dicho le sería muy difícil, en especial porque ahora se encontraba calmado y antes cuando lo dijo estaba más bien desesperado – el… el que me ames… es decir… - sus manos comenzaron a temblar más, Morinaga lo notó – lo en-entiendo y…

- Senpai – éste volteó al escuchar la voz suave de Morinaga, estaba de lado de pronto y lo miraba más tranquilo – senpai… entonces…está bien hacer esto? – dijo con suavidad mientras que una mano con un movimiento igualmente suave retomaba la mano de senpai, el cual inevitablemente dio un brinco pero no hiso ningún ademán de rechazo al tacto.

- …. - Senpai lo quedó mirando sorprendido y sonrojado, mientras que Morinaga lo miraba ahora más serio y sereno, había comprendido que senpai quería hacerle entender, quería trasmitirle que aceptaba sus sentimientos, y eso ya significaba un gran logro para ambos, pero Morinaga aun necesitaba enterarse de lo concreto que serían esas palabras en el presente… - nn… m… - senpai con ruidos de pensamientos inacabados y como preludio de una acción dudó mucho qué debía hacer (en realidad porque el mismo tacto de Mori no lo dejaba pensar muy claro, además) pero mirando esa mano en la suya se dio cuenta que las propias ya no le temblaban, sumiéndose en la calidez de esa mano ajena y no por ello menos cercana… su cuerpo aceptaba a Morinaga más que él mismo y senpai estaba dándose cuenta que en realidad eso significaba una aceptación completa mas no concientizada en él; y vislumbrando aquello, senpai se atrevió a hablar, sonrojado pero más sereno – em… su-supongo que… no puedes evitarlo…

Ok, no era la mejor declaración de amor pero no era un rechazo directo, incluso con buenos ojos siquiera indirecto.

Pero Morinaga torpemente desconfiaba de toda la escena que en general estaba viviendo, y a pesar de que lo que más deseaba era avanzar con senpai y sacarle algún tipo de declaración, una parte de él sin embargo, dudaba de cada palabra de senpai, de su accionar, preguntándose si sería así a la mañana siguiente, si podría tomar su mano como ahora… cuántas veces le había pasado que había estrechado el cuerpo de senpai casi con tanta libertad, casi como si ese cuerpo fuera suyo en verdad y al día siguiente no podía hacerlo, y ese cuerpo se le volvía a escapar de las manos, así como el corazón de senpai… eso había pasado demasiadas veces.

Pero lo peor de eso, y además de aquello, era que Morinaga antes que rendirse y no luchar contra eso, había decidido aceptarlo y sufrir, lastimarse y dejarse lastimar, simplemente no tenía ni fuerzas ni ánimo para luchar contra la “crueldad inconsciente” de senpai, lo que no sabía, sin embargo, es que ésta estaba cambiando…

Morinaga apartó su mano de senpai con la misma lentitud con que la había aproximado a ella, pero esta vez no lo miraba a los ojos, sino que bajó su mirada y se hundió más en la cama, como si se encogiera, como si su cuerpo quisiera esconderse.

- Ah – senpai al dejar de sentir su mano en la suya de inmediato miró a Morinaga sorprendido, y vio que no lo miraba a los ojos o más bien no miraba nada, solo se alejaba… eran apenas centímetros de él pero los sentía como si fueran kilómetros. “S-sé decepcionó…?” pensó senpai con algo de desesperación, y de inmediato sus manos antes tranquilas por el tacto de Morinaga, volvieron a temblar nuevamente; senpai sentía una extraña combinación de miedo e ira, y contrayendo el rostro, pestañando un par de veces, movió sus acciones casi sin pensar. - ¿q-qué? N-no dije que no pudieras! – dijo enojado y avergonzado, incluso inclinando su cuerpo hacia Morinaga y mirándolo histérico, ya comenzaba a sentir calor dentro de esa cama.

Morinaga ante esas últimas palabras abrió desmesuradamente los ojos, saliendo de su escondite y mirando a senpai una vez más, él estaba rojo e histérico… ¿podía confiar en esas palabras o solo era otra expresión de palabras sueltas por la desesperación?

Pero Morinaga no se movía, solo lo veía con el rostro incluso algo contrariado, no sabía qué pensar y ni siquiera qué sentir… no sabía siquiera lo que quería hacer.

Y senpai ante ese horrible silencio, y esos ojos de Morinaga, ojos para él perplejos, insatisfechos, como si nunca pudiera alcanzar a Morinaga, satisfacerlo, como si nada de lo que él dijera pudiera convencerlo del peso de sus palabras, de sus sentimientos (fuera si los entendía él mismo o no), y entonces, ocurrió la esperada explosión…

- MALDITA SEA, QUÉ MÁS QUIERES QUE HAGA?!!! – senpai dio un golpe a la cama, tan fuerte que incluso a pesar de que las frazadas absorbieron gran parte del ruido, aun así se escuchó fuertemente, y la cama vibró. Morinaga en ese momento dio un brinco, en verdad no quería enfadar a senpai, ni era como si quisiera ignorar sus palabras como una forma de dañarlo por venganza (algo pensable, tal vez, considerando todo lo que le ha hecho, aunque también se puede considerar que están a mano…), solo que no sabía simplemente qué pensar, simplemente estaba así de impactado, o tal vez era la enfermedad que lo hacía ser más torpe, o incluso el simple hecho de estar en la cama de senpai, con él a su lado; las circunstancias eran demasiado extraordinarias para pensar claramente… pero senpai no veía esto, él mismo estaba demasiado desesperado y avergonzado, quería hacer a Morinaga feliz y malditamente no sabía cómo.

Y entonces, las lágrimas.

Senpai no se dio cuenta, solo lo vio Morinaga, cómo gotas gruesas caían de sus ojos, humedeciendo las sábanas mientras oprimía los parpados y temblando apretaba esas mismas sábanas con manos ya histéricas.

- ¡¿Qué más puedo hacer?! ¡Soy yo después de todo!... – se le quebró la voz, no era ya un grito de impotencia, sino casi parecía la de un niño pequeño, suplicante – aun si quiero… aun si de verdad quiero… no puedo hacer más ahora… hip – entonces se dio cuenta de su llanto por el simple hecho de que no lo dejaba seguir hablando, pero aun así, con lo último que le quedaba de voz, se esforzó en decir lo único que en verdad necesitaba dejar salir… - ¡pero yo quiero hacerte feliz!... no llores más…. – aunque no era la persona más indicada para decirlo, lo dijo casi sin voz, era pura súplica.

- Se-senpai… - Morinaga sin pensarlo se acercó y lo abrasó, ocultándolo en su pecho, hundiéndolo en él mismo, creía en sus palabras, ahora entendía todo del todo - ¡perdóname! Yo… es mi culpa… soy yo el que te hace llorar…

Senpai por su parte se dejó llevar por los brazos de Morinaga y lo abrazó a su vez, se sentía destruido por dentro porque había sentido demasiadas emociones durante varios días seguidos. Y abrazaba tan fuerte a Morinaga, con tanta fuerza que el cuerpo aun enfermo de Morinaga sintió dolor, pero esto a él no le importó, tal vez incluso porque sentía que lo merecía, ya que se sentía culpable por muchas cosas…

- ¡sólo tú puedes hacerme feliz! ¡sólo tú! – y senpai escuchaba todas estas palabras ahogado en el cuerpo de Morinaga, su llanto había cesado y ahora solo sollozaba por lo bajo; su mente nublada por la desesperación ahora se calmaba por el deseo incluso consiente de oír a Morinaga, deseoso de oír que lo amaba… eso – te amo senpai! Te amo!

Y ahí estaban esas palabras, sonrojándose senpai, poniendo sus manos en la cintura de Morinaga, apretando sus dedos contra su piel adolorida (con mente despejada senpai de forma inevitable no puede mantener un abrazo por su parte, quiera o no). Y entonces se calmó, por fin sentía que todo estaba mejor, que todo pronto estaría solucionado (fuera lo que fuere), que Morinaga sería feliz, y él también.



