Subí este porque estaba casi listo, espero estos días terminar el cap de koisuru, ojalá el fin de semana, paz y amor! Este cap de Hellsing salió reloco xD
Absorbida por su obscuridad
capítulo 2
Algo que parecía una
niebla negra comenzó a llenar la habitación, junto con un extraño frío que hizo
estremecer a Integra. Las manos grandes de Alucard, aún en guantes, se posaron
en sus antebrazos, parecía que de él provenía ese horrible frío porque sus
manos estaban tan heladas… como las de un muerto.
- aún recuerdo… esa
primera vez… - comenzó el vampiro, saboreando esa combinación entre excitación
y humillación que le provocaba a Integra.
Ella no se movió, tal
vez inevitablemente tembló, pero apretó sus dientes y puños tratando de
mantener su dignidad, su orgullo… ¿por qué se dejaba arrastrar por él? ¿Aún
podría detenerlo?
- ha sido… - Alucard
acercó su boca a su oído, sus colmillos parecieron brillar a pesar de la
neblina oscura - la mejor sangre que he probado…
Integra no pudo
aguantar más, se zafó de las manos del vampiro volteando bruscamente,
retrocediendo unos pasos.
- tú! - gritó, pero
calló al instante ¿qué podía decir?
Alucard sonreía,
degustando su visión, al fin ella parecía débil, débil, una víctima.
Ella retrocedió otro
paso, había tomado la decisión de llamar a Walter, no podía ceder una vez más
ante ese vampiro, no debía permitirse caer, debía salvarse. Pero cuando estaba
a punto de abrir la boca en un grito severo para llamar a su segundo más
importante servidor, Alucard notándolo se expandió en sí mismo como una gran
masa negra y viscosa envolviendo a Integra, que sólo pudo dejar salir un grito
ahogado, mientras veía aterrada esos ojos rojos y negros, lo único más cercano
a lo humano que había quedado en esa forma…
Cuando volvió a abrir
los ojos, toda la habitación había dejado de ser suya para ser Alucard, sí,
todo era una especie de carne roja y viscosa, las paredes, el techo,
desaparecidos los muebles y los demás detalles, todo era Alucard y ella estaba
atrapada.
- Te ves asustada,
Ama - susurró el vampiro, que estaba ahora vestido completamente de negro, con
una cabellera igualmente negra que llegaba hasta el suelo pero que de cierta
forma parecía tener vida propia al flotar un poco y moverse lentamente, esto
sumados a la palidez de su cara y manos de uñas largas, hacían que sus ojos
rojos resplandecieran más que la habitación misma.
- …. - Ella no dijo
nada, trató de ponerse de pie pero no pudo, su barbilla comenzó a temblar, y se
preguntó cuánto tendría que aguantar esa noche, cuánto duraría hasta perder el
conocimiento.
Él se acerco
lentamente, abriendo su boca dejando ver unos dientes de bestia, como si todos
sus dientes fueran colmillos afilados, y su lengua era larga, grande, roja,
estaba degustándola con la mirada, y su lengua se movía como saboreando esa
visión.
Integra bajo la
vista, su rostro alterado temblaba al tratar de mantener su dureza, inútilmente.
- nunca se ha
acostumbrado a estar en mi interior - dijo sereno el vampiro, agachándose
frente a ella, acercando su rostro frío a ese tan caliente, tan sangrante para
Alucard.
Puso una de sus
heladas manos sobre la mejilla de su ama, obligándola lentamente a mirarlo, era
aterrador, Integra nunca había podido sostener mucho tiempo su mirada en
aquellos ojos fríos pero no crueles, no crueles ya, más bien, perversos.
- los humanos… - dijo
Alucard como pensando en voz alta, pero lo demás lo dejó para sí, había juntado
su boca con la de Integra, ella tembló por el frío de muerto de esos labios
blancos. La lengua monstruosa del vampiro se hundió en la garganta de Integra y
sus dientes afilados dañaron su lengua, eso no era un beso, no podía ser un beso,
era un ataque, era una forma más de ser devorada.
