Fanfic Koi Suru Bou Kun

Proyecto Challengers!

lunes, 25 de julio de 2011

Intertextualidad Casual

A veces ocurren, uno está leyendo un libro y al rato cuando lee otro aparece una curiosa relación entre ambos, un tema, un objeto, un pensamiento xD suele ocurrir, una interesante casualidad literaria. A veces me pasa, y me he acostumbrado a sorprenderme sola, pero como ahora pasaron dos seguidas y la última tan rebuscada, no puede evitar no compartirla con sus citas correspondientes x3.

Comienzo con la simple, para que se vea cómo puede nacer una intertextualidad casual tan fácilmente. Estaba leyendo un pequeño librito, muy antiguo, esos escolares, de antes que apareciera la internet y que venía con el diario La Tercera; éste traba de Marco Polo, viajero que me interesó desde mi clase de Literatura Hispanoamericana, ya que él viajó a Asia antes que nadie, y lo oriental siempre me ha llamado la atención, el caso es que su Libro de las maravillas no me servía para ese ramo más que como referencia, por lo que ante la urgencia de leer sólo los necesarios tuve que cancelar su lectura (que ya la lograré pronto *-*), pero pude conseguir el librito escolar xD así que lo leí muy interesada (comentó de paso, que por la toma he podido leer tanto :3)


En él lo que más me llamó la atención fue un curioso suceso tragicómico que le ocurrió al Kan de Persia, y que afectó colateralmente a Marco Polo; cuento corto, Marco se había convertido en emisario del gran Kan de China tras pasar años en su compañía, por lo que éste le mandó en un viaje con la delicada princesa Cocacin para casarla con el Kan de Persia, un viaje que duró 18 meses en barco, es decir, un año y medio, pero cuando llegaron después de mucho esfuerzo…

“Ya en su destino comprobaron que Argón (el Kan de Persia) había muerto envenenado por beber demasiado elixir de la inmortalidad.”

XDDD sólo me queda decir chilenamente “LA WEA PENCA” xDDD jajaja, morir por beber elixir de la inmortalidad, no se puede ser más jodido xD, y viaje en vano!

Pero más allá de las tayas (xp) éste hecho me llamó mucho la atención por la tonta paradoja que contenía (incluso lo puse en face xD) y por eso mismo me sorprendió tanto cuando al día siguiente el famoso elixir de la inmortalidad apareció en el nuevo libro que leía: La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada de Gabriel García Márquez, sí, el título es larguísimo xDD pero en realidad el libro traía varios cuentos, sólo que el más relevante y largo era ese, pero no encontré en éste el elixir señalado sino en otro del libro: El mar del tiempo perdido, lo que más recuerdo del cuento fue lo que vi en mi imaginación por sumirme demasiado en las letras: en el fondo del mar, dos hombres se habían sumergido a buscar tortugas para comer, pero en ese mar se echaba a la gente muerta y ahí estaban, rejuvenecidos y dejándose llevar por corrientes, y vieron una vecina que había muerto vieja pero se había rejuvenecido, pasó frente a ellos rodeada de flores y con más siguiéndola, como si durmiera. Fue hermosamente tétrico, pero concentrándome en el tema de esta entrada es que de pronto apareció otra vez el famoso elixir, llamado esta vez “elixir de la vida eterna”, cuando el pueblo volvió a la vida por un extraño aroma a rosas “que se encontraba hasta en la mierda” como dice ahí, vino muchísima gente, entre ellos, cito: “hombres con una culebra enrollada en el cuello que vendían el elixir de la vida eterna.”


Considero una gran casualidad esto xD aunque tal vez muy simple porque en ambos casos, los dos son simples comentarios. Y por eso tengo mi haz bajo la manga, la gran casualidad literaria, la intertextualidad “sin querer queriendo” que me pasó días después con otros dos libros.

Les cuento, que tras leer Malinche de Laura Esquivel (ya pondré algo de ese libro aquí) me interesé en las obras de esa autora por cómo toma la sexualidad femenina, aun si a mi parecer es demasiado “cebollera” lo que me recuerda que de México vienen las novelas de ese tipo, así que es por eso? Nah, eso sería pensar con demasiada simplicidad xD. El caso es que me animé a leer Como agua para chocolate, uno de los muchos libros de mi lista inconclusa y sumativa eterna (xD). El pilar de esa novela es que la protagonista, Tita, está condenada por tradición familiar a no poderse casar ni tener hijos, ya que al ser la menor de las hijas debe cuidar a su madre hasta que ésta muera, y claro, su madre que es tan malvada (xD) le impone esta horrible tradición y vigila que la vaya a cumplir haciendo incluso que su enamorado se case con la hermana de Tita con tal que no se case con ella (otra wea penca), y bueno, yo recomendaría la novela (tanto como la película que vi tras leer el libro) aunque no me gusta el estilo cebollero aun así me parece muy bueno en mm “esencia,” en “idea” xD como la idea de que la comida está conectada con la cocinera de forma fantástica y fabulosa, moviendo los hijos de la trama más que sus protagonistas, además de la sexualidad femenina que ya comenté y lo femenino mismo en toda la obra, tiene ese aire de tradición de campo, tradiciones tan arraigadas que terminan siendo reales, es genial.


Y bueno, pasaron los días y me aventuré a leer Inés del alma mía de Isabel Allende autora muy criticada por sus best sellers (ya que si son best sellers normalmente la calidad literaria etética etc. del libro deja mucho que desear) pero que yo reconozco por su calidad de investigación al componer sus libros, pero sí, es cierto, su estilo se parece sospechosamente a Gabriel García Márquez pero en realidad no lo alcanza (solo es sencilla al relatar, no fluiuda y profunda como él, a mi ver), siento que esta autora se va más a la cantidad que a la calidad, pecado mortal en la literatura, pero bueno, cuando lea La casa de los espíritus podré hacer una crítica fundamentada si en verdad es una copia de 100 de soledad que compré con el dolor de mi alma, dios que estaba caro el muy hp xDDD.


Y bueno, ¿dónde está la famosa intertextualidad casual? Pues está en que la protagonista de este libro, Inés, tampoco se podía casar ni tener hijos, estaba condenada (esta vez) a cuidar hasta la muerte a su abuelo ¿por qué? Ocurre que la madre de Inés no iba a tener más hijos, y por tanto para el abuelo esta iba a ser la última oportunidad de tener el nieto HOMBRE que tanto deseaba ¿y quién nació? Inés, una niña xD, por lo que el abuelo como penitencia (como si ella hubiera tenido la culpa ¬¬) decidió que no le daría dote pues no se casaría y lo cuidaría hasta la hora de su muerte (las weas pencas sobran aquí).

De todas formas, Inés, choriza como nadie se volvió costurera y buena cocinera de empanadas para ella misma hacerse su dote y luchar contra su destino, claro que se casó con un hp (Juan de Málaga), pero después más adelante se casó con un buen tipo, Rodrigo de Quiroga x3 tras haber sido chuecamente dejada por Pedro de Valdivia ¬¬.

Y bueno, el libro es recomendable no solo porque recoge nuestra historia sino que también toma temas de superación y lucha, recuerdo muy bien cuando lo leía en el bus, cruzando el desierto de Atacama hacia La Serena, y justamente iba en la parte en que Pedro de Valdivia con Inés y los suyos lo cruzaban, las descripciones eran crudas y bizarras, comentarios desde que el horrible frío hacía que cuando los hombres se sacaban sus guantes se les iban los dedos congelados en él sin que se dieran cuenta ni sintieran dolor, o que la sed era tal que bebían la orina de los caballos “que era poca y oscura” como describe; pero la imaginación a veces no ayuda a digerir suficiente la realidad y solo al mirar por mi ventana pude tomar la real dimensión de esa cruzada, de ese camino interminable en tierra dura y seca, polvorienta, donde siquiera las lagartijas asoman, sep, ojala hagan una película de este libro o esta aventura porque los libros a veces no recogen ciertas cosas visuales así como a las pelis se les van detalles (aunque es solo mi ignorante opinión).

Igual a veces tiene algunos errores, se supone que Inés le escribe a su hija (adoptiva) Isabel pero de pronto dice “íbamos con xx, YY, e Isabel” debería ser “y tú, Isabel” pero mira que yo soy exigente xD, o los cambios de narrador, eso no es malo, depende el estilo pero debió ser así al principio no al final de las 100 páginas a mi parecer o parece un desorden colosal, a propósito, el libro tiene como 350 páginas, no sé cómo lo leí en algunos días. Mmm y también siento que se le escapa el aire chileno, siendo que sé que el libro es para chilenos pero aun así… a veces el aire de redacción de Inés es tan “suelto” que… uno pierde la cronología y el realismo del relato. Aunque es cierto que ella puso una nota al principio de la novela sobre esto:

“Ésta es una obra de intuición, pero cualquier similitud con hechos y personajes de la conquista de Chile no es casual. Asimismo me he tomado la libertad de modernizar el castellano del siglo XVI para evitar el pánico entre mis posibles lectores.”

El que haya puesto “pánico” me ofendió un poco, pero para ser realista La Araucana de Alonso de Ercilla, me ha costado trabajo, pero sí me gusta la lengua española de esos siglos, es hermosa y es una pena que haya sido dejada de lado en esta obra (aunque dos veces se cita a La Araucana) me pregunto si en realidad era por una imposibilidad de duplicar el lenguaje para la autora, es muy posible, pero hay que ser realista, solo los intelectuales hubieran pescado una obra así, pero entonces no sería best seller, sería de calidad xD (aunque según yo, esta obra puede salvarse un poco de ser best seller por ser un rescate chileno y femenino). Y bueno, para no dar más la lata, el último comentario:

Cito nuevamente, la nota preliminar a la novela:

“En estas páginas narro los hechos tal como fueron documentados. Me limitaré a hilarlos con un ejercicio mínimo de imaginación.”

NOOOOO, pecado mortal triple xDDD toda obra es fantástica, por tanto sus personajes también lo son, y sus hechos, no se puede esperar este libro como historia, incluso si es novela histórica, sino como fantasía, siempre, siempre! Es regla de teoría literaria >_>, yo creo que los editores lo sabían, pero como es best sellers lo pasan por alto, ainch x_x mi profe de literatura daría un discurso largo sobre esto.