Entonces éste último se alejó un poco de senpai para tomar con sus manos su rostro, a lo que senpai se tensó al mirarlo tan de cerca a los ojos (otra vez su mente demasiado consiente lo coartaba un poco) pero no hiso ningún intento de alejarse, su cuerpo se dejaba llevar de una forma tal por las manos de Morinaga, que incluso se asustaba de esa naturalidad, de esa entrega de su cuerpo tan evidente que ya siquiera podía hacer como si no se diera cuenta, los tiempos en que podía ignorarse a sí mismo, esas reacciones que significaban tanto, ya habían pasado, y no podía volver a ellos.

- Soy tuyo senpai! ¡de verdad, soy tuyo aunque no lo quiera! - esas palabras resonaron en la mente de senpai, incluso siguieron temblando en su alma cuando su mente se nubló por el beso que le dio a continuación Morinaga y que senpai, ya irremediablemente como había caído en cuenta, no pudo rechazar.

Esas palabras… esas palabras era lo que verdaderamente había deseado oír, tal vez incluso más que el “te amo” conseguido hace apenas segundo atrás. Después de todo, por eso lo tenía en su cuarto, en su cama, por eso no lo había dejado ir ni ahora ni antes, nunca dejado ir… por eso era tan egoísta, por eso incluso cruel, esta era la razón de ese primer beso, y su primera entrega, y los tantos encuentros físicos que habían tenido y que se había atrevido a hacer. Era el por qué no lo dejaría irse de su lado nunca... Y ahora eso era prácticamente consiente en él, lo era en su mente y en su corazón mientras respondía ese beso, abriendo su boca, abrazando a Morinaga para no dejarlo ir jamás.

CONTINUARÁ.

Comentarios e insultos a:


O abajito, o al lado en el cuadro de chat :3

En la marcha del jueves pasado fui con mi trutruca :D acompañando el grito:

“No comprendo, no puede ser, saquen el impuesto para poder leer!!!”

sábado, 19 de noviembre de 2011

El Decamerón (perversión humorística de la edad media)




El Decamerón es un libro de la Edad Media, escrito por Giovanni Boccaccio, y a pesar de ser hecho (y para) la “época oscura” donde la cristiandad, el pecado, y la salvación eran tan importantes como para censurar y matar por esa censura todo, éste libro podría decirse que tiene esa perversión humorística, casi hereje, adultera y casi sodomita, mostrando los enredos de cama en casi cada relato ¿cómo es posible que un libro así no haya sido quemado, anotado en la lista de libros oscuros, y su autor empalado por la inquisición (xD)? Simple: con al escusa de entretener a las pobres señoritas enclaustradas por la moral de la época en sus casas, y con un fin “educador” y “cristiano” el autor te cuenta relatos sexualmente graciosos para después enseñarte una buena moraleja (o al menos eso en la mayoría de los relatos) ¿o será una vil ironía a la “horrible” época en que vivía, con ese clero abusador más pecador que el más vil villano, si no eran ellos los máximos villanos…? Dejo esa última pregunta al propio juicio de las personas que leerán las pocas selecciones que haré de este libro.



Por último, antes de dejarlos con un relato entre hereje y orgiástico, contarles que por algo este libro está catalogado en la época del gótico flamígero (dentro de la edad media) cuando lo importante era vivir a concho la vida ya que la peste negra había tomado la de muchos, como les pasa a los protagonistas del libro que, siendo herederos de una rica fortuna al morir todos sus parientes por la peste negra, sin saber qué hacer y viendo a todos morir a su alrededor, deciden irse a las afueras de la ciudad y vivir en unas propiedades de uno de ellos 10 días (de ahí el título Decamerón) entreteniéndose con relatos graciosos para olvidar la pestilencia de muerte de las afueras, sin dejar entrar ninguna otra noticia del mundo exterior que no sea tan divertida como sus relatos.


Y e aquí un relato de esos como ejemplo (que en lo personal me gustó mucho >=D)


Cuento primero de la Tercera Jornada del Decamerón.


(En la cual se habla, bajo el gobierno de Neifile – cada día uno de los protagonistas es rey y manda qué hacer y el tema de los relatos del día-, sobre alguien que hubiera conseguido con industria alguna cosa muy deseada o alguna perdida recuperase).


Hermosísimas señoras, bastantes hombres y mujeres hay que son tan necios que creen demasiado confiadamente que cuando a una joven se le ponen en la cabeza las tocas blancas y sobre los hombros se le echa la cogulla negra, que deja de ser mujer y ya no siente los femeninos apetitos, como si se la hubiese convertido en piedra al hacerla monja; y si por acaso algo oyen contra esa creencia suya, tanto se enojan cuanto si se hubiera cometido un grandísimo y criminal pecado contra natura, no pensando ni teniéndose en consideración a sí mismos, a quienes la plena libertad de hacer lo que quieran no puede saciar, ni tampoco al gran poder del ocio y la soledad. Y semejantemente hay todavía muchos que creen demasiado confiadamente que la azada y la pala y las comidas bastas y las incomodidades quitan por completo a los labradores los apetitos concupiscentes y los hacen bastísimos de inteligencia y astucia. Pero cuán engañados están cuantos así creen me complace (puesto que la reina me lo ha mandado, sin salirme de lo propuesto por ella) demostraros más claramente con una pequeña historieta.


- En esta comarca nuestra hubo y todavía hay un monasterio de mujeres, muy famoso por su santidad, que no nombraré por no disminuir en nada su fama; en el cual, no hace mucho tiempo, no habiendo entonces más que ocho señoras con una abadesa, y todas jóvenes, había un buen hombrecillo hortelano de un hermosísimo jardín suyo que, no contentándose con el salario, pidiendo la cuenta al mayordomo de las monjas, a Lamporecchio, de donde era, se volvió. Allí, entre los demás que alegremente le recibieron, había un joven labrador fuerte y robusto, y para villano hermoso en su persona, cuyo nombre era Masetto; y le preguntó dónde había estado tanto tiempo, El buen hombre, que se llamaba Nuto, se lo dijo; al cual, Masetto le preguntó a qué atendía en el monasterio. Al que Nuto repuso:


- Yo trabajaba en un jardín suyo hermoso y grande, y además de esto, iba alguna vez al bosque por leña, traía agua y hacía otros tales servicios; pero las señoras me daban tan poco salario que apenas podía pagarme los zapatos. Y además de esto, son todas jóvenes y parece que tienen el diablo en el cuerpo, que no se hace nada a su gusto; así, cuando yo trabajaba alguna vez en el huerto, una decía: Pon esto aquí, y la otra: Pon aquí aquello, y otra me quitaba la azada de la mano y decía: Esto no está bien; y me daba tanto coraje que dejaba el laboreo y me iba del huerto, así que, entre por una cosa y la otra, no quise estarme más y me he venido. Y me pidió su mayordomo, cuando me vine, que si tenía alguien a mano que entendiera en aquello, que se lo mandase, y se lo prometí, pero así le guarde Dios los riñones que ni buscaré ni le mandaré a nadie.


A Masetto, oyendo las palabras de Nuto, le vino al ánimo un deseo tan grande de estar con estas monjas que todo se deuetía comprendiendo por las palabras de Nuto que podría conseguir algo de lo que deseaba. Y considerando que no lo conseguiría si decía algo a Nuto, le dijo:


- ¡Ah, qué bien has hecho en venirte! ¿Qué es un hombre entre mujeres? Mejor estaría con diablos; de siete veces, seis no saben lo que ellas mismas quieren.


Pero luego, terminada su conversación, empezó Masetto a pensar qué camino debía seguir para poder estar con ellas; y conociendo que sabía hacer bien los trabajos que Nuto hacía, no temió perderlo por aquello, pero temió no ser admitido porque era demasiado joven y aparente. Por lo que, dando vueltas a muchas cosas, pensó:


El lugar es bastante alejado de aquí y nadie me conoce allí, si sé fingir que soy mudo, por cierto que me admitirán.


