CAP 20:
TI - TI –TI – TI – TI
Comenzó a sonar el despertador en la habitación de senpai
a las 7:00 de la mañana en punto, lo había puesto temprano a propósito pues
quería llamar a la universidad lo antes posible para disculpar su ausencia,
además de que cerca de esa hora correspondía la dosis de medicamentos de
Morinaga.
Pero no se acordó de nada de esto en lo más mínimo al
despertar.
Se removió bruscamente aún con los ojos cerrados, sin
caer en la cuenta que le costaba moverse por el peso de ese otro cuerpo sobre
el suyo, y lanzó manotazos perezosos hasta darle al botón de “stop” de su
despertador, mientras producía ciertos ruidos matutinos que se podrían definir
como bajos “gruñidos”.
Apretó los ojos y suspiró, pero los abrió extrañado al
sentirse abrazar fuertemente, Morinaga, en su inconciencia de dormido, se
negaba a despertar a la peligrosa realidad que podría significar el desvarataje
de todo el día anterior ¿pudo haber sido todo eso un sueño? Por lo que se aferraba
a senpai, como se aferraba a mantenerse dormido eternamente pegado a senpai,
porque al despertar, tal vez no podría tenerlo así otra vez…
Senpai entreabrió débilmente los ojos, para a
continuación abrirlos del todo y mirar sorprendido a Morinaga unos instantes,
sólo unos instantes, no tanto como otras veces en que verlo en sus brazos (o él
en los suyos en un enrredo de cuerpos) le significaba un salto histérico que reaccionaba
a un golpe directo como continuación. No, esta vez sólo se sorprendió lo que
normalmente haría una persona igualmente normal al despertar y ver a otra
persona en su cara (XD), en esos cortos pero impactantes segundos en que no
recuerdas cómo esa persona llegó a esa drástica cercanía y qué hace ahí; pero
tras esos segundos, senpai se calmó y tragó saliva mirando la cara dormida de
Morinaga, con los ojos entreabiertos, como si lo observara inquisitivamente,
tratando de indagarlo. Por supuesto que recordaba lo vivido anoche, y el que se
durmieron prácticamente besándose (y puf, ya se sonrojó senpai, torciendo un
poco la boca, pero sin cambiar su mirada), así que el despertar con Morinaga en
su hombro no tenía que ser extraño “dadas las circunstancias…” se dijo tratando
de no ponerse nervioso y parecer racional, cosa no muy efectiva por la mañana.
Miró la hora torciendo el cuello (no podía moverse
demasiado) y aunque ya sabía la hora, le sirvió de incentivo para levantarse, o
más bien, despertar a Morinaga, hecho que no quería pensar demasiado, si lo
hacía vendría la cursi pregunta ¿qué cara
voy a poner? Que de todas maneras se formuló autohumillandose un poco por
eso. Pero al diablo, no pensar y hacer será mejor “lo demás, se verá en el
camino…”.
- E-ey…
Morinaga, despierta… me estás aplastando – pero no lo miraba a la cara, era
demasiada cercanía si lo hacía.
Lo removió con ambas manos en cada hombro de Morinaga que
estaba aferrado a él como si fuera salvavidas para un ahogado. No… seguramente
estaba despierto, no puede abrazar tan fuerte un dormido.
- Nnmmmhh…
- se quejó Morinaga, hundiendo más su rostro en el cuello de senpai,
apretándolo y removiéndose en su cuerpo, casi de forma juguetona.
- Ah!
Morinaga! Ya, despierta! – dijo ya tenso senpai, pero poniendo sus brazos sin
darse cuenta en su espalda, y entreabriendo sus piernas cuando las de Morinaga
se movían entre ellas – sé que estás despierto!
- Mm…
- suspiró Morinaga, en su cuello, ni siquiera abría los ojos – no… - murmuró en
el cuello de senpai, humedeciendo delicadamente su piel con sus palabras – no
te levantes… quédate…
- …!!!
– senpai se paralizó un tanto por esas palabras, las primeras en el día y eran
tan embarazosas, siquiera había dicho “buenos días” japoneadamente, aunque él
tampoco…
Vio su cabellera revuelta (lo único perceptible en su
campo de visión limitada por esos brazos) con la misma mirada inquisidora sólo
que más sonrojado esta vez, y algo más tenso que antes, en decrechendo; Morinaga lo abrazaba tan fuertemente, aferrándose a él
casi con desesperación si ya no lo era.