Aparte xD rescatando el libro de mis propias críticas, y como dije antes, rescata la historia y lo femenino, además del mismo personaje de Inés, a los que los historiadores machistas nunca tomaron en cuenta ¬¬.

Ahora leeré otro librillo de La Tercera, esta vez de Pedro de Valdivia para instruirme un poco más del tema, y seguiré en mi lucha con La Araucana, además de leer un poco de una enciclopedia de literatura que rapté de mi casa.

Me ha interesado a propósito el personaje de Lautaro, así que tal vez me aventura con Lautaro, joven libertador de Arauco de Fernando Alegría, pero en realidad con el libro de Inés ya terminé con mis libros sobre Hispanoamericana así que debería leer La Celestina de Fernando de Rojas (wo, otro Fernando, y yo me llamo Fernanda, y mi padre Fernando y wowow xp) pero me llama más la narrativa, es más, como les comenté, planeo comprarme la novela: La casa de los espíritus, y conseguirme el de Marco Polo (éste último, sin embargo, parece más difícil de conseguir) pero me serviría para complementar mis lecturas de Hispanoamericana? :p nah! xD escusa barata jaja.

Ya les comentaré xD, a todo esto debo trabajar haciendo fichas de los libros ya leídos, uhhh, eso no me anima mucho, pero es necesario, aunque no se note, no soy computadora y me olvido de cosas.

Gracias por leer a los que leyeron hasta el final *-*, viva la literatura.

Y otra vez: UN SALUDO PA PIÑERA QUE ME ESTÁ LEYENDO! POR EDUCACIÓN DE CALIDAD, NO AL IMPUESTO AL LIBRO!!! xD único país del mundo donde existe joder, nos quieren ignorantes, nos quieren ignorantes! xD y no es broma o.ó

jueves, 21 de julio de 2011

Blacamán el bueno, vendedor de milagros de Gabriel García Márquez

El último cuento que leí del libro "La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada", todos los cuentos de ese libro son geniales, pero tal vez porque fue este con el que me despedí del libro me gustó más, definitivamente G.G.M es fabuloso! xD

"Blacamán el bueno, vendedor de milagros" (1968)

de Gabriel García Márquez.

Desde el primer domingo que lo vi me pareció una mula de monosabio, con sus tirantes de terciopelo pespuntados con filamentos de oro, sus sortijas con pedrerías de colores en todos los dedos y su trenza de cascabeles, trepado sobre una mesa en el puerto de Santa María del Darién, entre los frascos de específicos y las yerbas de consuelo que él mismo preparaba y vendía a grito herido por los pueblos del Caribe, sólo que entonces no estaba tratando de vender nada de aquella cochambre de indios sino pidiendo que le llevaran una culebra de verdad para demostrar en carne propia un contraveneno de su invención, el único infalible, señoras y señores, contra las picaduras de serpientes, tarántulas y escolopendras, y toda clase de mamíferos ponzoñosos. Alquien que parecía muy impresionado por su determinación consiguió nadie supo dónde y le llevó dentro de un frasco una mapaná de las peores, de esas que empiezan por envenenar la respiración, y él la destapó con tantas ganas que todos creimos que se la iba a comer, pero no bien se sintió libre el animal saltó fuera del frasco y le dio un tijeretazo en el cuello que ahí mismo lo dejó sin aire para la oratoria, y apenas tuvo tiempo de tomarse el antídoto cuando el dispensario de pacotilla se derrumbó sobre la muchedumbre y él quedó revolcándose en el suelo con el enorme cuerpo desbaratado como si no tuviera nada por dentro, pero sin dejarse de reir con todos sus dientes de oro. Cómo sería el estrépito, que un acorazado del norte que estaba en el muelle desde hacía como veinte años en visita de buena voluntad declaró la cuarentena para que no se subiera a bordo el veneno de la culebra, y la gente que estaba santificando el domingo de ramos se salió de la misa con sus palmas benditas, pues nadie quería perderse la función del emponzoñado que ya empezaba a inflarse con el aire de la muerte, y estaba dos veces más gordo de lo que había sido, echando espuma de hiel por la boca y resollando por los poros, pero todavía riéndose con tanta vida que los cascabeles le cascabeleaban por todo el cuerpo. La hinchazón le reventó los cordones de las polainas y las costuras de la ropa, los dedos se le amorcillaron por la presión de las sortijas, se puso del color del venado en salmuera y se le salieron por la culata unos requiebros de postrimerías, así que todo el que había visto un picado de culebra sabía que se estaba pudriendo antes de morir y que iba a quedar tan desmigajado que tendrían que recogerlo con una pala para echarlo dentro de un saco, pero también pensaban que hasta en su estado de aserrín iba a seguirse riendo. Aquello era tan increíble que los infantes de marina se encaramaron en los puentes del barco para tomarle retratos en colores con aparatos de larga distancia, pero las mujeres que se habían salido de misa les descompusieron las intenciones, pues taparon al moribundo con una manta y le pusieron encima las palmas benditas, una porque no les gustaba que la infantería profanara el cuerpo con máquinas de adventistas, otras porque les daba miedo seguir viendo aquel idólatra que era capaz de morirse muerto de risa, y otras por si acaso conseguían con eso que por lo menos el alma se le desenvenenara. Todo el mundo lo daba por muerto, cuando se apartó los ramos de una brazada, todavía medio atarantado y todo desconvalecido por el mal rato, pero enderezó la mesa sin ayuda de nadie, se volvió a subir como un cangrejo, y ya estaba otra vez gritando que aquel contraveneno era sencillamente la mano de Dios en un frasquito, como todos lo habíamos visto con nuestros propios ojos, aunque sólo costaba dos cuartillos porque él no lo había inventado como negocio sino por el bien de la humanidad, y a ver quién dijo uno, señoras y señores, no más que por favor no se me amontonen que para todos hay.

Por supuesto que se amontonaron, y que hicieron bien, porque al final no hubo para todos. Hasta el almirante del acorazado se llevó un frasquito, convencido por él de que también era bueno para los plomos envenenados de los anarquistas, y los tripulantes no se conformaron con tomarle subido en la mesa los retratos en colores que no pudieron tomarle muerto, sino que le hicieron firmar autógrafos hasta que los calambres le torcieron el brazo. Era casi de noche y sólo quedábamos en el puerto los más perplejos, cuando él buscó con la mirada a alguno que tuviera cara de bobo para que lo ayudara a guardar los frascos, y por supuesto se fijó en mí. Aquella fue como la mirada del destino, no sólo del mío sino también del suyo, pues de eso hace más de un siglo y ambos nos acordamos todavía como si hubiera sido el domingo pasado. El caso es que estábamos metiendo su botica de circo en aquel baúl con vueltas de púrpura que más bien parecía el sepulcro de un erudito, cuando el debió verme por dentro alguna luz que no me había visto antes, porque me preguntó de mala índole quién eres tú, y yo le contesté que era el único huérfano de padre y madre a quien todavía no se le había muerto el papá, y él soltó unas carcajadas más estrepitosas que las del veneno y me preguntó después qué haces en la vida, y yo le contesté que no hacía más que estar vivo porque todo lo demás no valía la pena, y todavía llorando de risa me preguntó cuál es la ciencia que más quisieras conocer en el mundo, y esa fue la única vez en que le contesté sin burlas la verdad, que quería ser adivino, y entonces no se volvió a reir sino que me dijo como pensando de viva voz que para eso me faltaba poco, pues ya tenía lo más difícil de aprender, que era mi cara de bobo. Esa misma noche habló con mi padre, y por un real y dos cuartillos y una baraja de pronosticar adulterios, me compró para siempre.

Así era Blacamán, el malo, porque el bueno soy yo. Era capaz de convencer a un astrónomo de que el mes de febrero no era más que un rebaño de elefantes invisibles, pero cuando la buena suerte se le volteaba se volvía bruto del corazón. En sus tiempos de gloria había sido embalsamador de virreyes, y dicen que les componía una cara de tanta autoridad que durante mucho años seguían gobernando mejor que cuando estaban vivos, y que nadie se atrevía a enterrarlos mientras él no volviera a ponerles su semblante de muertos, pero el prestigio se le descalabró con la invención de un ajedrez de nunca acabar que volvió loco a un capellán y provocó dos suicidios ilustres, y así fue decayendo de intérprete de sueños en hipnotizador de cumpleaños, de sacador de muelas por sugestión en curandero de feria, de modo que por la época en que nos conocimos ya lo miraban de medio lado hasta los filibusteros. Andábamos a la deriva con nuestro tenderete de chanchullos, y la vida era una eterna zozobra tratando de vender los supositorios de evasión que volvían transparentes a los contrabandistas, las gotas furtivas que las esposas bautizadas echaban en la sopa para infundir el temor de Dios en los maridos holandeses, y todo lo que ustedes quieran comprar por su propia voluntad, señoras y señores, porque esto no es una orden sino un consejo, y al fin y al cabo, tampoco la felicidad es una obligación. Sin embargo, por mucho que nos muriéramos de risa de sus ocurrencias, la verdad es que a duras penas nos alcanzaban para comer, y su última esperanza se fundaba en mi vocación de adivino. Me encerraba en el baúl sepulcral disfrazado de japonés y amarrado con cadenas de estribor para que tratara de adivinar lo que pudiera, mientras él le daba vueltas a la gramática buscando el mejor modo de convencer al mundo de mi nueva ciencia, y aquí tienen, señoras y señores, a esta criatura encandilada por las luciérnagas de Ezequiel, y usted que se ha quedado ahí con esa cara de incrédulo vamos a ver si se atreve a preguntarle cuándo se va a morir, pero nunca conseguí adivinar ni la fecha en que estábamos, así que él me desahució como adivino porque el sopor de la digestión te trastorna la glándula de los presagios, y resolvió llevarme donde mi padre para que le devolviera la plata. Sin embargo, en esos tiempos le dio por encontrar aplicaciones prácticas para la electricidad del sufrimiento, y se puso a fabricar una máquina de coser que funcionara conectada mediante ventosas con la parte del cuerpo en que se tuviera un dolor. Como yo pasaba la noche quejándome de las palizas que él me daba para conjurar la mala suerte, tuvo que quedarse conmigo como probador de su invento, y así el regreso se nos fue demorando y se le fue componiendo el humor, hasta que la máquina funcionó tan bien que no sólo cosía mejor que una novicia, sino que además bordaba pájaros y astromelias según la posición y la intensidad del dolor. En esas estábamos, convencidos de haber burlado otra vez a la adversidad, cuando nos alcanzó la noticia de que el comandante del acorazado había querido repetir en Filadelfia la prueba del contraveneno, y se convirtió en mermelada de almirante en presencia de su estado mayor.