Y deteniéndose en aquel pensamiento, con una segur al hombro, sin decir a nadie adónde fuese, a guisa de un hombre pobre se fue al monasterio; donde, llegado, entró dentro y por ventura encontró al mayordomo en el patio, a quien, haciendo gestos como hacen los mudos, mostró que le pedía de comer por amor de Dios y que él, si lo necesitaba, le partiría la leña. El mayordomo le dio de comer de buena gana; y luego de ello le puso delante de algunos troncos que Nuto no había podido partir, los que éste, que era fortísimo, en un momento hizo pedazos. El mayordomo, que necesitaba ir al bosque, lo llevó consigo y allí le hizo cortar leña; después de lo que, poniéndole el asno delante, por señas le dio a entender que lo llevase a casa. Él lo hizo muy bien, por lo que el mayordomo, haciéndole hacer ciertos trabajos que le eran necesarios, más días quiso tenerlo; de los cuales sucedió que un día la abadesa lo vio, y preguntó al mayordomo quién era. El cual le dijo:


- Señora, es un pobre hombre mudo y sordo, que vino uno de estos días a por limosna, así que le he hecho un favor y le he hecho hacer bastantes cosas de que había necesidad. Si supiese labrar un huerto y quisiera quedarse, creo estaríamos bien servidos, porque él lo necesita y es fuerte y se podría hacer de él lo que se quisiera; y además de esto no tendríais que preocuparos de que gastase bromas a vuestras jóvenes.


Al que dijo la abadesa:


- Por Dios que dices verdad: entérate si sabe labrar e ingéniate en retenerlo; dale unos pares de escarpines, algún capisayo viejo, y halágalo, hazle mimos, dale bien de comer.


El mayordomo dijo que lo haría. Masetto no estaba muy lejos, pero fingiendo barrer el patio oía todas estas palabras y se decía:


Si me metéis ahí dentro, os labraré el huerto tan bien como nunca os fue labrado.


Ahora, habiendo el mayordomo visto que sabía óptimamente labrar y preguntándole por señas si quería quedarse aquí, y éste por señas respondiéndole que quería hacer lo que él quisiese, habiéndolo admitido, le mandó que labrase el huerto y le enseñó lo que tenía que hacer; luego se fue a otros asuntos del monasterio y lo dejó. El cual, labrando un día tras otro, las monjas empezaron a molestarle y a ponerlo en canciones, como muchas veces sucede que otros hacen a los mudos, y le decían las palabras más malvadas del mundo no creyendo ser oídas por él; y la abadesa que tal vez juzgaba que él tan sin cola estaba como sin habla, de ello poco o nada se preocupaba.


Pero sucedió que habiendo trabajado un día mucho y estando descansando, dos monjas que andaban por el jardín se acercaron a donde estaba, y empezaron a mirarle mientras él fingía dormir. Por lo que una de ellas, que era algo más decidida, dijo a la otra:


- Si creyese que me guardabas el secreto te diría un pensamiento que he tenido muchas veces, que tal vez a ti también podría agradarte.


La otra repuso:


- Habla con confianza, que por cierto no lo diré nunca a nadie.


Entonces la decidida comenzó:


- No sé si has pensado cuán estrictamente vivimos y que aquí nunca ha entrado un hombre sino el mayordomo, que es viejo, y este mudo; y muchas veces he oído decir a muchas mujeres que han venido a vernos que todas las dulzuras del mundo son una broma con relación a aquella de unirse la mujer al hombre. Por lo que muchas veces me ha venido al ánimo, puesto que con otro no puedo, probar con este mudo si es así, y éste es lo mejor del mundo para ello porque, aunque quisiera, no podría ni sabría contarlo; ya ves que es un mozo tonto, más crecido que con juicio. Con gusto oiré lo que te parece de esto.


- ¡Ay! -dijo la otra-, ¿qué es lo que dices? ¿No sabes que hemos prometido nuestra virginidad a Dios?


- ¡Oh! -dijo elIa-, ¡cuántas cosas se le prometen todos los días de las que no se cumple ninguna! ¡Si se lo hemos prometido, que sea otra u otras quienes cumplan la promesa!


A lo que la compañera dijo:


- Y si nos quedásemos grávidas, ¿qué iba a pasar?


Entonces aquélla dijo:


- Empiezas a pensar en el mal antes de que te llegue; si sucediere, entonces pensaremos en ello; podrían hacerse mil cosas de manera que nunca se sepa, siempre que nosotras mismas no lo digamos.


Ésta, oyendo esto, teniendo más ganas que la otra de probar qué animal era el hombre, dijo:


- Pues bien, ¿qué haremos?


A quien aquélla repuso:


- Ves que va a ser nona; creo que las sores están todas durmiendo menos nosotras; miremos por el huerto a ver si hay alguien, y si no hay nadie, ¿qué vamos a hacer sino cogerlo de la mano y llevarlo a la cabaña donde se refugia cuando llueve, y allí una se queda dentro con él y la otra hace guardia? Es tan tonto que se acomodará a lo que queremos.


Masetto oía todo este razonamiento, y dispuesto a obedecer, no esperaba sino ser tomado por una de ellas. Ellas, mirando bien por todas partes y viendo que desde ninguna podían ser vistas, aproximándose la que había iniciado la conversación a Masetto, le despertó y él incontinenti se puso en pie; por lo que ella con gestos halagadores le cogió de la mano, y él dando sus tontas risotadas, lo llevó a la cabaña, donde Masetto, sin hacerse mucho rogar hizo lo que ella quería. La cual, como leal compañera, habiendo obtenido lo que quería, dejó el lugar a la otra, y Masetto, siempre mostrándose simple, hacía lo que ellas querían; por lo que antes de irse de allí, más de una vez quiso cada una probar cómo cabalgaba el mudo, y luego, hablando entre ellas muchas veces, decían que en verdad aquello era tan dulce cosa, y más, como habían oído; y buscando los momentos oportunos, con el mudo iban a juguetear. Sucedió un día que una compañera suya, desde una ventana de su celda se apercibió del tejemaneje y se lo enseñó a otras dos; y primero tomaron la decisión de acusarlas a la abadesa, pero después, cambiando de parecer y puestas de acuerdo con aquéllas, en participantes con ellas se convirtieron del poder de Masetto; a las cuales, las otras tres, por diversos accidentes, hicieron compañía en varias ocasiones. Por último, la abadesa, que todavía no se había dado cuenta de estas cosas, paseando un día sola por el jardín, siendo grande el calor, se encontró a Masetto (el cual con poco trabajo se cansaba durante el día por el demasiado cabalgar de la noche) que se había dormido echado a la sombra de un almendro, y habiéndole el viento levantado las ropas, todo al descubierto estaba. Lo cual mirando la señora y viéndose sola, cayó en aquel mismo apetito en que habían caído sus monjitas; y despertando a Masetto, a su alcoba se lo llevó, donde varios días, con gran quejumbre de las monjas porque el hortelano no venía a labrar el huerto, lo tuvo, probando y volviendo a probar aquella dulzura que antes solía censurar ante las otras. Por último, mandándole de su alcoba a la habitación de él y requiriéndole con mucha frecuencia y queriendo de él más de una parte, no pudiendo Masetto satisfacer a tantas, pensó que de su mudez si duraba más podría venirle gran daño; y por ello una noche, estando con la abadesa, roto el frenillo, empezó a decir:


- Señora, he oído que un gallo basta a diez gallinas, pero que diez hombres pueden mal y con trabajo satisfacer a una mujer, y yo que tengo que servir a nueve; en lo que por nada del mundo podré aguantarlo, pues que he venido a tal, por lo que hasta ahora he hecho, que no puedo hacer ni poco ni mucho; y por ello, o me dejáis irme con Dios o le encontráis un arreglo a esto.


La señora, oyendo hablar a este a quien tenía por mudo, toda se pasmó, y dijo:


- ¿Qué es esto? Creía que eras mudo.


- Señora -dijo Masetto-, sí lo era pero no de nacimiento, sino por una enfermedad que me quitó el habla, y por primera vez esta noche siento que me ha sido restituida, por lo que alabo a Dios cuanto puedo.


