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martes, 29 de diciembre de 2015

Fragmento Las onde mil vergas de Guillaume Apollinaire

Fragmento Las onde mil vergas de Guillaume Apollinaire


A la altura del Marqués de Sade, con eso lo digo todo, incluso igualado a su obra más perversa: “Las 120 jornadas de Sodoma”.

Según la misma reseña, esta obra contiene: heterosexualidad (que no es raro), homosexualidad (que no es taaan raro), tanto masculina como femenina (gracias), bisexualidad (wiwiw), sadismo (uhh), masoquismo (uuh!!), incesto (nos fuimos), pederastia (nos fuimos lejos), zoofilia (xuxa), necrofilia (xuxa!), coprofilia (eso es… caca!) y fetichismo (de muchas formas…).  

Y aquí un fragmento como ejemplo de la obra: <3 o:p="">

>> Trajeron un herido cuya visión era espantosa. Su cara estaba ensangrentada y su pecho abierto, la enfermera le curó con placer. Había introducido su mano derecha en el agujero abierto y parecía complacerse en contacto con la carne palpitante.
De pronto la insaciable mujer levantó los ojos y vio ante ella, al otro lado de la camilla, a Mony que la miraba sonriendo con desprecio.
Le subieron los colores, pero él la tranquilizó:

- Calmaos, no temáis nada, comprendo mejor que nadie el apasionamiento que debéis experimentar. Yo mismo tengo manos impuras. Gozad de estos heridos, pero no despreciéis mis besos. <<

jueves, 17 de diciembre de 2015

Todos somos Manuel Gutiérrez de Tania Tamayo Grez


Opinión-reseña de

TODOS SOMOS MANUEL GUTIÉRREZ
Vida y muerte de un mártir de la democracia

>> “¡La Jaime lo vio, un paco lo mató!”, fue el grito que desde esa noche acompañó su rostro transformándolo en un símbolo, pero no de aquellos que mueres en la lucha, o de los que mueren por pensar distinto, sino de aquellos que mueren y nadie sabe por qué.
            Por ser chileno.
            Por ser joven.
            Por vivir en una población.
            Por mirar.
Por nacer en un lugar donde un policía dispara y mata a mansalva. <<


***

Es muy delicado opinar sobre este caso, principal y sencillamente porque trata de un ser humano, un niño real, no un libro de fantasía como típica literatura que comparto en mi blog, no, esta vez es un joven que murió, un caso más delicado incluso que mi reseña de “El fin de la inocencia” sobre los abusos de Karadima, no, aquí hubo muerte, el asesinato de un niño.

            Hay que ser realmente objetivos, pero para ser objetivos tenemos que enterarnos bien de lo que realmente pasó, y eso es muy difícil de conseguir hoy en día por el poder de manipulación mediática que existe, en especial en este caso tan delicado en que se involucra a la policía como causante de la muerte de un menor.

            Para el que no lo sepa, el caso se puede resumir cruelmente en una pequeña frase: en el año 2011, en la noche, en una protesta estudiantil un joven recibió un disparo en el pecho, disparo de la mano de un policía.

            Se puede ser fácilmente prejuiciado ¿el joven era parte de la protesta? ¿Era un típico encapuchado? ¿Estaba armado y atacaba a la policía? Muchas preguntas, desde la crítica de qué hacía un niño ahí, hasta el cuestionamiento si es justo o no que un carabinero pueda defenderse y usar armas.

            Podemos ser hasta crueles ¿se lo merecía?

            Crueles con él o con el carabinero ¿era legal usar armas de fuego en una protesta?

La verdad es que ser objetivo es imposible, y no sé si al joven lo presentan demasiado bien en el libro pero la verdad es que era un joven común y corriente, de clase social baja (aunque odio el término), evangélico y hasta participante del coro de su iglesia, con una polola de su edad, estudiando un técnico. Era común y corriente, y ese fatídico día simplemente fue con su hermano (en silla de ruedas) y un amigo a mirar como van muchos jóvenes a mirar las marchas, las protestas como un hecho extraño e interesante. Muchos dirán que ese fue su error, u otros dirán que un carabinero no podía disparar una Uzi, catalogada como un subfusil. Los chicos iban por una pasarela, siquiera estaban en la protesta misma de abajo…

            Muchas cosas extrañas ocurrieron tratando de develar este caso, y la familia luchaba por hacer descansar la imagen de su hijo, seguir los dictamen de su religión y no dejar que el muchacho fuera usar como símbolo de movimientos en los cuales ni él ni su familia creía, él de verdad sólo fue a mirar. Pero el hecho de que el carabinero sólo lo hayan dado de baja, haya pasado sólo 3 meses en prisión, que se haya difamado al joven como militante de movimientos o como casi un criminal, es definitivamente injusto.

            El libro muestra las realidades de varias personas que rodearon a Manuel Gutiérrez, su padre, su madre, su abuela, sus hermanos, su novia, sus amigos, y así lentamente, subjetivamente nos vamos impregnando de su vida, lo comprendemos mejor y tratamos de justificar, o comprender más bien, lo que pasó. Y de paso, sube a la superficie historias parecidas y olvidadas por circunstancias muy parecidas al trágico caso: jóvenes, clase baja, paseantes, disparos, muerte, difamación, silencio, olvido, injusticia.

            Como el caso de Fredy Morales de 20 años, que en la época de la dictadura militar salió a comprar pan a pesar del toque de queda y unos militares le dispararon en la calle, o el de Paula Lagos de 17 años que había ido con unas amigas a comer papas fritas y le llegó una bala perdida de un carabinero porque cerca había una protesta, aunque ella estuvo grave durante meses antes de finalmente morir. Todas historias de la misma población, una población marcada por accidentes, por irresponsabilidad, por silencio forzado, por doloroso olvido.

            Finalmente no puedo más que recomendar este libro si quieren enterarse de forma más fidedigna de lo que realmente pasó, no encontrarán nada objetivo, eso es imposible y de hecho sería imprudente esperarlo, esto fue un hecho humano, debe ser subjetivo y difícil de saber realmente qué pasó. Pero si bien los libros pueden mentir, mentirán menos que la televisión, las noticias, los diarios, eso es seguro.