No se volvió a reir en mucho tiempo. Nos fugamos por desfiladeros de indios, y mientras más perdidos nos encontrábamos más claras nos llegaban las voces de que los infantes de marina habían invadido la nación con el pretexto de exterminar la fiebre amarilla, y andaban descabezando a cuanto cacharrero inveterado o eventual encontraban a su paso, y no sólo a los nativos por precaución, sino también a los chinos por distracción, a los negros por costumbre y a los hindúes por encantadores de serpientes, y después arrasaron con la fauna y la flora y con lo que pudieron del reino mineral, porque sus especialistas en nuestros asuntos les habían enseñado que la gente del Caribe tenía la virtud de cambiar de naturaleza para embolatar a los gringos. Yo no entendía de dónde les había salido aquella rabia, no por qué nosotros teníamos tanto miedo, hasta que nos hallamos a salvo en los vientos eternos de la Guajira, y sólo allí tuvo ánimos para confesarme que su contraveneno no era más que ruibarbo con trementina, pero que le había pagado dos cuartillos a un calanchín para que le llevara aquella mapaná sin ponzoña. Nos quedamos en las ruinas de una misión colonial, engañados con la esperanza de que pasaran los contrabandistas, que eran hombres de fiar y los únicos capaces de aventurarse bajo el sol mercurial de aquellos yermos de salitre. Al principio comíamos salamandras con flores de escombros, y aún nos quedaba espíritu para reirnos cuando tratamos de comernos sus polainas hervidas, pero al final nos comimos hasta las telarañas de los aljibes, y sólo entonces nos dimos cuenta de la falta que nos hacía el mundo. Como yo no conocía en aquel tiempo ningún recurso contra la muerte, simplemente me acosté a esperarla donde me doliera menos, mientras él deliraba con el recuerdo de una mujer tan tierna que podía pasar suspirando a través de las paredes, pero también aquel recuerdo inventado era un artificio de su ingenio para burlar a la muerte con lástimas de amor. Sin embargo, a la hora en que debíamos habernos muerto se me acercó más vivo que nunca y estuvo la noche entera vigilándome la agonía, pensando con tanta fuerza que todavía no he logrado saber si lo que silbaba entre los escombros era el viento o su pensamiento, y antes del amanecer me dijo con la misma voz y la misma determinación de otra época que ahora conocía la verdad, y era que yo le había vuelto a torcer la suerte, de modo que amárrate bien los pantalones porque lo mismo que me la torciste me la vas a enderezar.

Ahí fue donde se echó a perder el poco de cariño que le tenía. Me quitó los últimos trapos de encima, me enrolló en alambre de púas, me restregó piedras de salitre en las mataduras, me puso en salmuera en mis propias aguas y me colgó por los tobillos para macerarme al sol, y todavía gritaba que aquella mortificación no era bastante para apaciguar a sus perseguidores. Por último me echó a pudrir en mis propias miserias dentro del calabozo de penitencia donde los misioneros coloniales regeneraban a los herejes, y con la perfidia de ventrílocuo que todavía le sobraba se puso a imitar las voces de los animales de comer, el rumor de las remolachas en octubre y el ruido de los manantiales, para torturarme con la ilusión de que me estaba muriendo de indigencia en el paraíso. Cuando por fin lo abastecieron los contrabandistas, bajaba al calabozo para darme de comer cualquier cosa que no me dejara morir, pero luego me hacía pagar la caridad arrancándome las uñas con tenazas y rebajándome los dientes con piedras de triturar, y mi único consuelo era el deseo de que la vida me diera tiempo y fortuna para desquitarme de tanta infamia con otros martirios peores. Yo mismo me asombraba de que pudiera resistir la peste de mi propia putrefacción, y todavía me echaba encima las sobras de sus almuerzos y mataba animales del desierto y los ponía por los rincones para que el aire del calabozo se acabara de envenenar. No sé cuánto tiempo había pasado, cuando me llevó el cadáver de un conejo para mostrarme que prefería echarlo a pudrir en vez de dármelo a comer, y hasta allí me alcanzó la paciencia y solamente me quedó el rencor, de modo que agarré el conejo por las orejas y lo mandé contra la pared con la ilusión de que era él y no el animal el que se iba a reventar y entonces fue cuando sucedió, como en un sueño, que el conejo no sólo resucitó con un chillido de espanto, sino que regresó a mis manos caminando por el aire.

Así fue como empezó mi vida grande. Desde entonces ando por el mundo desfiebrando a los palúdicos por dos pesos, visionando a los ciegos por cuatro con cincuenta, desaguando a los hidrópicos por dieciocho, completando a los mutilados por veinte pesos si lo son de nacimiento, por veintidós si lo son por accidente o peloteras, por veinticinco si lo son por causa de guerras, terremotos, desembarcos de infantes o cualquier otro gesto de calamidades públicas, atendiendo a los enfermos comunes al por mayor mediante arrego especial, a los locos según su tema, a los niños por mitad de precio y a los bobos por gratitud, y a ver quién se atreve a decir que no soy un filántropo, damas y caballeros, y ahora sí, señor comandante de la vigésima flota, ordene a sus muchachos que quiten las barricadas para que pase la humanidad doliente, los lazariños a la izquierda, los epilépticos a la derecha, los tullidos donde no estorben y allá detrás los menos urgentes, no más que por favor no se me apelotonen que después no respondo si se les confunden las enfermedades y quedan curados de lo que no es, y que siga la música hasta que hierva el cobre, y los cohetes hasta que se quemen los ángeles y el aguardiente hasta matar la idea, y vengan los maritornes y los maromeros, los matarifes y los fotógrafos, y todo eso por cuenta mía, damas y caballeros, que aquí se acabó la mala fama de los Blacamanes y se armó el despelote universal. Así los voy adormeciendo, con técnicas de diputado, por si acaso me falla el criterio y algunos se me quedan peor de lo que estaban. Lo único que ya no hago es resucitar a los muertos, porque apenas abren los ojos contramatan de rabia al perturbador de su estado, y a fin de cuentas los que no se suicidan se vuelven a morir de desilusión. Al principio me perseguía un congreso de sabios para investigar la legalidad de mi industria, y cuando estuvieron convencidos me amenazaron con el infierno de Simón el Mago y me recomendaron una vida de penitencia para que llegara a ser santo, pero yo les contesté sin menosprecio de su autoridad que era precisamente por ahí por donde había empezado. La verdad es que yo no gano nada con ser santo después de muerto, yo lo que soy es un artista, y lo que único que quiero es estar vivo para seguir a pura de flor de burro con este carricoche convertible de dieciséis cilindros que le compré al cónsul de los infantes, con este chofer trinitario que era barítono de la ópera de los piratas de Nueva Orleans, con mis camisas de gusano legítimo, mis lociones de oriente, mis dientes de topacio, mi sombrero de tartarita y mis botines de dos colores, durmiendo sin despertador, bailando con las reinas de la belleza y dejándolas como alucinadas con mi retórica de diccionario, y sin que me tiemble la pajarilla si un miércoles de ceniza se me marchitan las facultades, que para seguir con esta vida de ministro me basta con mi cara de bobo y me sobra con el tropel de tiendas que tengo desde aquí hasta más allá del crepúsculo, donde los mismos turistas que nos andaban cobrando al almirante trastabillan ahora por comprar los retratos con mi rúbrica, los almanaques con mis versos de amor, las medallas con mi perfil, mis pulgadas de ropa, y todo eso sin la gloriosa conduerma de estar todo el día y toda la noche esculpido en mármol ecuestre y cagado de colondrinas como los padres de la patria.

Lástima que Blacamán el malo no pueda repetir esta historia para que vean que no tiene nada de invención. La última vez que alguien lo vio en este mundo había perdido hasta los estoperoles de su antiguo esplendor, y tenía el alma desmantelada y los huesos en desorden por el rigor del desierto, pero todavía le sobró un buen par de cascabeles para reaparecer aquel domingo en el puerto de Santa María del Darién con el eterno baúl sepulcral, sólo que entonces no estaba tratando de vender ningún contraveneno sino pidiendo con la voz agrietada por la emoción que los infantes de marina lo fusilaran en espectáculo público para demostrar en carne propia las facultades resucitadoras de esta criatura sobrenatural, señoras y señores, y aunque a ustedes les sobra derecho para no creerme después de haber padecido durante tanto tiempo mis malas mañas de embustero y falsificador, les juro por los huesos de mi madre que esta prueba de hoy no es nada del otro mundo sino la humilde verdad, y por si les quedara alguna duda fíjense bien que ahora no me estoy riendo como antes sino aguantando las ganas de llorar. Cómo sería de convincente, que se desabotonó la camisa con los ojos ahogados de lágrimas y se daba palmadas de mulo en el corazón para indicar el mejor sitio de la muerte, y sin embargo los infantes de marina no se atrevieron a disparar por temor de que las muchedumbres dominicales les conocieran el desprestigio. Alguien que quizás no olvidaba los blacamanismos de otra época consiguió nadie supo dónde y le llevó dentro de una lata unas raíces de barbasco que habrían alcanzado para sacar a flote a todas las corbinas del Caribe, y él las destapó con tantas ganas como si de verdad se las fuera a comer, y en efecto se las comió, señoras y señores, no más que por favor no se me conmuevan ni vayan a rezar por mi descanso, que esta muerte no es más que una visita. Aquella vez fue tan honrado que no incurrió en estertores de ópera sino que se bajó de la mesa como un cangrejo, buscó en el suelo a través de las primeras dudas el lugar más digno para acostarse, y desde allí me miró como a una madre y exhaló el último suspiro entre sus propios brazos, todavía aguantando sus lágrimas de hombre y torcido al derecho y al revés por el tétano de la eternidad. Fue esa la única vez, por supuesto, en que me fracasó la ciencia. Lo metí en aquel baúl de tamaño premonitorio donde cupo de cuerpo entero, le hice cantar una misa de tinieblas que me costó cincuenta doblones de a cuatro porque el oficiante estaba vestido de oro y había además tres obispos sentados, le mandé a edificar un mausoleo de emperador sobre una colina expuesta a los tiempos más propicios del mar, con una capilla para él solo y una lápida de hierro donde quedó escrito con mayúsculas góticas que aquí yace Blacamán el muerto, mal llamado el malo, burlador de los infantes y víctima de la ciencia, y cuando estas honras me bastaron para hacerle justicia por sus virtudes empecé a desquitarme de sus infamias, y entonces lo resucité dentro del sepulcro blindado, y allí lo dejé revolcándose en el horror. Eso fue mucho antes de que a Santa María del Darién se le tragara la marabunta, pero el mausoleo sigue intacto en la colina, a la sombra de los dragones que suben a dormir en los vientos atlánticos, y cada vez que paso por estos rumbos le llevo un automóvil cargado de rosas y el corazón me duele de lástima por sus virtudes, pero después pongo el oído en la lápida para sentirlo llorar entre los escombros del baúl desbaratado, y si acaso se ha vuelto a morir lo vuelvo a resucitar, pues la gracia del escarmiento es que siga viviendo en la sepultura mientras yo esté vivo, es decir, para siempre.