La señora lo creyó y le preguntó qué quería decir aquello de que a nueve tenía que servir. Masetto le dijo lo que pasaba, lo que oyendo la abadesa, se dio cuenta de que no había monja que no fuese mucho más sabia que ella; por lo que, como discreta, sin dejar irse a Masetto, se dispuso a llegar con sus monjas a un entendimiento en estos asuntos, para que por Masetto no fuese vituperado el monasterio.


Y habiendo por aquellos días muerto el mayordomo, de común acuerdo, haciéndose manifiesto en todas lo que a espaldas de todas se había estado haciendo, con placer de Masetto hicieron de manera que las gentes de los alrededores creyeran que por sus oraciones y por los méritos del santo a quien estaba dedicado el monasterio, a Masetto, que había sido mudo largo tiempo, le había sido restituida el habla, y le hicieron mayordomo; y de tal modo se repartieron sus trabajos que pudo soportarlos. Y en ellos bastantes monaguillos engendró pero con tal discreción se procedió en esto que nada llegó a saberse hasta después de la muerte de la abadesa, estando ya Masetto viejo y deseoso de volver rico a su casa; lo que, cuando se supo, fácilmente lo consiguió.


Así, pues, Masetto, viejo, padre y rico, sin tener el trabajo de alimentar a sus hijos ni pagar sus gastos, por su astucia habiendo sabido bien proveer a su juventud, al lugar de donde había salido con una segur al hombro, volvió, afirmando que así trataba Cristo a quien le ponía los cuernos sobre la guirnalda.


Fin del relato.


Espero que lo hayan disfrutado, pronto subiré más relatos de este libro, viva la lectura! En especial las buenas…

martes, 15 de noviembre de 2011

Fanfic Vocaloid por Sakuma

Fanfic de Vocaloid (Kaito x Len à shonen ai) por Sakuma n.n/

Este fic no me pertenece, en verdad es de una amiga muy querida por mí, y con su permiso lo comparto con ustedes :3

La casa se encontraba en silencio, un silencio plácido pero que poco a poco se acabaría pues la puerta de esta tranquila casa sonó de golpe aquella madrugada Meiko entraba totalmente ebria golpeándolo todo a su paso y cantando fuertemente en el piso de arriba Kaito despertaba aletargado por tanto estruendo escuchando como en el piso inferior Luka peleaba con Meiko sobre su estado y lo preocupada que se encontraba por que no había llegado temprano de grabar su nuevo tema

- que crees que haces no deberías llegar asi! además recuerda que hay niños ahora en casa, Miku ya se acostumbro a ti y no quisiera que…

- Ajum… que pasa?- dijo un Kaito un aletargado – Deberías dejarla ya es una adulta sabe las cosas que hace, ¿no?

- Kaitooooo!!! No te metas- cambio de mirada a Meiko- los cuatro(contando a Gakupo) tenemos la misma edad y por lo tanto somos responsables de los chicos de esta casa debemos dar el ejemplo

- Lukitaaa tu siempre tan maternashl – decía Meiko aun ebria recostándose sobre el sofá – Los chiscos llegaron eshta mañana tienen que acomodarse a mi jijijijiji-

- Ya basta las dos mejor hablemos mañana es muy tarde Ajumm- Kaito con esto finalizó el tema y volvió a su habitación

Al entrar en su mente se repaso la mañana ocurrida hacía ya dos días, cuando por la puerta entraban dos gemelos tomados de la mano ella con una gran sonrisa, él algo más retraído con cara de pocos amigos ambos de 14 años. Miku había intentado agarrarles cariño pero la chica Kagamine Rin al parecer no le había caído bien la broma de Miku de echarle agua en su cabellera rubia y de todas maneras desde el comienzo no le había caído bien, entre ambas chicas se sentía la antipatía, mientras que su hermano Kagamine Len había congeniado bien con los chicos de la casa en especial había logrado llamar la atención de un apacible Kaito que se había estremecido ante la mirada del joven tan fuerte sobre él, pese a eso no habían compartido tanto como quizá hubiese querido pues Miku siempre estaba rondando cerca de él lo que mantenía a Len alejado.



La mañana fue como casi todas Kaito bajó por las escaleras lentamente pensando en una letra para el próximo tema, iba tarareando torpemente sin fijarse mucho en nadie, en la sala una preocupada Luka ponía el desayuno sobre la mesa ayudada de un chico vestido como samurai. Gakupo saludó a Kaito con una expresión de aburrimiento en su rostro por acomodar la mesa, pese a ello le fascinaba estar junto a su querida Megurine Luka era una atracción que sentía por su carácter tan maduro y sincero.

- Kaito despierta a los gemelos es hora de desayunar

- See…-

El joven fue al refrigerador donde sacó un helado de vainilla, su favorito, y subió lentamente la escalera para ser atropellado con una vivaz Miku quien corría directo a la mesa.

- ¡Ten cuidadoo!-

- @__@ - Kaito casi tropezó pero se aferro al pasamanos para oír a Luka desde la mesa

- Y Despierta a esa ebria de Meiko ¬¬

- Seee…- Kaito se llevo una cucharada de helado a la boca

- Y deja ese heladooooo es hora de desayunar!

En el pasillo él caminó directo a la habitación de Meiko, una hermosa habitación de un color terracota muy agradable, en donde justo al centro una hermosa cama del mismo color era adornada por una Meiko totalmente “desparramada” durmiendo tranquila de manera sexy medio desvestida. Kaito al verla sintió algo de vergüenza, pero no por sus ropas ligeras sino por verla ahí tirada después de otra de sus resacas, no la quiso molestar, ya se despertaría luego para comer algo y seguir bebiendo, si algo le gustaba era su alcohol tanto como él amaba su helado. En eso una duda asaltó su mente acaso a los gemelos también les gustaba el helado, de ninguna manera permitiría que se comiesen su helado era algo que no dejaría pasar, era todo suyo.

Pensando en esto golpeó a la habitación de los gemelos, una vez… dos veces… cuatro… ocho… decidió entrar, ambos dormían placidos cada uno en su cama una junto a la otra pero tomados de la mano en lo que parecía un puente colgante entre los chicos

- hey chicos… es hora de desayunar… despierten… o_o- Kaito no era el indicado para este tipo de tareas, el era un chico amable y mas bien tranquilo solo le gustaba su helado y su paz y estar en esta situación le incomodaba un poco, ya que pese a tener 20 años era como un niño consentido y no gustaba de molestar demasiado.

- Hey… chicos- dijo una vez mas calmadamente antes de salir de la habitación sin antes detenerse a mirar al joven Len quien se veía tan tranquilo con su cabellera rubia sobre su rostro, se sonrojó y salió de prisa, no podía estar pensando cosas así de un chico.

Al salir los gemelos abrieron los ojos y se miraron riendo cómplicemente, ambos tenían otros planos esa mañana por lo cual se habían hecho los dormidos, se vistieron rápido y bajaron cuando ya el resto de los chicos habían terminado el desayuno, ambos se fueron a la cocina directo a prepararse su propio desayuno, naranjas y plátanos. Luka los miro de lejos y rió un poco “que mal gusto” pensó y fue directo a la cocina.

- Chicos no se les apetece un poco de atún?

- No, pulpo- dijeron al unísono

- ¬¬ no me digan pulpo… bueno ahí tienen galletas si lo desean- Luka que amaba el atún agarro una lata y un trozo de pan y salio del lugar algo ofendida, no gustaba que le llamaran “pulpo”

- Rin crees que esta bien hacer nuestros planes apartados, no se ven mala gente sobre todo Kaito se ve un chico amable y…

- Está bien si quieres nos integramos a esta familia pero no me pidas aceptar a la engreída de Miku, si quieres te dejare al resto de los chicos de la casa para ti, pero de Miku me encargo yo- al decir esto miraba hacia la sala como ella se encaramaba sobre Kaito para molestarle con la seguida risa de Luka y Gakupo.

- Me cae tan mal esa tal Miku y tu me ayudaras a quitarle el puesto numero uno!-

- Bien :3 lo haré por ti hermanita – al decir esto tomó su mano firmemente.