- cof, cof, - trató
de luchar, pero sus fuerzas se habían ido e ignoraba si era por los encantos
demoniacos de Alucard o su propia, horrible, debilidad.
Su saliva tibia
comenzó a escurrir por su mentón, mientras sus manos se apoyaban en ese pecho
de pronto tan grande que la aplastaba, y un sabor extraño, entre amargo y
ácido… debía ser el sabor de la muerte.
Al fin el vampiro
pareció conforme y dejó su boca, saliendo su lengua punzante y grande
lentamente de esa pequeña boca, dejando caer más saliva, mientras Integra tosía
y tenía arcadas. La sonrisa de Alucard se extendió en su propia boca, aún
abierta deslumbrada por sus dientes demoniacos y su lengua removiéndose, como
si deseara jugar un poco más, pero era tiempo de algo nuevo.
Una de sus manos se
acercó al pecho de Integra, y bastó que una de sus afiladas uñas se deslizara
por su camisa entreabierta para rajarla lentamente, abriéndola así del todo.
Ella se estremeció, sentía ese extraño miedo, ese sentimiento que la ha
acompañado cada vez que él le hacía esto, así era al principio… luego
simplemente sentía que era nada, que era devorada, así de simple, iba a ser
nada en él, después de todo ella era consciente que sólo era humana.
Su rostro volteó en
un reflejo involuntario, como si deseara dejar de verse a sí misma más que a
Alucard… Eso sólo logró que él sonriera un poco más. Su lengua se removió fuera
de su rostro pálido, sí, saborearla, era lo único que debía permitirse aunque
deseara arrancar su carne a mordidas.
Comenzó entonces a
pasear esa carnosa lengua por su cuello, por su vientre, casi por su cara
mientras sus manos se posaban sobre los pechos aún protegidos por el sujetador.
“Carne” susurraba, e Integra podía adivinar que sostenía esa sonrisa casi
burlona mientras se estremecía y apretaba los ojos.
- carne… carne…
carne…
- … - ella temblaba bajo
esa lengua húmeda, bajo esas manos frías que la apretaban sin ánimo sexual sino
más bien con el sentimiento del hambre.
Alucard se apegó a su
cuello rosando peligrosamente sus labios en su delicada piel, hasta su aliento
era frío, hasta esa lengua viscosa lo era, todo en él estaba muerto pero
también lleno de deseo porque hasta los más oscuros sentimientos si son
intensos pueden mover hacia la vida…
Cuando una de las
uñas de Alucard rompieron su sostén dejando sus pechos libres y expuestos a sus
ojos ella dio un pequeño gritillo, muy leve pero suficiente para el vampiro,
oh… cuánto daría por matarla, no ha deseado matar a nadie tanto como a ella, en
todos eso siglos… y la desea a ella, que apenas lleva algo más que dos decenas
de vida pero que no es como nadie que ha conocido, nadie más tiene ese olor,
ese sabor, esa sangre, esa alma…
La carne, esa extraña
carne que envolvía a ambos comenzó de cierta forma a crujir, se removía más
rápido, temblaba; Integra al notarlo abrió los ojos aterrada, miró a su
alrededor, cómo las paredes se estremecían y bien adivinó qué significaba eso,
vio a Alucard, se atrevió a volver a verlo frente a ella, sobre ella… él
sonreía, sus ojos brillaban casi como si tuvieran vida y su lengua goteaba, sí,
esas paredes eran Alucard y representaban cómo estaba llegando al límite aún si
él es tan bueno para controlarse.
- hoy… - susurró el
vampiro en un suspiro casi temblante. Ella se estremeció, sentía tanto miedo,
porque cada vez era el riesgo de la muerte - será doloroso.