Fic de Covelina, continuación.

Autora: Covelina
Serie: HWS
Pareja: Grecia x Japón (Heracles x Kiku)

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Japón no comprendía cómo había dejado que las cosas llegaran a tal punto, encogiéndose tímidamente en la sábana que Grecia le había prestado para que se cubriera mientras lavaba su ropa manchada de raki, desde luego que la idea había sido suya pues el europeo no había dado ninguna muestra de querer tapar la pálida piel de su azorado invitado, con esa espontánea liberalidad de la que hacía gala. Lo más problemático era, además, que el clima mediterráneo no se ajustaba mucho a sus intenciones, ofreciéndole un día altamente soleado que lo hacía transpirar dentro de su refugio de lino y, en cambio, perlaba el cuerpo de Grecia cuando tendía la ropa en las sogas, emulando a los antiguos atletas que homenajeaban a sus dioses con el esplendor de su juventud y… ¿En qué diablos estaba pensando? Japón sacudió la cabeza aun más agitado, esperando que su rubor se disimulara con los efectos del calor, hasta llegaba a pensar que el tiempo atmosférico también podía ser una confabulación de su anfitrión.

No podía decir que se sentía mal, todo estaba en calma tal y como a él le gustaba, la única inquietud provenía de su interior, por lo que decidió sacarla de sí para no incurrir en una descortesía para con su anfitrión. Comenzó a respirar hondo para relajarse y sacar de su mente todas esas tonterías, dejó que el sol lo cobijara, la suave brisa del Mediterráneo acariciara sus cabellos y los maullidos de los gatos que los circundaban arrullaran tiernamente su paz. Su estado de relajación llegó a tal punto que se sintió adormecer, la sábana se había deslizado por su hombro, pero no le importó, comenzaba a sentir ese sopor que caracterizaba tanto a Grecia…

Se recostó sobre el diván de mimbre en que estaba sentado, sumamente complacido, entonces comenzó a sentir una delicada caricia avanzando sobre sus piernas, quería oponerse pero el tacto era tan sutil que dudaba de su veracidad, se agitó un poco, la caricia continuaba avanzando en la misma medida que su nerviosismo, se aproximaba a un punto crítico, aquello fue demasiado; al primer roce indebido se sentó súbitamente exclamando en un tono anhelante que pretendía parecer ofendido.

-¡Grecia san!

-¿Eh?

El aludido se acercó por el frente, llevando en sus manos un canasto con ropa húmeda ¿Si él estaba ahí entonces…? Miró a sus piernas, un pequeño gatito ya había hecho de aquél el lecho de su siesta y comenzaba a runrunear. La vergüenza coloreó las mejillas del oriental.

-¿Qué te estaba pasando, Japón?

Japón se alzó de súbito (lanzando al gatito lejos en el intertanto, suerte que cayó de pie) recobrando a duras penas su compostura.

-C-creo que debo irme, Grecia san, por f-favor devuélvame mi ropa.

Las últimas palabras hicieron que volviera a sonrojarse para supo divertimento de su interlocutor. Mientras se tomaba su tiempo para buscar las prendas del invitado, Grecia pensó

-Japón es tan fácil de provocar…

Fanfic de Hetalia, Grecia x Japón, Autor: Covelina.

Rescatando los fics del blog de Kai (mi único afiliado, y morirá xD) aquí uno de sus fics:

Autora: Covelina
Serie: HWS
Pareja: Grecia x Japón (Heracles x Kiku)

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Como siempre que visitaba la casa del balcánico, Japón se estremeció de ansiedad antes de golpear suavemente la puerta en esa calurosa tarde de verano mediterráneo. No era que le desagradara estar con él, por el contrario, cuando se encontraba a su lado todo lo demás disminuía su importancia y sólo se dejaba llevar por la calma perenne de su anfitrión.

Esa calma con la que deducía que el habitante de la casa comenzaba a acercarse a la puerta, a juzgar por la demora. Finalmente sintió acercarse unos maullidos y Grecia asomó somnolientamente en la puerta. Los ojos de Japón descendieron al mismo tiempo que su rostro se fue encendiendo de rubor, al notar que el europeo se encontraba apenas vistiendo ropa interior ¿Por qué estos occidentales no conocían el pudor?

-G-Grecia san…

Musitó azorado. Al darse cuenta, el aludido accionó muy (realmente muy) ligeramente sus músculos faciales en algo que algún día podría haber sido una sonrisa.

-Estoy lavando la ropa ahora… ¿Me acompañas?

Japón asintió sin levantar la vista del suelo, ante todo para no ser descortés. Era una situación incómoda, aunque no negaba que el torso bien formado de Grecia le provocaba suma admiración, como si hubiese sido esculpido por el renombrado Fidias ¿Cómo se mantendría en tan buen estado físico si se pasaba el día durmiendo?

-¿Una bebida?

Grecia lo sacó de sus reflexiones con su lánguida voz.

-Sí, por favor.

No, no podía desviar sus pensamientos de ese cuerpo, que con simpleza se daba a exponer su belleza. Y algo en lo más profundo de su intuición de japonés le decía que él lo hacía apropósito.

-Japón…-

Volvió hablar (más bien bostezar) Grecia mientras extendía a su invitado la mano con un vaso de Raki* que en una mala maniobra fue a dar con todo el contenido ¿accidentalmente? en las ropas de Japón

- Lo siento…-declaró con una suave sonrisa que parecía ocultar mucho más de lo que aparentaba- Tendremos que lavarla también.

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*Raki: (también llamado tsikoudia o tsipouro). Raki le dicen los turcos y la palabra cretense es tsikoudia. Licor elaborado con alcohol de grapa, esencia de anís y azúcar y en general es de factura artesanal. Es realmente muy fuerte y si conoces a algún griego o griega es muy probable que te convide uno como símbolo de amistad.

miércoles, 20 de julio de 2011

fanfic Dragon Ball Trunks x Gohan

Hola, aquí otro fic de la nada, me la pidió un amigo para ahcer un doujinshi de esta pareja, ojalá salga, si es así lo pondré aquí. Espero que lo disfruten!:

Él es diferente frente a otras personas, es el simple joven alegre y puro de 16 años, que no a pasado por la crueldad de batallas donde se pierden amigos y familia… pero cuando nadie más ve, cuando sólo su mirada puede cruzarse con la mía, sus ojos cambian, son como de aquel personaje viajador del tiempo, venidor del futuro que tenía la tez fría y estática, con la mirada dura de haber vivido una época de caos y muerte… aún si él no lo sabe, aún si nadie se lo dijo nunca, parte de ese Trunks del futuro, deseoso de matar, de vengar muertes ajenas pero intimas, está en él.

Pero, ¿por qué están esos ojos aquí, en este joven Trunks de este presente pasivo y tranquilo? Algo de el futuro viajó de alguna manera, los tiempos debían necesariamente entrelazarse para mantener un equilibrio entre la cronología infinita… y apareció aquí, conmigo, como la mala suerte, y como una resignación, apareció conmigo esa frialdad, venganza, ese deseo de herir.

No sé por qué conmigo, tal vez es el pago de algún hecho extraño que no puedo comprender aún, tal vez ese mismo equilibrio cronológico del cosmos me está cobrando una cuenta pasada o incluso futura, tal vez por eso no lucho tampoco… o tal vez todo esto es mi pobre excusa resignada a dejarme violar.

Ahí está otra vez, con la excusa de venir a ver a Gontenz pasea por la casa, cruza sus ojos en soledad con los míos, y esa mirada fría, esa mirada que nadie ha visto en él y que sólo me muestra a mí, aparece… profunda y penetrante, y te acercas, dices mi nombre y tu voz retumba en mis oídos, te veo como en cámara lenta tus pasos con cada paso acercarte, y me quedo inmóvil esperando… esperando…

- no te quedan esos lentes…

- ….. - ¿qué es esa pobre escusa para ensañarte conmigo? Me los quitas, tal vez solo quería desnudarme un poco aunque sea en algo tan pequeño e insignificante como mis gafas cuadradas. Ahora mi corbata, la estiras, la sueltas, no respetas que esté vestido como un adulto en terno, ni siquiera que sea un adulto del todo en mis 27 años de edad. No, eso incluso, te motiva a continuar… - puede venir alguien…

- no, tus padres salieron y le dije a Gotenz… - me miras – que te consultaría algo… y eso haré. – esos ojos fríos y sentenciaros, son como los ojos de tu padre en la cotidianidad, seguro que tú sólo usarías esa mirada en una gran batalla, pero no a llegado la oportunidad para ti, la paz de este mundo sólo te a molestado y te a limitado, después de todo somos sayayins, nacimos para la lucha, sin lucha, nos desesperamos, y tú te desahogas conmigo.

- en-entonces – titubeo, quiero y no quiero decirlo – vamos a mi oficina… - desvío la mirada, pero puedo ver sin ver tu sonrisa retorcida, crees que me tienes bajo tu control… ¿será posible? Hace ya un año que este extraño juego vengativo comenzó, y desde el primer momento no me e defendido, a lo más sorprendido e incluso asustado, pero no defendido, e recibido todo tu accionar sin luchar… por primera vez, no lucho.