En realidad a Len no le importaba mucho Miku y tras mirar un rato la escena que hacía ella en la sala se quedo mirando al chico de azul, él si que le llamaba la atención su comportamiento consentido y amable, sus buenas intenciones pese a que los demás lo mandoneasen en algunas ocasiones, pero entonces notaba a Miku nuevamente cogerlo del brazo y tirarse sobre él, tomarle de su bufanda y agarrar sus manos para hacerle levantar del sofá, ahora sí que tenía razones para que la chica de coletas verdes tuviese su antipatía, no llevaba mucho en la casa pero no podía estar a solas con quien le llamase tanta atención pues apenas él se aproximaba a Kaito venía Miku a estorbar, pero de su mueca de disgusto paso a una sonrisa maliciosa la cual se dibujo en su rostro. Ambos se sentaron en el comedor a planear algo contra la caprichosa de Miku en eso Gakupo se les acercó

- Bien niños Kaito como no ha compuesto ni una canción les cuidara hoy, tenemos una audiencia así que saldremos los mayores- Gakupo miró a los lados- espero lo cuiden bien- dijo en voz baja riendo un poco y mirando a Kaito

- Una audición! Nosotros también queremos ir- dijo inmediatamente Rin quien buscaba competir con Miku, Gakupo volteó para mira a Luka quien se acercó

- Así que quieren ir, ¿eh?, pues bien pero Rin especialmente tú tienes que comportarte

- Siiii lo haré pulpo :D –

- ¬,¬ está bien vamos –



Rin se puso rápido de pie tomando la mano de su hermano quien no se veía muy convencido de querer ir a audicionar en eso bajaba por las escaleras una somnolienta Meiko quien tomaba un whisky y se unía al grupo con la excusa de que debía ir a cantar para poder ir a la tienda por mas bebida y celebrar después de la audición. Miku se rió un poco tomó su cebollín y fue la primera en salir corriendo al la puerta de entrada.

- ¡Ya vámonos!- gritaba la chica de coletas verdes

Rin tiró del brazo de su hermano quien se dejó caer de su asiento directo al piso, la chica lo arrastraba mientras este se reía malicioso y travieso por el esfuerzo de su gemela, la chica lo tironeaba más y más arrastrándole por el suelo, el chico se resistía y la chica no se dejaba vencer

- ¡¡Rinnn no quiero ir!!

- ¡Vamosss Len!-

Los chicos se tironeaban, Rin de con ambas manos le tiraba de la suya que ya se enrojecía y Len en el piso a poca distancia de la mesa golpeaba a su hermana con un plátano que tenía en su mano libre pero Rin no se dejaba vencer y lo tiraba con ambas manos arrastrando al pelirubio, Luka en su actuar siempre maduro entro al rescate

- no se peleen Rin si tu hermano no quiere ir ahora déjale, Kaito podrá cuidar bien de él- Kagamine Rin la miro con reproche no le gustaba salir sola y soltó a su hermano de mala gana haciendo que el chico se golpeara la cabeza pues ya lo había logrado levantar hasta la cintura

- ¡Vamos! apresurémonos quiero que vean lo bien que canto aunque no esté con mi hermano dijo mirando a Miku cortante –

La chica tenía mucha energía pero sobre todo mucho carácter. Rin corrió a la entrada con una sonrisa y mirando a su hermano le guiño un ojo, una señal clara de que en su ausencia debía aprovechar de ir a la habitación de Miku para realizarle alguna travesura. Su hermano respondió guiñando su ojo en aprobación.



Después de la salida de los chicos la casa se quedo en silencio, un incomodo silencio, Kaito que estaba en el sofá comiendo helado miro a Len aún en el suelo exactamente donde su hermana le había dejado entonces comenzó a notar realmente la presencia del chico su expresión de pensamiento, su blanquecina piel, su cabello suave y rubio, sus hermosos ojos verdes.

- ¿qué me mira?- Len le miro con expresión seria

- Eh… nada – Kaito volteó y se sonrojó, pero que le pasaba no podía estar de esa manera era ridículo, por lo que volteo para responder pero Len no estaba.

- Len…?

- Oni-chan ¡Aquí!-

- Oni-chan? - Pensó, sonaba algo extraño pero era dulce diferente de ese “que me mira” tan frio



Kaito se puso de pie y vio al jovencito en el patio de la casa con una maguera en la mano haciendo un barrial en el lugar, el chico le miró y le sonrió alegre como quien consigue algo que anhela pero Kaito no comprendía salió al patio y ahora si lo entendía, las ropas de Miku estaban todas enlodadas. Len se reía aun mas fuerte al ver el rostro de horror del joven que solo dejaba caer su helado y gritar de manera estrepitosa el chico sí que era veloz.

- ¡LENN pero que has hecho, ahora Miku me culpara a mi!

- JAJAJAJA es solo una broma que le tenía preparada Rin a esa Miku se cree mucho y nadie le hace sentir mal a mi amada y linda hermana –

Kaito en la desesperación de ver los trajes de su chillona amiga embarrados por el lodo cogió la manguera, Len en su afán de cumplir con su cometido la tironeó, ambos tiraban de ella sin notar que se empapaban el uno al otro en eso Len perdió el equilibrio por el barro y cayó de bruces al piso. El chico si que era divertido pues solo rió con más fuerza cogiendo lodo para lanzarlo a Kaito quien en ese momento olvidó las ropas de Miku y comenzó a jugar también. Él era un chico que gustaba de su traje impecablemente blanco y bien planchado sin ni una arruga, ni mancha pero en ese momento no le importaba jugueteaba igual que Len quien le hizo una trampa para que cayese ahora ambos se reían mucho de aquella situación todos embarrados con las ropas sucias y en el suelo con el agua saliendo a gritos por la manguera. Kaito miró al pelirubio embarrado frente suyo, sus ojos azules y su rostro alegre eran tan bellos que lo llenaban por completo ahora notaba como el gemelo lo miraba también con una extraña expresión de sonrojo y alegría en su rostro, era una situación incomoda para él por lo que apartó la mirada se puso de pie y extendió una mano al chico mirando hacia otra parte

- ven vamos a bañarnos y a lavar la ropa de Miku-

- ¿¡su ropa!?, no puedo permitirlo es lo que mi hermana quería

- Venga… ¬///¬ - en ese momento Kaito sintió un poco de vergüenza por la escena puesto que tomaba la mano de Len quien se puso de pie acercándose a su pecho, este le miró y le sonrió agradable lo que bajó las defensas del chico peliazul quien no notó cuando Len entraba corriendo a la casa embarrándolo todo

- Detente!! – Kaito entró tras el chico que se reía a ganas sí que era travieso

- No lo hare!, solo prometo hacer lo que digas siempre y cuando dejes así la ropa de Miku- al decir esto el chico sacaba su lengua haciendo una mueca

- ¡Ven aquí!- el apacible Kaito estaba siendo desafiado pero para el una pelea no era necesaria – si vienes te daré de mi helado :D

- Mmm NO- el gemelo grito de la sala y luego largó a reír

- Es sabor plátano, se que te gusta ese… - Kaito no alcanzó a terminar la frase el joven Kagamine se disponía frente al refrigerador sacando helado. Kaito solo se sonrió y se le acercó no le molestaba darle ese helado que había comprado Gakupo equivocando el sabor, a él solo le gustaba la Vainilla

- Esta bien dejemos así la ropa de Miku, pero tenemos que ir a bañarnos y limpiar la casa – Ambos se sonrieron y se hicieron unos minutos agradables pero una llamada corto el escenario, el teléfono de la casa llamaba Kaito se aproximó intentando no ensuciar nada mas

- ¿¡Qué!?, pe… peroo… nooo yoo… bueno Luka-chan u_u – Kaito miró a Len quien comía su preciado helado de manera sucia

- Los chicos dicen que llegaran mañana, la audición se retrasó así que tendrán que pasar la noche allá así que… estamos solos…

Al decir esto los dos se quedaron por un momento contemplándose, Len sostenía la cuchara en su boca mientras intentaba descifrar el rostro de su oni-chan quien le miraba algo acongojado, el chico se sonrió le gustaba la situación por fin un momento para estar a solas con Kaito, este joven que tanto le llamaba la atención desde el primer día que le vio.