La niña que había
dentro de Integra dio un grito que la adulta no hubiera permitido, pero ella
también estaba al límite, del pánico, del horror, porque estaba rodeada de
carne muerta, porque estaba rodeada de una niebla fría y negra, porque sobre
ella estaba la bestia más monstruosa y perversa del mundo. No supo cómo logró
levantarse y correr, correr a la nada porque no podía huir, era sólo histeria,
y sentía sus pies en la carne húmeda, sus zapatos se enterraban en esa fibriocidad
hundiéndose delicadamente, humedeciéndose…
En esos movimientos
bruscos y rápidos que no la llevaban a nada, podía ver los ojos de Alucard
siguiéndola siempre, por todas partes, sí, estaban ahí, en la carne que la
envolvía, siempre mirándola, como la peor pesadilla, y su sonrisa jugosa, su
lengua asquerosa goteaba de deseo, una sonrisa demoniaca. Él era feliz.
Y de pronto, la carne
de las paredes, del suelo, del techo se estiran y ahogan sus gritos, es
envuelta, exprimida, aplastada, humedecida y ensuciada, vuelve a desfallecer,
lo último que ve son esos ojos, cientos de ojos, cientos de lenguas en ella,
tantas, tantas que no quedaba espacio para su propia existencia.
Cuando despierta, el
cabello de Alucard está sobre su rostro, sobre su cuerpo, y él en su vientre,
entonces se da cuenta que está desnuda, rodeada de esa carne ahora tibia, pero
él, él sigue frío, con su mejilla pegada a su vientre, con su lengua lamiendo
su cadera, y sus manos en sus muslos. Parecía que la adoraba, que la deseaba
hasta el punto de querer destruirla en su adoración, porque era carne viva lo
que saboreaba, lo que tenía en sus manos, carne viva, caliente, con sangre
inalcanzable para él ¿qué mayor excitación que lo inalcanzable en tus manos?
Ella tembló un poco,
pero sólo un poco, de pronto ya se sentía tan cansada que su mente pudo volver
un poco a la claridad, pero no dijo nada, no se atrevió a decir nada, sólo
aceleró su respiración viendo esa cabellera fina y negra, sintiendo ese frío
sobre ella, ese aliento ansioso golpear su piel.
Él lo supo, levantó
la mirada, sus ojos eran más rojos que nunca, más perversos y bellos que nunca,
y sin meter su lengua en su boca dijo sin problemas
- dame de tu calor,
dame de tu vida - pero su voz no se oía, ella lo escuchó, lo entendió pero era
como oír el viento, como una ráfaga, como algo que se siente pero no se
describe.
Apegó su pecho al de
ella, su cadera blanca se abrió paso entre sus piernas sin ninguna delicadeza y
tampoco sin ningún apuro porque sabía que ella ya le pertenecía.
- Ama… - susurró.
Ella estaba resignada, ya estaba resignada aunque seguía teniendo miedo porque
podría morir, pero se sentía tan cerca de la muerte que ya no hacía nada para
evitarla, él era la muerte, e iba a entrar en ella.
Sus brazos de pronto
cálidos la envolvieron, ella se tensó un tanto, apretó sus pestañas, sus puños
a los costados de su espalda, de ese cuerpo entre negro y blanco, pero de piel,
sí, era piel al menos, podía pensar que era un poco humano.
Pero no lo era.
Algo extraño estaba
entrando en ella, siempre dolía, siempre se sentía innatural, siempre al
principio era frío hasta que ella le daba calor, era algo monstruoso, era
Alucard.
- ah-ahh! - ella se estremeció,
era un dolor horrible, como su miedo, la desgarraba, pero él quería su sangre y
no se iba a detener.
Y levantó un poco su cabeza,
para quedar apegado a su rostro, y rosando su fina nariz contra la de ella,
sonrió, con una satisfacción completa, porque ella sufría, porque ella estaba
aterrada y sentía asco de esa sensación, de ese espacio, de su cuerpo en él.
La carne que se apegaba
a su espalda comenzó a estirarse, la envolvía, ella comenzó a llorar, de dolor,
de miedo y desesperación. El techo comenzó a bajar, lo veía tras la cabeza de
Alucard, se acercaba, se acercaba y respiraba porque ese techo también era
Alucard, y las pareces que la envolvían, que oscurecían todo ese rojo sangre.
Él lamió sus lágrimas sonriendo, siempre sonriendo.