Estoy ya en mi oficina, reconozco mi escritorio con papeles revueltos, llegué aquí sin darme cuenta, y él quita mi saco dejándolo sobre una silla, y sigo inmóvil, aunque mi respiración se a agitado; todo fluye naturalmente, se oyen las aves desde la ventana, y se pueden ver las hojas a través del cristal siendo movidas por el viento en este tranquilo día primaveral, no, es tranquilo allá afuera, aquí dentro ponto será un infierno, lo sé y no hago nada para evitarlo.

- en el escritorio.

Parece una orden, es una orden. Pero no es dicha duramente, sólo de forma demasiado firme, porque es lo que quiere, lo que desea, y lo que hará, no hay más que eso.

Lo miro de reojo, ya no tengo corbata y mi camisa está desabrochada en los primeros botones, no sé donde están mis gafas… todo mi orden se a destruido, tal vez este Trunks nunca visto por nadie a hecho despertar en mi un Gohan nunca antes visto tampoco, uno que solo le muestro a él, como él se me muestra a mí, solo a mí.

Camina empujándome con su pecho al escritorio, dándome la vuelta con brusquedad para quedar cara a cara a él. Se a desesperado, no soporta la lentitud en mi accionar, pero la verdad es que yo nunca e hecho nada, en ningún encuentro hago nada, porque no quiero reconocer que soy parte de aquello, así consuelo mi mente con que soy la pobre victima de él que me hace todo eso… todo eso…

- vamos, no eres una chica para ser tan lento… - su voz se a endurecido más, la ansiedad lo a excitado o tal vez la excitación lo puso ansioso; sus manos se mueven rápidas en quitar mi cinturón y yo aprieto la mandíbula mirando hacia esa ventana tranquila, tratando de alejar mi mente de lo ocurre en esa habitación… pero no puedo, él lo a notado y sus uñas se han enterrado en la piel de mi vientre obligándome a despertar de esa somnolencia, no, él desea que lo vea a los ojos, él desea absorber mi inquietud, observar el rápido proceso de tranquilidad a angustia y dolor.

- nn! – pestañeo, mis cejas se han puesto enfadas pero la verdad es que están sufrientes por el dolor sentido, estoy acostumbrado a tomarme el dolor con esa solemnidad de luchador, que él desea desmoronar.

Otra vez su sonrisa, su respiración suave junto a la mía, su boca se a acercado, sus dedos están tocando una intimidad ajena con demasiada tranquilidad, y un beso, y otro beso, y cierro mis ojos, no sé por qué pero siempre que junta sus labios con los míos cierro los ojos, simplemente no puedo mantenerlos abiertos, no puedo abrirlos… su beso es extraño, o al menos para mi que además de él sólo e besado a Bidel, ella besa con la ternura de una joven, él, es brusco y húmedo, como si devorara mi boca, tal vez esta brusquedad solo es alcanzable entre hombres, no, esta pasión.

- eso es… ya estás siendo bueno… - susurra en mis labios, mi pene ya está erecto, tan rápido, sólo por sus manos, antes esto me sorprendía, ahora ante lo inevitable del hecho no me queda más que aceptarlo, pero él se a dado cuenta, y ahora lo usa en mi contra para angustiarme – tan rápido… eres realmente fácil… - e allí su sonrisa otra vez, maliciosa, fría.

Lo miro casi con odio, con un rencor que sólo e mostrado a los enemigos de la tierra y su paz… pero el sonrojo en mis mejillas sólo logra hacer graciosa esa mirada, excusa para más burlas y humillaciones. Y su sonrisa se agranda, y se relame los labios.

Mis pantalones se caen, mis manos comienzas a temblar casi imperceptiblemente en el escritorio del que me apoyo, pero él lo nota, siempre él lo nota todo.

- abre tus piernas – su voz es suave pero fuerte, yo no me muevo, dejo que él con sus mano suaves y pequeñas abra mis muslos, mi piel se ha vuelto de gallina, y escucho el sonido viscoso de su lengua en sus dedos, humedeciéndolos, mientras miro el techo sin pensar en nada, el techo… como la ventana, están tan impasibles, sin importar nada, sin importar qué pasa en este lugar.

- Nn! Ay! – doy un brinco, sus dedos… sus dedos están molestando ese lugar… pero aún así no junto mis piernas, aunque podría no lo hago, sólo aprieto los dientes luchando contra su temblor, y acepto todo eso, con su ardor y dolor…

- Quieto… - su voz se ha agitado más, ya no tiene esa solemnidad de dominador, ahora él mismo está cayendo en su propio juego, ahora lo sé, él también me desea, más de lo que le gustaría…

- Nnn!! – más profundo, humedeciendo todo dentro de mi; su otra mano está pellizcando una de mis tetillas…

Y siento su mirada, absorbiéndolo todo. Y trato de esquivarla, trato de no chocar con ella, pero eso a él le enfada, lo enfurece y la furia lo excita más, toma mi mano abandonando mi tetilla ya roja, y me toma del cabello, fuertemente, obligándome a mirarlo, mientras entierra sus dedos (ya tres) dentro de mí, siento horribles escalofríos.

- mírame! – dice con una dureza furiosa en su voz, pero controla el volumen. Se calma, ve mi expresión de sudor, vergüenza y dolor, y se satisface – hmp – sonríe otra vez, y aunque no es apacible, veo su propio sonrojo… - está muy flexible ahora…

- …!! – abro grandes los ojos, ¡deja de humillarme! Quiero gritarlo pero no digo nada, sólo cierro los ojos, sintiendo el dolor de sus uñar en mi interior… - ah… au…au… - tirito.

- está bien, no sufras, ya te lo daré – se echa hacia atrás, abandonándome, mi cuerpo siente su ausencia de inmediato, y me desespero a mi vez.

Se desabrocha su cinturón, y su pene erecto sale de inmediato, grande y húmedo, en todo su esplendor de adolescente hiperactivo…

- … - qué estoy haciendo? Yo… yo debería correr ahora, debería irme, huir, sería tan fácil... – ah… - pero no lo hago. Espero, sólo espero, y él me mira con tranquilidad, tomándose su tiempo en consumir esa imagen de mí… la imagen que tanto deseaba crear y destruir.

- …. – se acerca – ahí voy, Gohan – no, no digas mi nombre.

- nnn!!! Ahh!! – grito, duele, arde, es, es tan horrible…

- cállate idiota, nos oirán – tapa mi boca con su mano – no quieres que se enteren, verdad? – y e ahí su malicia otra vez.

No se mueve, sólo entró de una sola vez, pero no se mueve. Espera a que termine de convulsionar y…

- nn!! Mmpp!! – su otra mano, me está meneando mi pene, tan fuerte, con tanta violencia… duele, duele, pero mis piernas siguen abiertas, tiritando siguen abiertas.

- Eso es… sé bueno… - dice jadeando a su vez Trunks.



Se siete horrible, duele tanto, y aprieto los dientes y los parpados en mis ojos cerrados mientras aguanto recibirlo todo de Trunks, mientras oigo el crujir del escritorio ante las presiones bruscas.

- auch! – me muerde el cuello, lucho por suplicar entre sus dedos – n-no! no marcas! No…

- qué? Las puede ver tu novia? – dice con malicia, pero con voz demasiado excitada como parecer tan malo como quiere ser.

- … - mi silencio se lo confirma.

- Jeje, lo sé, por eso lo hago – y sus envestidas se aceleran, sin dejarme razonar lo que a dicho ¿fue por eso? O al menos un efecto colateral deseado por él.

- Nn!! Nnn!! – sigue ardiendo, mientras lo siento más profundo en mi vientre, removiendo todo mi interior, presionando y golpeando mi carne por dentro, y ahí hay algo… hay algo dentro que hace arder mi pene, como electricidad que lo atraviesa todo de forma tan placentera que llega a doler, nunca e sentido el dolor así.

- Eso es… comienzas a sentirlo? – susurra agitado, a sacado su mano de mi boca, y me araña la espalda.

- Ah! ah! ah! – no pienso en nada, e cerrado los ojos y me siento caer (o elevarme?) a un sitio profundo, muy profundo que me envuelve del todo, destruyéndome, rompiendo mi carne, es tan grande que no puedo contenerlo, aniquilándome.

- No… mírame… - me llamas, y me besas como si así pudieras llegar hacía a mí, y es así, te siento, aún si no puedo abrir mis ojos por ese beso, ese beso hace que habrá más mis piernas, que se afirmen un poco más en su temblor así como mis brazos, y te reciben con más fuerzas, una invitación a que sea peor de lo que es: aceleras.

- Ahg! Ah! ay! Ay! – el ardor por las heridas de tus uñas y dientes, las envestidas más profundas, el ardor de una lubricación básica, junto con esa destrucción que provocas en mi interior… hace que me corra, abriendo mis ojos, impactándome de esa realidad, de oler mi semen y sentir su suciedad en mi vientre, tirito, tu exprimes todo mi semen provocando dolor por la sensibilidad de una resiente eyaculación.



Respiro agitado, agotado, me has aniquilado del todo, y toda la fuerza de mis piernas y brazos se ha ido, caería si no me sostuvieras.

- hmp, tan rápido – sonríes, mi mirada está perdida pero sé que sonríes, incluso, sospecho que te has relamido los labios – pero – tomas mi mentón aun si miro a la nada – aún no hemos terminado – y mi mirada se fija, te veo, sí, estabas sonriendo, malicioso, pero tu sonrojo me hace creer que hay algo más ahí… algo más.

- ….!! – me aterro un tanto, pero es normal, no acabamos hasta que tu estás satisfecho, esto no es para mí si no para ti.

Y empieza otra vez, profundo, fuerte, sin compasión de la sensibilidad de mi intimidad, y yo aprieto los ojos, me inclino más hacia atrás tratando de contenerme a mí mismo un poco más, arrugando los último papeles decentes del escritorio.

Y siento una de tus manos esparciendo el semen en mi vientre, llevándolo a mi pecho, y me siento asqueroso, humillado, siento unas pequeñas lágrimas contenidas en mis ojos, yo que sólo lloré cuando niño, vuelvo a llorar ahora de adulto por esto…

Pero pasas cualquier límite al meter esos dedos sucios en mis labios, los siento ahí, su viscosidad, su fuerte olor, y trato de mover la cara, pero tu otra mano obliga a mi boca a abrirse y metes los dedos, y te miro desesperado, y sonríes, ahora te vez en completa satisfacción, y andes los dedos, y me dan arcadas, voy a vomitar, me ahogo, y en esa visión oigo y veo tu gemido, cómo me miras con los ojos entreabiertos, abriendo tu boca para gemir por primera y última vez en ese encuentro.