Kaito por su parte miraba al jovencito de mirada caprichosa planear algo que no podía descifrar, como había deseado en ese momento tener un buen balde de helado de vainilla para calmar sus nervios y el calor que le hacia sentir el pequeño rubio al mirarle de esa manera.

- Vamos –dijo ávido el gemelo y subió al segundo piso Kaito le siguió cabizbajo no podía creer que seguía las ordenes de un chico.

El baño era amplio de blancas baldosas, tenía un espejo de cuerpo completo como le gustaban a Kaito, en la tina estaba también la ducha, en ese momento al mirarla pensó inmediatamente en que a Len le gustaría jugar con ella pero borró esos pensamientos de su mente, estaba preparando el agua para el chico quien se había ido a quitar las ropas llenas de lodo. Una vez lista el agua se dispuso a salir del baño, pero se quedo mirando en el espejo un momento todo lleno de lodo, su hermosa bufanda azul, su pelo despeinado como nunca, su cara con barro seco, su chaqueta blanca toda sucia. Por un momento se rió de él mismo ni con la molesta de Miku se había sentido tan bien, la puerta entonces se abrió y entro el pequeño Len con una toalla en su cintura sonriéndole de manera alegre, Kaito se sonrojó un poco y se dispuso a salir.

- oni-chan, ¿quieres ayudarme? – dijo de manera entre inocente y picara

Kaito asintió de manera intuitiva, no sabía por que había dicho que si al chico pero ya lo había echo así que se quito sus ropas sucias y se acomodo una toalla azul a la cintura, Len en el intertanto se metió a la tina y se acomodó

- Kaito-kun, ¿puedes lavarme el cabello? – el chico ponía ojos dulces que el joven no podía resistir sentía como su pecho se aceleraba de tan solo mirarlo, pero por dios! Que le sucedía el era solo un niño!

Kaito sacó esos pensamientos de su mente y comenzó a lavar el pelo del gemelo queriendo quitar esos pensamientos pero sin proponérselo se encontró a gusto en su nuevo quehacer se sentía tranquilo sentado fuera de la tina acariciando el cabello tan suave de aquel chico, una sonrisa de satisfacción por el momento se escapo de su rostro y quiso quedarse allí un buen rato cerrando sus ojos, hace un buen tiempo que no se sentía tan tranquilo pero en ese momento sintió las manos de joven Len subir por su cara, Kaito abrió los ojos rápidamente soltando al chico

- lo siento- dijo este volteando rápido para mirarlo, Kaito no sabia que decir a los ojos azules tan perfectos del rubio y un sonrojo cubrió sus mejillas mientras volteaba su cara, sentía cosas muy malas entre su entrepierna, eso estaba mal definitivamente estaba muy, muy mal fue a ponerse de pie lo mas rápido que pudo pero Len le dio un pequeño beso.

- Len *////*- Kaito se puso de pie y se fue rápidamente del lugar totalmente agitado sin saber que hacer o decir, no sabia como actuar pero sabía que irse así como lo había hecho no era bueno porque dejaba un vacio en la situación, un nudo extraño se hizo en su pecho. Mientras tanto en la tina un agitado Len se hundía en el agua tibia, ¿por qué había echo eso?, él era un chico por sobre todo los juegos que inventara con su hermana pero eso que acaba de hacer sin pensarlo, no era parte de sus juegos ni nada parecido, era solo que desde que lo había visto había querido estar cerca de él, Kaito le llamaba la atención y le hacía sentir cosas diferentes cuando le miraba pero aquello que había hecho ahora era diferente a pesar que le había agradado no dejaba de pensar que pasaría.



Cuando Kaito volvió a los minutos después el baño ya estaba vacío se duchó rápidamente con agua fría y luego de eso se puso su polera negra y sus pantalones azules, no sabía donde estaba Len por lo que se dirigió a su habitación allí lo vio con la puerta entre abierta recostado en la cama con un pantaloncillo blanco y una sudadera del mismo color. Inevitablemente se sonrojó pero bajó rápido tenía que ordenarlo todo y lavar la ropa de Miku eso haría a su mente pensar en otras cosas y no en el calor que sentía su cuerpo y que la ducha fría no había quitado.



Len se había bañado rápido y salido directo a su dormitorio se cambio rápido y se quedo pensando miles de cosas con sus ojos bien cerrados esperando que el sueño se lo llevara a un lugar mas apacible pero eso no era posible su mente viajaba en el joven Kaito en su simpatía en su amabilidad en eso que provocaba la rabia que sentía hacia Miku cada vez que le abrazaba, en eso escucho a Kaito ordenar la sala que él había dejado sucia seguro lavaría la ropa de Miku, eso le enfadó y seguro a su hermana se enfadaría pero ahora no podía pensar en su gemela se abrazó a su almohada intentando olvidar lo que había echo pero ese beso robado le hacía sonrojar, apretó sus ojos pero no se podía quedar así simplemente, se puso de pie tomando su cabello estaba decidido lo que sentía por él era más que una simple atracción e iba a ser escuchado no podía permitir que Kaito le siguiera viendo como a un niño.

Len bajó por las escaleras y lo primero que notó fue la sala totalmente reluciente el joven trabajaba con eficacia y en el sofá Kaito comiendo helado de manera deprimida. El chico se acercó lentamente.

- Kaito ni-chan…- Kaito se sobresaltó al escuchar a Len quien se sentó sobre el sofá a su lado

- Mírame por favor – Kaito solo miraba su helado y comía echándose grandes bocados, solo intentaba pensar en el sabor a vainilla de su perfecto helado y no en que se sentía nervioso y avergonzado, pero como era posible sentir tantas cosas por un simple besó además éll era mucho mayor que Len no podía permitir que su cuerpo reaccionara de aquella manera.

- ¡oni-chan! Prefieres el helado o a mi ò,ó – al decir esto Len apoyó una de sus manos sobre la pierna de Kaito quien se sobre saltó, el gemelo se sonrió y recostó su cabeza sobre las piernas del chico cerrando los ojos.

Kaito dejo caer la cuchara en el tiesto de helado y se quedo nervioso, quieto en su lugar miró al joven Len recostado sobre sus piernas, era una visión extraña pero que le producía una extraña gratificación mejor que comer helado eso era una cosa muy extraña no había nada mejor que el helado, pero esto era diferente…

- Kaito yo no soy un niño- dijo Len aún con los ojos cerrados – se que piensas lo contrario pero yo no soy un niño y lo que siento por ti lo descubrí hace poco tu siempre has llamado mi atención desde que llegué a la casa- al decir esto abrió sus ojos, esos ojos azulados que notaban esa expresión de impotencia que solo Kaito podía entender, el no quería permitirlo pero no podía verle de esa manera con aquella expresión de amor no correspondido, él sentía lo mismo y sentía que su pecho latía fuerte y nervioso, ya no importaba lo que sucediera sin pensarlo besó al chico Len abrazó a Kaito quien se sorprendió del beso que era respondido, un beso que hace mucho anhelaba de manera oculta. Acarició el cabello de Len pasando su brazo por su espalda para levantarlo un poco y este se colgó de su cuello besándolo aun más apasionadamente. Ambos se quedaron mirando un segundo antes de reaccionar

- Len esto no …-

- No te enfades conmigo oni-chan- dijo Len con su rostro enrojecido sentándose sobre el chico y callándolo con un beso.

Ambos quedaron uno frente al otro era una situación un tanto vergonzosa para Kaito no así para Len quien nuevamente besaba a Kaito pero de manera suave, luego un poco mas apasionado abriéndose paso a probar todo lo que él quería, sentía el rubor de Kaito quien respondía a su beso casi instintivamente Len sentía que quería sus besos cada vez más. Kaito era un chico sensible una de las cualidades que le gustaban tanto a Len quien subía sus manos acariciando su cuerpo de manera lujuriosa pero Kaito le detuvo.