Las paredes comenzaron
a hacer sonidos, una especie de gruñidos monstruosos mientras la envolvían, la
apretaban, le abría las piernas, le hacían crujir los huesos al apretarla
tanto, dejarla sin aire para que sus gritos sonaran más desesperados al
ahogarse.
- argh! Argh! -
parecía un pequeño animal a punto de ser reventado, con los ojos abiertos exorbitados,
histéricos, con su cara deforme en una mueca desfigurada porque tenía adentro a
la muerte, porque se estaba muriendo por dentro.
- ja ja ja ja ja! - él
comenzó a reír, esa risa enloquecida, mientras se movía dentro de ella
frenéticamente, agrandándose cada vez más - eres hermosa… ama!
Integra lo abrazó,
sin fuerzas, cuando se quedaba sin aire, cuando creía que era el máximo dolor
que sentía. Alucard volvió a sonreír, mirándola, degustándose, preguntándose
por qué los humanos se aferraban a la muerte cuando llegaban al límite del
dolor.
- siempre… - dijo con
voz más tranquila - es como la primera vez.
Él la siguió
apretando, ella estaba envuelta del todo pero ahora podía respirar, tosía con
la lengua de Alucard en la garganta, tenía fuertes arcadas y lloraba, las
lágrimas ahora se deslizaban como indiferentes por sus mejillas, por esos ojos
ahora cansados, escurriéndose por su nariz, uniéndose a la saliva que caía por
su mentón. Y Alucard degustaba todo eso con su lengua, lamiendo su rostro, su
cuello y pecho, mientras seguía entrando en ella, mientras seguía creciendo en
su vientre sin límites.
- nunca dejaré este
gusto… - susurró con su lengua más larga que nunca, colgando entre sus senos,
pero cada palabra era pronunciada perfectamente - el de empalar.
Eso la hizo
despertar, trató inútilmente de removerse, pero estaba completamente envuelta,
completamente apresada, todo era Alucard y la estaba consumiendo.
Su lengua entro más
profundo por su boca, se estiró dentro, ella no podía respirar mientras su
mirada exorbitaba suplicaba a esos ojos satisfechos de Alucard, tan cerca de
ella, tan apegado a su cara. Integra podía sentir cómo bajaba esa lengua enorme
por su garganta, y más abajo, ahogándola, impidiéndole incluso el vómito que le
provocaba. Empalada. Atrapada en su interior, sin poder moverse, llena su
vientre, comprimido el útero y lo largo de su esófago, eso era el empalamiento.
Y cuando se sintió
llena, cuando pensó débilmente en su mente nublada y perdida que iba a explotar
en miles de pedazos, cuando ya no veía nada a pesar de que todo era Alucard
sintió algo extraño, algo le venía por dentro algo que era provocado por el
monstruo de Alucard en su interior… estaba viniendo, sin parar, agrandándose
con él, llenándola con él, desapareciendo su humanidad. No podía creer que
pudiera tener un orgasmo con tanto dolor, con tanta degradación, aún si no
quería sentir el más mínimo placer, pero no, eso que venía,q ue la iba a
destruir no era placer, era algo más, algo más fuerte, más intenso ¿la muerta?
Y explotó, no fue
consciente de nada, tampoco sintió el miedo que da la muerte, la inseguridad
del no volver a despertar. Su cuerpo también había quedado borrado, no sintió
las lágrimas, ni el vómito, ni la falta de aire, ni siquiera la sangre mezclada
con orina que le corría por las piernas. Sólo fue un hecho, un cuerpo destruido,
perdida el alma.
Se desmayó una vez
más, para ella fue la muerte, una momentánea muerte que la salvaba de él por unas
horas, de la consciencia de ser devorada, porque en realidad Alucard iba a
continuar en su cuerpo, dentro de ella, destruyéndola por dentro y por fuera,
devorándola interminablemente… hasta que decidiera que nuevamente era tiempo de
sus lágrimas, de su vida, de ella, y entonces, continuar, siempre continuar.
CONTINUARÁ
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