Y te corres, con una mano en mi boca, y la otra en mi garganta, presionando, no es para obligarme a recibir tus dedos ¿verdad? Es por otra cosa.


Siento tu semen hinchar mi vientre, y la lágrima cae, suspiras, y aun adentro te acercas sacando los dedos húmedos de mi boca, y lames esa lagrima, no puedo ver tus ojos, quería ver tu mirada pero todo se a borrado, me siento caer al frio suelo y casi, sólo casi, tus brazos afirmándome, ¿o ya es un sueño?





Despierto, estoy en mi cuarto, estoy desnudo, sucio y adolorido; y Trunks no está. Sé que cada vez será peor, y mirando al techo, con una extraña tranquilidad me pregunto cual será el limite de esta tortura, ¿me matara? No, muerto no le sirvo, y en su mirada lo vi… él me seguirá para siempre.

¿FIN?

Comentarios a: shicakane@hotmail.com

O aquí mismo, o en el cuadro de chat xD

viernes, 15 de julio de 2011

Fanfic de Aru Hi Mori No Naka (doujinshi de KSB)



Hola! Este es una pequeña sorpresa, la verdad es que lo voy escribiendo hace mucho, por eso son como 11 páginas, y bueno, no lo había subido porque… je ES PURO SEXO XDDDD dios… ustedes saben que soy una fujoshi pervet hiper druper (para dudas, vuelvan a leer el cap 9 del fic de KSB, o el fic de RsuiaXlituania) y bueno en este fic expreso toda mi perversión y aunque esto es puro LEMON HARD aun así diré que el sexo es la mejor forma de expresar la locura de un amor, jojo, es mi escusa? xD en fin, yo amo este doujinshi, orejitas *////*! Bueno, espero que lo disfruten, para variar ADVIERTO QUE EL CONTENIDO ES MUUUUY FUERTE, pero sé que eso motiva a la mayoría, será xD.



ADVERTENCIA (una vez más): LEMON HARD, CONTENIDO NO APTO PARA GENTE NORMAL O EL FRIKI PROMEDIO, CUIDADO!



Fuera de eso, las que se aventuran, espero que lo disfruten:



ACORRALAMIENTO:



- Señor Lobo, déme de comer por favor.

- Ghh… pesas…



El oso lo tenía contra un árbol, un tranquilo paseo en la tarde se había transformado de pronto en un acorralamiento.



Entre los brazos del Oso, el Señor Lobo luchaba en vano para inclinarse hacia atrás mientras una gota nerviosa le caía por la frente. Oso la lamió.



- por favor… déme de comer… - decía con voz suave pero penetrante.

- … te di de comer hace dos días… - reprochó el Lobo, pero no podía sonar con la autoridad que deseaba pues su voz tiritaba.

- Pero necesito otra vez… - y empezó a oler descaradamente su cabello.

- …no puedo tan seguido… siquiera alcanzo a… sanar… - se removía lo que podía.

- Lo siento – y comenzó a lamer su cuello.

- Nnn…! – Lobo se contrajo.



Él se dejaba, desde que fue “comido” aquella vez, había sentido que de verdad ese oso había tomado su vida, por lo que después de aquello, no iba a luchar más… tomó esa decisión inconcientemente cuando le salvo la vida por segunda vez, aunque se lo dijo con otras palabras entre los barrotes de esa jaula.



Oso bajó por su pecho dejando pequeñas marcas de mordidas y chupones.



- nn!... no dejes marcas…

- …solo por estas partes… no se notará – susurró en respuesta mientras cada una de sus manos acariciaba cada tetilla del Sr. Lobo.

- Mpf….nn… - trataba de ahogar sus gemidos, mientras sus garras se enterraban en el tronco a sus costados, aguantando…



Miró al cielo, el viento movía las ramas de los árboles y pájaros a lo lejos se divisaban. Era como un sueño, cada vez que Oso lo “comía”, era como estar en inconciencia, como si no fuera real, y solo el dolor y las fuertes sensaciones lo despertaban de esa somnolencia.



- ay! – y e ahí, el dolor. Señor Lobo se contrajo inclinándose hacía delante, Oso había introducido su pene en su boca –ah! Espera! Duele! Tus dientes… - enredó sus manos entre sus cabellos, pero no lo detuvo, solo fue un reflejo ante el dolor.

- …. – Oso no cuidaba el rose de sus dientes contra el pene del Sr. Lobo, succionaba violentamente, ansioso por su comida, ansioso por hacerle más y más cosas. Sus manos habían llegado ya a sus nalgas, cuidando con esto que Sr. Lobo no se echara hacía atrás en lo más mínimo, aun si el tronco ya lo detenía.

- Nn!! Hnnhh!! – apretaba su mandíbula fuertemente, tratando de no hacer ruido, no era conveniente llamar la atención de algún animal, aunque, honestamente, ya sabía que estaban en peligro, ya sea por los ruidos o el olor de sus feromonas en ese acto, pero no podía detener a Oso, nunca, desde aquella vez en que le venció en fuerza a podido detenerlo… era como si... lo hubiera domado.

- Mmm… hueles tan bien Señor Lobo - murmuró Oso en uno de los pocos momentos en que dejaba liberado ese pene, inhalando con su nariz entre los vellos púbicos del lobo, que se sonrojó y contrajo por esta desvergonzura...

- ….! Qué haces?! No hagas eso! – honestamente trató de zafarse, pero Oso ya estaba aplicando toda su fuerza en él y no pudo, solo le quedo aguantar la vergüenza, y sentir la nariz de Oso aventurándose en su intimidad.

- No, déjame hacerlo… - aspiró un poco más, de forma descaradamente lenta, su boca se llenó de agua ante el exquisito aroma, y con saliva nueva volvió a succionar con fuerza el pene del Lobo, más ansioso de antes de obtener su alimento.

- Nnhh! Nnh!! – las manos del Sr. Lobo volvieron a posarse en el tronco con fuerza, enterrando más sus garras en el, al contrario que sus piernas, que estaban débiles y tiritaban – nnn!! Duele! Nnhh!

- Gime Sr. Lobo, por favor, necesito escucharlo… - y ante este deseo el Oso violentó con su lengua más el glande del Lobo, que no pudo evitar gemir ahora vivamente.

- Ahh! Ahhh! Auh! Ay! – ya no pudo mantenerse en pie, y con sus piernas tiritando y contra su voluntad, se deslizo por el tronco, como si la boca del Oso lo arrastrara, obligándolo a sentarse.



Ahora éste último cuidaba mantener las piernas abiertas de su “casi presa”, teniendo cada mano en cada uno de sus muslos suaves.



Lobo no podía evitar erectarse, pero a pesar de eso, era tan intensa la pasión del Oso y con ello el verdadero riesgo de peligro, que el orgasmo e incluso el rocoso camino hacía él, lo asustaba, porque sabía que era tan intenso que dolería… y también quedaría peligrosamente débil después de el.



- ahhh! Aahhh!! – los gemidos ahora eran vivos, el Lobo estiraba la cabeza hacía atrás y apretaba los ojos, mientras que tiritaba todo su cuerpo y se contraía a la vez.



Mientras, el Oso consumía el líquido preseminal del Lobo, succionándolo y tragándoselo del todo, chupando tras esto más fuerte aun, apurando el semen venidero.



Los gemidos del Lobo se intensificaron anunciando el destructor orgasmo, se contrajo, tuvo espasmos, echó ahora su cabeza hacía adelante y puso sus manos entre los cabellos del Oso, siquiera él sabía si hacía esto con ánimo de detenerlo o penetrar más fuerte su boca, lo cierto, es que apretó fuertemente sus cabello y sí presionó un tanto la cabeza del Oso contra su pene, pero no demasiado, en parte, ese placer que deseaba lo aniquilaba y quería evitarlo. Pero a pesar de su mente nublosa, el Lobo pudo oír casi desde lejos, las arcadas que le produjo al Oso, y sumiéndose en ellas y en sus propios gritos, se corrió al fin, dolorosamente, en la boca de su “amigo”, que cuido de inmediato tragarlo todo, a pesar del dolor de su garganta por las arcadas pasadas, tragando y tragando, cuidando no perder ni una gota, hasta que pequeños chorros se expulsaron y recién entonces pudo saborearlos del todo, sin peligro que se escurrieran de su boca por hacerlo.



Lobo tras correrse, y aun siendo victima de su orgasmo pasado, quedó prácticamente tirado, sentado en ese tronco, inclinado hacía un lado, su cuerpo tenía pequeños espasmos, y sus piernas estaban del todo abiertas por su propio peso. Respiraba agitado, con los ojos cerrados, sentía que incluso podría dormirse ahí a pesar del peligro y su apariencia: un Lobo semidesnudo y abierto de piernas.



Podía oír como el Oso tragaba su semen (solo las últimas tragadas, pues en las primeras estaba prácticamente sin nociones de nada), tan fuerte era ese ruido, o sus sentidos se habían agudizado solo para eso, ya que solo eso y las respiraciones de ambos las podía oír, hasta los pájaros habían callado para él, o en verdad lo estaban?



Recuperando el aire, entreabriendo sus ojos, afinó sus orejas, levantándolas un tanto pues hasta entonces estuvieron caídas, pudo oír a los pájaros, aunque todavía no podía fijar su mirada en algo concreto, aun tenía su mirada perdida en la nada. Su cola, tiesa, se movió apenas su punta, como si así recuperara su tacto.



Siquiera pudo percibir cuando Oso se levantó de su inclinación, y acomodándose entre sus piernas abiertas, puso cada una de sus manos a cada lado de la cabeza inclinada y cansada de su Sr. Lobo, mientras relamía sus propios labios, terminando de degustar el alimento ya consumido… no, aun necesitaba más.



Una de sus manos se posó en la mejilla del Señor Lobo, lo que lo hizo salir de su somnolencia, pero no alarmarse, se sentía como gelatina, y ya hace mucho se había resignado al tacto altanero del Oso, después de todo, hace un tiempo lleva “alimentándolo”.