- no sigas Len o yo no-

- no digas nada quizás ambos no sepamos que sucede pero escuchemos nuestro corazón –

Kaito se sorprendió por las palabras de Len antes de besarle nuevamente, sentía el rubor recorrer su cuerpo pero un extraño frio le llego al estomago era como una cosa espesa que se pegaba a su estomago, eso lo sonrojo aún más pero provocó que reaccionara quitándose a Len que estaba sobre él. El chico se quedo en el piso sonrojado y agitado y Kaito en el sofá mirándole como este comenzaba a reírse, entonces lo comprendió, ese frio que sentía cerca de su estomago era su helado el cual había dejado por descuido y se había desparramado, era primera vez que su helado le hacía algo tan malo, maldito helado delicioso y cremoso de vainilla, era como si sintiera envidia de que Len fuese más apetitoso que él o al menos esas cosas pensaba Kaito al mirarse el estomago, entonces se puso de pie y le ofreció una mano a Len.

- Disculpa te empuje u///u – Len sonrió afable

- No te preocupes pero tendrás que disculparte conmigo de otra manera

- A que te refieres… - Tras ponerse de pie el chico se colgó de su cuello susurrando a su oído

- Tienes que acostarte a “dormir” conmigo

Inevitablemente Kaito se sonrojó y se quedo mirándolo sin decir nada solo lo tomó de su muñeca y camino rápido, Len se sorprendió no se esperaba que reaccionara así y pese a tener su rostro ruborizado le llevaba tan rápidamente por las escaleras al segundo piso que le extraño. Arriba Kaito abrió la puerta de la habitación del chico y lo dejo allí luego se fue rápidamente, Len se quedo en su cama una vez más apenándose por lo ocurrido, mirando al pasillo de manera cabizbaja, quizás para su amado Kaito siempre seria un niño que no entendía sus sentimientos, no importaba lo mucho que hiciera, pensara o quisiera. En su frustración tomo su almohada para otra vez aferrarse a ella intentado dormir deseando que llegase el próximo día rápidamente el sol se había ido y su habitación se llenaba de un color rojizo para pasar a uno más oscuro, quizás habían pasado diez minutos y sus ojos se habían llenado de lágrimas furtivas, ¿era tan malo esto que sentía? Apretó aun más los ojos cuando un ruido lo conmovió alguien justo detrás suyo se había detenido, el volteó lentamente y vio a Kaito con su polera blanca y sus shorts azules, lo miraba con ternura al momento que acariciaba su cabeza

- ¿Por qué lloras?

- Cómo que porque, tonto!! – al decir esto le tiro la almohada en su cara Kaito se quedo serio un momento antes de reaccionar

- Lo siento… te deje solo, es que quería cambiarme la ropa estaba lleno de helado debí haberte dicho que volvería-

- ….. -

Len guardo un momento de silencio, le parecía todo tan absurdo pues Kaito era el que se comportaba como un niño ahora con esa cara de inocencia pidiendo disculpas, él que había estado sufriendo esos interminables minutos mientras Kaito limpiaba y se cambiaba sus ropas era despreciable, ¡tenía que pagar!

- Kaito- kun… eres un idiota!- al decir esto el joven Len se levantó de un golpe sobre su cama y se abalanzo sobre Kaito quien perdió el equilibrio cayendo al piso Len le tironeo el cabello mientras reía

- Ves que eres un niño! Auchh- Al escuchar el comentario de Kaito, Len se detuvo de golpe y soltó sus cabellos, estaba sobre él y le tiraba el pelo?

- Veras como te demuestro que no soy un niño –

Len le besó tan apasionadamente que Kaito quedo sorprendido intentando sostenerlo por su cintura para quitarlo pero en ese momento su acción se volvía un abrazo que hace mucho quería expresar, con agilidad fueron quitando sus ropas entre los besos repartidos y la excitación que se había generado minutos atrás y que ambos aun tenían en sus cuerpos, pero pese a la osadía de Len, Kaito llevaba mas ventaja sobre el chico al cual poseía completamente ya no podía detener lo que sucedía ni lo que sentía veía como el joven Len se estremecía entre sus brazos al asirlo contra la cama, hace tanto que anhelaba estar con su querido Len pero no lo admitía no podía pero ahora era todo suyo, su excitación, sus gemidos, sus movimientos todo su ser que se entregaba tan solo para él, no podía detener sus besos ni sus caricias no podía evitar querer más y más, cada parte del chico, cada gemido que escapaba de sus labios necesitaba sentir todo de él se movía con determinación no lo dejaría hasta terminar.



Cuando Kaito despertó se estremeció no podía creerlo que había hecho, miro con terror a su lado estaba Len acurrucado de manera tierna con su cabello rubio revuelto cayendo de manera grácil, un flashback le recorrió la mente sobre todo lo que le había hecho la noche anterior y un escalofríos le recorrió la espina seguido de un rubor inmediato. Para ello había solo una cosa que podía hacerle sobrepasar lo sucedido, helado, delicioso helado de vainilla, en su embase perfectamente frio, sí algo frio necesitaba pero entre lo que pensaba y hacía Len habría sus ojos para mirarle tiernamente esa mirada tan fresca, tan inocente pensó Kaito, que se vuelve tan… tan sucia! Len le miraba de manera maligna.

- Jujujuju ves que no soy un niño - Kaito se sonrojo y aparto la mirada

- Hay que darnos una ducha antes de que lleguen los demás – Kaito tapó su rostro con la mano- que pensaran de mi T_T- reflejaba con su acción

- No tienen que saberlo jujujuju-

Len era un chico que siempre tenía una respuesta maligna a los hechos pero en parte eso le gustaba Kaito quien sonrió de manera cómplice y le regaló un tierno beso.



Cuando llegaron las chicas por la tarde Len estaba recostado en el sofá comiendo helado con la bufanda de Kaito al cuello, Rin le miro y leyó la mente de su gemelo riendo hacia él pícaramente. Miku se acercó para tirar de la bufanda pero Len se subió al sillón poniéndose de pie haciendo que esta quedase fuera de su alcance

- Kaito oni-chan me la regalo a mi – dijo sacando la lengua y levantándole

Kaito en ese momento salía de la cocina y se sonrojó al ver la escena, Gakupo atravesó su mirada con una sonrisa en sus ojos ambos eran muy buenos amigos y con solo mirarlo ya sabía lo acontecido por su parte la maternal Luka intentaba separar a los chicos que comenzaban una guerra por la bufanda, incluso Rin se aprovechó de la situación para tirar del cabello de Miku quien corrió a los brazos de Kaito una vez lo había divisado, Meiko por su parte no llegaría hasta la noche se había ido a “celebrar” lo bien de la audición.

- Kaitooo te eche de menos – Len miró con rabia a la chica aferrarse de su brazo y corrió inmediato a aferrarse de su otro brazo para sorpresa de todos

- Kaito es mío – dijo sacando la lengua. Un silencio se hizo por un momento en la sala antes de que este se soltase de los dos

- Jajaja chicos que cosas dicen jajaja– al decir esto dio una tierna mirada a Len de forma tranquilizadora este se sonrió para si

Tras la cena un tanto ruidosa por la pelea de los tres jóvenes Luka se acercó a conversar con Kaito, Len notó esto de manera disimulada

- Quiero saber algo Kaito – el chico se sonrojo y se puso nervioso

- ¿¡Cómo controlaste a Len es un chico terrible! – tras eso Kaito respiró aliviado una vez más y sin notarlo Len también.



Esa noche mientras todos dormían Kaito se despertó había tenido un sueño no muy agradable donde una Luka con forma de pulpo le agarraba por el cuello culpándolo por quitarle la inocencia a Len, definitivamente su mente le jugaba una mala pasada así que bajó a comer un helado, prendió el televisor sin ver nada en especial mientras comenzaba a saborear su helado de mala gana no podía evitar pensar qué pensarían los chicos si sabían lo que pasaba entre él y Len. Luka sería la primera en sermonearlo, Gakupo le pediría que se cuidara, Miku lo odiaría por siempre y Rin… seguro ella a esta altura lo sabía todo.