Oso se acercó, mientras el Lobo fijaba débilmente su mirada en la suya, aun respiraba agitado, y alguna que otra gota de sudor le corría el pecho. Oso entonces hizo un movimiento para besarlo, lo que hizo reaccionar al fin del todo al Lobo.



- no! – apartó el rostro – tienes… la boca sucia… - y lo miró de reojo, con nerviosismo y vergüenza renovada aunque sabía que iba a perder.

- Está bien – dijo con tranquilidad el Oso, mostraba la tranquilidad de una bestia que sabe que ganará ante su presa – me lo e tragado todo…

- ….!!

- Además… - Oso gustaba de avergonzarlo – es tuyo, así que debe estar bien...

- ¡Eso no-- - fue interrumpido por el beso apasionado del Oso, el cual al principio fue rechazado por el Lobo, pero que ante su debilidad no pudo rechazarlo por mucho tiempo, abriendo su boca ante la lengua intrusa del Oso, pudiendo saborear los restos de su propio semen en la saliva de él. - mmhhnnn!!! – sus manos estaba en cada hombro del Oso, como si lo pechara, pero en realidad no lo hacía, y sus piernas se habían contraído, bastaron un par de minutos para que sus orejas volvieran a inclinarse para atrás, así como sus cejas volverse suplicantes – ah… espera… - entre besos trataba de articular palabras – ya está bien… no puedo otra…



Oso lamió la saliva del mentón del Lobo, permitiéndole decir estas palabras, pero no tenía la más mínima intención de hacerles caso. Siguió lamiendo, para después bajar a su cuello otra vez, ahora lamiendo los restos de sudor del orgasmo pasado del cuerpo del Sr. Lobo.



- ah… qué haces…? – Lobo de pronto se sentía demasiado abrumado incluso para avergonzarse, y con el sonrojo solo habitual trató de razonar en vano – eso es… sucio…

- claro que no… yo quiero comer todo de ti – lo miró, levantando su torso del Lobo – sabes que te comería de verdad… pero te amo, así que solo puedo comer parte de ti.

- …… - agitado el Lobo lo miró a los ojos igualmente, con sus ojos entreabiertos por el cansancio, sabía bien de antemano esta declaración, no dijo nada, y bajó la mirada, esperando…

- …. – Oso sonrió, y siguió lamiendo desde el medio de su pecho, doblando horizontalmente para llegar a cada hombro y seguir saboreando esa piel, le daba besos que parecían mordidas, podía el Lobo sentir los dientes rozando su carne de forma peligrosa, y no le quedaba más que apretar el pasto entre sus dedos, y apretar igualmente sus dientes.

- …mmm… - era muy fácil dejarse violar por el Oso, él era tan grande y fuerte, y a la vez suave e intenso, y el ser abusado era una adicción tanto para éste último como para el propio Lobo.



Los besos del Oso continuaron por el brazo derecho del Lobo, humedeciendo a lo largo de su camino con sus besos, hasta llegar a su muñeca que la aspiro con especial intensidad. Levantó él mismo ese brazo cansado para este fin, que yacía completamente relajado en su agotamiento y entrega (como todo el cuerpo del Lobo), solo reaccionando cuando Oso comenzó a besar la palma de su mano y lamer entre sus dedos.



- nn!! – entonces la mano se sostuvo por sí misma con suavidad, siendo movida suavemente por ambos hasta estar entremedio de los rostros. Oso tenía los ojos cerrados, sumido en su propia actividad, mientras el Lobo lo miraba casi tranquilo (más bien, resignado) cómo saboreaba su mano, pasando incluso por sus garras, haciéndose un poco de daño en su lengua por su filo - te… arañarás… - susurró algo tímido.

- Está bien – suspiraba el otro – no me molesta, que me lastimes. Y lo miró.

- ….. – se preguntó si eso era una indirecta, tal vez le pedía que lo lastimara así como él se dejaba ser lastimado.



El Oso volvió a cerrar los ojos para seguir lamiendo extasiado, al contrario que el Lobo, que prefirió mirar a otra parte, nervioso, pero no pudo aguantar volver a mirar a Oso de reojo, con algo de vergüenza.



Oso sintió su mirada y abrió sus ojos otra vez, juntando sus miadas Oso sonrió aun con su lengua afuera posada en los dedos del Lobo. Éste se puso nervioso, sintió por instinto el peligro de los ánimos renovados de su amigo…



Y tenía razón, Oso se inclinó y besó al Lobo nuevamente, mientras que una de sus manos trenzaba sus dedos con la mano del señor Lobo recién saboreada… la otra mano del Oso se aventuraba en la espalda del Lobo.



- mmm… - Oso era muy feliz en esos momentos hundiendo su lengua en la boca del lobo, deseando su sabor y saliva.

- ….! – mientras el Lobo solo se tensaba nervioso apretando los ojos - “sangre…” – pudo saborear la sangre del oso en su boca, sí se había arañado la lengua después de todo.



Y el Sr. Lobo, como buen carnívoro no pudo evitar saborearla con su propia lengua sin pensar, y se le lleno la boca de agua al momento, que el Oso degustó feliz. Pero para el Sr. Lobo la sangre del Oso era diferentes que las otras, no por su sabor, por ser de un animal diferente, sino por… un sentimiento, había un sentimiento en esa sangre algo que lo hacía relajarse y a la vez encenderse, era diferente a todo… el siempre había sido quien consumía la sangre de sus presas, pero esta vez, el Oso se la entregaba, y él la recibía casi por casualidad. Nunca le había ocurrido algo así, él siempre conseguía sangre a la fuerza.



Pero todas estas sensaciones se esfumaron, apenas el Lobo sintió los dedos del Oso acariciar su entrada (N/A: en el mundo del yaoi esto es solo entrada xD)…



- nhm! - Lobo se apartó de su boca a pesar de la agradable sensación, un grueso hilo de saliva los mantuvo unidos un momento – qu-qué haces?!

- Por favor… solo un poco… - Oso lo miraba sonrojado y con ojos brillantes lamiendo su mentón tanto por deseo como para persuadir as u amigo, bien sabía que con su lengua por su cara éste se ablandaba.

- Nn… que no… no me gusta – y se removía, pero los dedos del Oso seguían acariciando esa zona causando ese extraño cosquilleo en el Lobo – mm!! No…

- Está bien, lo humedeceré… - susurraba despacio, lamiendo los ojos del Lobo que había cerrado fuertemente a causa de la sensación.

- Nn… ese… ese no es el problema… - sus orejas bajaron un poco, y su cola se tensó, fueron las señales para el Oso, su amigo estaba siendo arrastrado.



Entonces Oso retiró sus dedos de la entrada del Sr. Lobo, el cual entreabrió sus ojos al sentir el nuevo movimiento, exaltándose al ver cómo Oso humedecía esos mismos dedos.



- ah! n-no hagas eso idiota! Eso es sucio! – sus orejas volvieron a levantarse, y una de sus manos tomó la muñeca del Oso, sacando sus dedos de su boca.

- Jeje… está bien. – Oso sonreía, si no fuera por la gota de saliva que le escurría por la boca y el sonrojo de su rostro, se pensaría que era una tierna sonrisa casual, pero Lobo bien sabía que esa tenía malicia.

- Que no! joder! Estás loco…! – una gota de sudor nervioso cayó por su frente.



Oso volvió a sonreír pero ahora cerró sus ojos un momento, pero de inmediato, al abrirlos, Lobo pudo notar el nuevo brillo en sus ojos, y otra vez sintió ese escalofrió instintivo de peligro; pero reaccionó muy tarde, Oso con una brusquedad sorpresiva de pronto ya lo tenia nuevamente acorralado contra el árbol, ahora más arriba de él, lo tenía sujeto desde un hombro y su otra mano, ahora con dedos húmedos, había vuelto a explorar su entrada.



- ah! qu-! Te dije que- ah! – y las garras penetraron en su trasero, y Lobo con miedo de lastimarse con ellas se quedó quieto, temblando y mirando con ira nerviosa al Oso, que seguía con su sonrisa suave, entre tierna y perversa.

- Está bien… te prepararé – susurró otra vez despacio, acercando su boca a la de Sr. Lobo – entre más te prepare sabes que será más fácil, así que déjate…

- ….! Cl-claro que no! – Lobo trató de echarse hacía atrás, pero ya estaba completamente poyado al tronco y no pudo, solo le quedó forzar en vano el pecho del Oso con sus manos en sus hombros, Oso ante su debilidad sonrió más.

- Lo amo Señor Lobo, por favor deje que lo viole… - el sonrojo del mismo Oso aumentó, mientras miraba directamente a los ojos del Lobo al decir estas palabras.

- ….! – ante tal honestidad desvergonzada, Lobo se sonrojo lo que le faltaba, pero no alcanzó a hacer nada más, pues los dedos del Oso se hundieron más en su interior – ah! ay! Ah! e-espera! Uhm!



Los dedos se comenzaron mover por dentro, rápidamente, buscando ese punto especial, Oso debía encontrarlo rápido, antes que Lobo se le fuera de sus manos.



- Ahhh!! – Lobo de pronto dio un brinco y se tensó, apretando sus ojos mas no su mandíbula, pues gimió.



He ahí, el punto. Oso sonrió, y lamiendo otra vez los ojos del lobo a modo de tranquilizarlo, y comenzó a estimular ese lugar.



- nnnn!!! – Lobo por su parte estaba temblando, sus piernas habían comenzado a contraerse “debo escapar… o no podré pararlo” pero ya era demasiado tarde, la otra mano del Oso tomó su pene medio erecto y comenzó a masajearlo lentamente – ah! ahh!



Sintió como la lengua del Oso dejo su boca para comenzar a lamer otra vez su cuello, dando pequeños mordiscos en su camino. Lobo abrió los ojos, se sentía marido y aturdido, no quería seguir, porque el recuerdo de esa primera vez lo aterraba, aún si habían pasado varios encuentros más de ese tipo, siempre, siempre dolían, al principio de la forma en que dolió esa primera vez, y después… un dolor extraño, quemante, lo recorría por completo, haciendo que se corriera incluso al no quererlo, era desesperante.



- no… no quiero esto… – susurró ya agotado en el hombro del Oso, apoyando su mentón en su hombro.



Oso se echó hacia atrás y lo miró a los ojos, sin parar de mover sus dedos dentro de él.



- me tienes miedo?

- ….. – Lobo pudo echar a un lado un momento la sensación de esos dedos en su trasero al oír esas palabras mientras sus orejas subieron un momento, y después volvieron a estar bajas – no, no te tengo miedo… - sabía que para el Oso eso era una preocupación aunque paradójicamente sus acciones eran bruscas y a cualquiera aterrarían.



Oso sonrió, e introdujo un tercer dedo en el Lobo.



- ahh!! Nnn!! – El Sr. Lobo se contrajo, tiritó, y pataleó un tanto, antes de paralizarse nuevamente.



Oso por su parte seguía con esa extraña sonrisa en su rostro, y comenzó a lamer el sudor de la frente del Sr. Lobo mientras movía con más fuerza sus dedos dentro de él, moviéndolos por dentro, masajeando su punto especial, así como sacándolos y metiéndolos en un ritmo acelerado. Pronto notó que el Lobo ya no lucharía más pues solo gemía y además, había notado que ya estaba erecto del todo.



- Señor Lobo, ya está así otra vez… - susurro en su mejilla el Oso.

- Nn!! Callate!! Ah…!! - los gemidos no lo dejaban sonar autoritario como quería – nn… esto… no me gusta… - Oso casi sentía que Lobo había vuelto a su estado de cachorrito, pues de pronto lo sentía pequeño y altanero – ah! nnn!! – la cola del Lobo comenzó a moverse de forma frente rica mientras llegaba su pene a su máxima erección. Oso relamió sus propios labios al notarlo.



Sus dedos entonces salieron del interior del Lobo, el cual fijó su mirada perdida en los ojos del Oso, tratando de adivinar en ellos su próximo movimiento, aunque este era obvio, lo penetraría.



Las manos del Oso tomaron los muslos del Lobo por debajo, con ánimos de levantar sus caderas y poder penetrarlo ahí mismo. Lobo dio un brinco al notar el enorme pene del Oso en su entrada.



- ah! no! espera! – sus manos se aferraron al tronco, levantando sus caderas, tratando de escapar de ese pene por arriba pues era la única dirección accesible para él en ese momento.

- Está bien, te preparé, e iré lento, te lo prometo – su voz era delicada y suave, pero se sentía su ansiedad nerviosa a su vez, mientras sus manos ahora estaban en la espalda del Lobo, entre su trasero y su espalda sosteniéndolo fuertemente para que no huyera.

- Ahhh!! – se contrajo, ya había penetrado la entrada, lo que más dolía – nnn!!! Ay! Ay!

- Está bien… iré lento – Oso lamia los ojos del Lobo otra vez, deseando poder calmarlo, pero este tiritaba con su cuerpo tenso.



Lobo se paralizó, no podía escapar quisiera o no, y aún si saliera de su paralización y lo intentara, sería peor, Oso lo perseguiría y lo violaría bruscamente, peor que en ese momento.



- sh sh sh – susurraba Oso en la mejilla del Lobo, lamiéndola de vez en cuando mientras entraba lentamente en él – relájate…

- nnn!!! – Lobo sin darse cuenta había puesto sus manos en los hombros del Oso, pero no empujaba, se sostenía, apretaba sus ropas entre sus garras tratando de resistir esa sensación que le daba escalofríos desagradables.

- Me quedaré aquí, hasta que estés listo para que me mueva – susurraba con voz forzosa el Oso, estaba haciendo un gran esfuerzo por no aniquilar con sus caderas al Lobo, en ser paciente y lento con él. Solo esperaba ser recomenzado.

- Nnn….nnnn – Lobo seguía temblando, pero pudo abrir sus ojos, vio el bosque a espaldas del Oso, y se acordó al fin donde estaban – no… aquí… aquí no… - susurró débil, sin saber que en esas palabras aceptaban lo que hacían mas no el lugar donde lo llevaban a cabo.

- Está bien, solo una… - Oso se echó hacia atrás para estar cara a cara con el Lobo, y juntando sus narices siguió hablando con voz entrecortada – solo una… después te llevaré a mi casa…



Lobo pudo ver su rostro sonrojado y agitado, y como a la vez tiritaba un poco por las ansias de moverse, lo había abrazado, y lo sotenía con su gran fuerza para que la gravedad no lo penetrara más de lo que podía en ese momento.



- ….nn… - Lobo con sonrojo y casi resignación bajó la mirada mientras sentía la lengua de Oso por sus labios – y-ya… acaba de una vez…

- puedo moverme? – preguntó aún en su boca, pero mirándolo a los ojos.

- Nn… - por su parte el Lobo seguía sin mirarlo a los ojos, y con orejas más bajas aún susurró bajo – apúrate, o nos verán…

- Hai – Oso sonrió dulcemente otra vez, mientras una gota de sudor caía por su frente, otra vez al momento de abrir sus ojos de esa sonrisa, puso otra extraña mientras sus ojos se volvían más profundos.



Entonces Oso comenzó una lenta penetración, un lento movimiento sucesivo, mientras Lobo no pudo evitar dar pataleos, mientras se encogía en el cuello del Oso, apretando los dientes, trataba de aguantar ese dolor extraño, ese ardor, ese movimiento adictivo que lo perdía.



- ah… Señor Lobo… - susurraba Oso, tratando de controlar el ritmo de su penetración, pues moría por acelerar, hundirse más y destrozar al Lobo – lo amo tanto, Señor Lobo – el decírselo lo ayudaba a no perderse a sí mismo en esa exquisita sensación, a que su mente no se hundiera en su estado bestial como solía ocurrirle cuando estaba así con el Lobo, lo sabía bien, y quería evitarlo, sabe que quiere lastimarlo, pasarse con él, pero no debe hacerlo, honestamente, no quiere lo que desea…

- nn!! Nnn!!! Nn!!! Ah!! ah… - Lobo no hacía más que gemir, pero ahora sus gemidos parecían más placenteros, o al menos como si estuviera más sumido en su sensación, lo que ya podía ser una señal para el Oso para que pudiera hundirse un poco más.

- Ahí voy, Señor Lobo… - suspiró Oso, tratando de no dárselo del todo, sino solo hundirse un poco más en su movimiento.

- Ahhh!! Ahhh!! – Lobo gimió al fin del todo, echando su cabeza hacia atrás, pero al momento otra vez volvió a esconderla en el hombro de su amigo – ah!! ahhh!! – pataleaba y pataleaba, sentía como Oso brincaba dentro de su vientre, como lo abría del todo, haciéndose camino dentro de él, presionando todo a su paso.

- Un poco… más, puedo? – preguntó con voz tiritona el Oso, lamiendo la mejilla húmeda por sudor del Lobo.

- …N-no… - respondió a su vez entre gemidos éste, el pene del Oso era demasiado enorme, y el mismo Oso demasiado ansioso, lo que hacía una mala combinación.

- Ah… por favor… - comenzó a besar de forma húmeda la boca del lobo otra vez, hundiendo su lengua, rosándola con en sus dientes, y enredándola con la propia lengua de Lobo, el cual gemía en su boca, tosía por esa lengua intrusa, y cuidaba de no morderlo en su temblor.

- Ahh!! Ahh!! – no lo negó, ya estaba listo para ser penetrado un poco más y lo sabía, mas no iba a aceptarlo.

- Señor Lobo… - y lo penetró más.

- NNNN!!! – Lobo se contrajo del todo, pataleó otra vez, gritó como loco y se corrió una vez más, casi sin darse cuenta de lo cerca que había estado del orgasmo.

- Ah… - Oso notó la viscosidad en su pecho y le gustó tanto esa lubricidad que no recogió el semen expulsado como solía hacerlo para comerlo, sino que abrazó más al lobo para que esa lubricidad los siguiera estimulando en el rose de sus vientres, y aceleró sus embestidas.

- Ah! ah! ah! – Lobo no podía ya pensar en nada, siquiera podía abrir los ojos, incluso, si el Oso hubiera detenido sus embestidas de seguro Lobo caería dormido ahí mismo, sí, solo se mantenía despierto por las fuertes embestidas que el Oso le daba.



Estaba más de la mitad del pene del Oso dentro del Lobo, y le faltaba poco para correrse al fin, pero Oso sentía miedo, miedo de perder su mente y hundirse del todo en su amigo, y aniquilarlo, volverlo a dañar, a herir.



- señor Lobo… lo amo! – susurró, tratando de mantenerse cuerdo, sentía los brazos del Lobo colgando desde sus brazos que lo sostenían, y su cuerpo casi del todo inerte sobre él (siquiera ya contra el árbol) excepto por sus temblores y contracciones. No, debía mantenerse en sus casillas, no podía aniquilarlo, no debía matarlo - lo amo… juro que lo amo!!! – dijo mientras perdía su mente, mientras sentía como su pene tiritaba antes de llegar del todo al clímax.

- …Oso… - un susurro, un pequeño susurro bastó y Oso se salvó, tal vez Lobo en su inconciencia lo hizo por supervivencia, o tal vez lo hizo por las palabras de su amigo, lo que fuera lo salvó de que Oso no se hundiera en él del todo, y solo un poco más, para soltar su semen dentro de él, el que sintió en su vientre, cómo se acumulaba anchándolo por dentro; y mientras lo expulsaba Oso se acurrucó en su hombro, casi en su pecho, contrayéndose de una forma que parecería imposible para la biología pero posible para el sexo, y paradójicamente, así acurrucado como estaba, temblando, abrazando ese cuerpo que tiritaba recibiendo su líquido, Oso ahora casi parecía él el cachorrito, tal vez por ser animales ellos podían volver a esa naturaleza en esos momentos.



Oso entreabrió sus ojos que había cerrado ante la pérdida peligrosa de conciencia, y de inmediato se inclinó hacia atrás para ver si no se había hundido en el señor Lobo, y se alivió de ver que no lo había hecho, y entonces miró al Lobo de inmediato, éste estaba completamente dormido contra el árbol, solo sostenido de no caerse a los lados por las manos del Oso que lo sostenían en su abrazo, pero Oso no se preocupó, estaba acostumbrado de hacer perder la conciencia al Lobo cada vez que lo comía, así que acercándose nuevamente, volvió a besarlo a pesar de que Lobo no podía contestar su beso. Y así, con sus cuerpos manchados y viscosos, Oso se llevó cargando a su Señor Lobo a su casa.



CONTINUARÁ.



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