- Kaito, ¿te sientes mal? – Esa voz baja cerca de su oído le sobresaltó, no esperaba ver a Len justo en ese momento – iba al baño y te oí bajar –tras decir esto se sentó a su lado cubriéndose con una manta amarilla

- No es nada solo tuve un mal sueño y no pude volver a dormir – Era agradable de todas maneras estar acompañado Len se apoyó en su hombro y miró la televisión luego miró a Kaito que le miraba era realmente agradable mirar al chico así a su lado

- Quieres un beso? Quizás así te duermes-

Kaito se sonrojó no alcanzó a responder cuando el chico le besó fue un beso tierno lo que hizo sonreír al joven, le agradaba ese Len tierno que a veces podía tener cerca suyo pero ese Len tierno no duraba nada, apenas había dejado de besarle Kaito se daba cuenta que el chico apoyaba su mano en su pierna y casi lo tenía sobre el esta situación le sonrojó y un pensamiento maligno recorrió su mente en una fracción de segundo. Estaban solos en la sala todos dormían y Len estaba con él, quería luchar contra su instinto pero cuando lo notó ya había tomado el rostro de Len atrayéndolo hacia él para besarle de manera más pasional.



Meiko regresaba como de costumbre de madrugada a la casa ese vicio que tenia de beber, pero en cierto como era como su elixir sin su bebida perdía fuerza, ánimos y hasta dejaba de componer. Abrió la puerta en silencio no quería que nadie la escuchase entrar, para llegar a su habitación tenía que pasar por la sala principal donde estaba el televisor para subir las escaleras y llegar a su refugio pero algo le llamó la atención ver luz en la sala, era la luz del televisor ¿Quién estaría ahí?, ¿Sería Luka? Tomo un trago para darse fuerzas de oír los sermones de Luka y paso con la cabeza en alto por la sala. Pero quer era lo que oía eran gemidos? Apuro el paso la curiosidad le había picado pero pronto se quedo perpleja eran ¡Kaito y Len! Miró su alcohol “he visto muchas cosas por tu culpa” pensó y carraspeó al presenciar la escena que por suerte y gracias a que la sala estaba a oscuras no era tan explícita.

- Oigan Uds. Cuídense, quieren?-



Kaito al escuchar la voz de Meiko desde las sombras sintió el mundo a sus pies y escucharle decir tal frase le sonrojó más de lo que ya estaba fue a intentar hablar pero a Len al parecer no le había importado la intromisión de la chica que rauda subía por la escalera por que le volvía a besar. Kaito pensó dos cosas en ese momento huir o continuar…



Meiko despertó durante la tarde y bajó para tomar café, algo extraño en la chica entro a la cocina y se topó con Kaito lo miro de manera seria casi como queriendo saber que pasaba, de que se había perdido entonces Kaito le detuvo antes de salir de la cocina.

- Meiko por favor no le digas a nadie >_<

- ¿Por qué? – tomó un sorbo de café

- Por que se enfadaran conmigo y con Len y harán que… que… este lejos de él y yo… yo lo quiero de verdad- Meiko habrio los ojos sorprendida, Kaito hablaba de sus sentimientos y con ella, era realmente increíble de seguro se sentía atormentado por el hecho la chica lo miro y sonrió de manera coqueta

- Mira, yo puedo no decirle a nadie pero si Luka los ve así será peor, si decides contarles a ella y Miku en la cena yo te apoyare cuenta conmigo, quizás sea una borracha y una bohemia de la vida pero sé que me hablas con sinceridad –

Kaito sonrió algo nervioso y tragó saliva asintiendo, hablaría con los chicos de la casa pero antes tenía que dar aviso a Len, este estaba afuera con su hermana limpiando el tractor el día no era muy soleado pero había que mantenerlo reluciente, Rin le saludo alegre al verle venir, pero el rostro de Kaito distaba mucho de responder su sonrisa se notaba acomplejado, la chica miró a su hermano susurro algo en su oído y salió corriendo, al pasar por el lado de Kaito le dijo “ animo” algo que realmente necesitaba.

- Len… tenemos que hablar

- Claro dime - dijo sonriente como siempre – creo saber de qué se trata Meiko- chan habló conmigo-

- No estás nervioso?-

- Nop, estoy ansioso, así podremos estar juntos más tiempo sin que a nadie le extrañe, será mejor si le decimos nosotros, mi hermana también me aconsejo lo mismo- Kaito se sonrojó, a pesar de que Len tenía 14 años era un chico muy responsable y serio cuando tenía que serlo eso le alegró.

En la cena se hizo un silencio sepulcral era como que todos sabían pero nadie sabía nada, por fin Meiko decidió iniciar el tema.

- Chicos quiero que oigan lo que Kaito y Len tienen que contarles, ya que vivimos todos juntos tenmos que tener conocimiento de lo que pasa…- la chica miro a Kaito esperando que este tomara la palabra

- Bueno pasa que… -

Kaito miró el rostro de todos desde su izquierda primero a Luka quien le miró achicando sus ojos de manera negativa y frunciendo el ceño, luego a Gakupo con sus cejar arqueadas y esa mirada de “yo sé”, después venía Meiko frente a él sonriente y segura, seguida de Miku que miraba enfurecida y a Rin que le veía de manera de apoyo justo al lado de Len en quien poso sus mirada directo a sus hermosos ojos azules, este le sonrió con la mirada

- Pasa que yo y Len… tenemos una relacio…

- Noooooooooooooooooooooooooooo…DX< - Miku gritó apoyando sus manos en la mesa de manera estruendosa

- Cállate fea – dijo Rin tirando una de sus coletas

- Hay!! Brutaa tonta kagamine- la chica tiró también de su cabello

- Ya basta chicas esto es un problema!- dijo Luka, Kaito intentaba hablar, Gakupo comenzaba una risita por lo bajo y Meiko ayudaba a separar a las chicas que de un extremo a otro de la mesa se tironeaban el cabello

- Ya basta! ¡Yo amo a kaito y él no tiene la culpa yo fui quien se le insinuó primero! - Todos miraron Len que había gritado tan fuerte que hasta Kaito se había callado cubriéndose su rostro de un rubor indetenible,



Len le tomó del brazo aferrándose fuerte. Miku se soltó hizo una mueca y se fue furiosa, Gakupo rió con más ganas y Meiko suspiró, Luka por su parte se quedo congelada y se sentó con lentitud, Rin se sonrió apoyando a su gemelo.

- O sea que uds dos… o_o bueno… yo no tengo mucho que decir solo que no anden por ahí y que… ire a ver a Miku – Luka dijo esto y se fue rápidamente

- Iré con Luka- dijo Gakupo.

- Fin de la cena me ire a fumar- Dijo Meiko poniéndose en pie

- Y yo a comprar algunas cosas vas conmigo Meiko- esta asintió el lugar quedo vacio en pocos segundos. Kaito pese a sentirse aliviado se sentía mal por Miku Len se sonrió y se aferró más a su brazo

- Len… ¿recoges la mesa? Iré a hablar con Miku

- Pero… bueno- dijo al notar el rostro de preocupación del chico.

Pasaron los minutos mientras Len recogía todo estaba algo enfadado también por el hecho por que Miku tenía que ser tan infantil, acaso Kaito le dejaría para no dañar a la chica, no, eso era absurdo. Comenzó a lavar y con ello su mente comenzaba a jugar en ideas locas en eso escucho voces, se asomó desde la cocina y escucho como todos salían ¿le dejarían solo lavando platos? Eso sí que no, salió rápidamente y se asomó por la ventana iban Luka, Gakupo y Meiko entonces una mano tocó su hombro y volteó era Kaito

- No me dejaras cierto?-

- No seas tonto…

- ¿cómo está Miku?

- Qué extraño que preguntes por ella, pero se pondrá bien por ahora solo me sermonearon antes de salir que volverán luego así que no intente nada contigo… - Hubo un silencio en el que el chico se largó a reír

- Está bien que no hagas nada conmigo, de todas maneras yo puedo hacer algo contigo- dijo de manera picara – vamos a la cocina, ¿me ayudas?-

Kaito besó su frente pese a la serie de cosas que habían sucedido estaba feñiz de estar con ese “niño” que le hablaba con ese tonito especial en su voz, seguramente tardarían mucho en lavar un par de platos.



end