Y senpai comprendió.
En un arranque de algo
así como ternura, y de seguro sólo por ser la mañana provocando que su
cerebro no procesara bien sus acciones, senpai apoyó su mano en la cabellera de
Morinaga, de hecho en verdad no lo pensó demasiado, sólo comprendió la angustia
de Morinaga y su causa (viva! Empatía al fin!), sintiendo deseos de consolarlo.
Enredó sus dedos en su cabello ¿eso es una caricia? Y…
- No te preocupes… no me iré a ningún lado… - lo
dijo como un susurro, como un secreto, sin temblar su voz pero con un rostro
pobremente orgulloso en su sonrojo.
Sólo por estas palabras Morinaga se atrevió a abrir al
fin sus ojos, despegándose del cuello de senpai, levantándose sólo un poco para
mirarlo a la cara, con sus narices a centímetros. Senpai vio entonces esa misma
mirada brillante de la víspera pasada, con ese sonrojo que casi parecía ver a
Morinaga tímido, tan en contraste con sus audaces y desinhibidas acciones.
Senpai se hundió un poco en la cama, no por rechazo a esa
visión, no por rechazo a Morinaga, la verdad es que no se quería alejar de él,
pero sí de sus propios sentimientos, tan claros en ese momento, demasiado clara
la conciencia de haber, después de vistos sus ojos, vistos su labios, rojos,
húmedos, y haberlos deseado, todo Morinaga, toda esa visión en sus manos.
Senpai miró hacia otro lado, nervioso, su mano había dejado el cabello de
Morinaga, y ambas manos ahora se posaban a sus costados, tensas como el resto
de su cuerpo, y tan de mañana…
- T-tienes
que tomar tus medi- y Morinaga lo besó. Tiernamente pero de alguna forma algo
apasionado, casi agradecido porque la reacción y las palabras de senpai
demostraban que lo vivido anoche no era un sueño, era una realidad que senpai
no negaba, ya que, si bien era tímido y vergonzoso, Morinaga comprendía que
sería así siempre ¿si no, no sería senpai, verdad? (de hecho tomaba como una
aspiración que en mucho, mucho tiempo, poder eliminar en parte esa timidez,
empresa que lo emocionaba); y a fin de cuentas, no lo rechazó, cuando le hubiera
sido tan fácil dar un sólo puñetazo mode killer para sacárselo de encima. ¿O
tal vez ya se estaba ilusionando Morinaga, otra vez? No, no, esto era la
realidad, tenía que serlo, porque… en su contrario, si no lo era… no sabría qué
sería capaz de hacer… ya no podía alejarse de senpai, y no podía permitir que
senpai se alejara, ya no podía. Por el bien de senpai tenía que amarlo.
Estos pensamientos oscuros provocaron que su beso se
apasionara del todo, como escapando del miedo y de la ira que le provocaban el eterno
fantasma de que todo fuera una ilusión más. Pero senpai no lo rechazó, hace
tiendo que ya no podía rechazarlo, era inútil resistirse, e incluso, esa opción
lo asustaba, era como volver a vivir esa escena en que se había resistido tanto
e inútilmente hace apenas unos días y en vano, empeorándolo todo; y sintió
miedo… por lo que tal vez por reflejo, o simple Síndrome de Estocolmo, entre
besos y abrazos sofocantes, volvió una de las manos de senpai al cabello de Morinaga,
acariciándoselo nervioso, mientras que su otra mano apretaba de forma más
nerviosa aún el piyama de su cintura masculina y aprovechando un pequeño lapsus
en que Morinaga empezaba a lamerle el cuello, y con la boca libre,
nerviosamente, dijo:
- Ya…
ya… está bien… - le acariciaba el cabello algo brusco, por nervios y por
naturaleza propia de senpai; pero con ese tacto, sumándosele a las palabras
dichas anteriormente, senpai se salvó, Morinaga se detuvo, como congelado en su
cuello, escuchándolo, volviendo en sí, disminuyendo su ira y miedo - te dije… que no me iré a ningún lado… -
ahora su voz temblaba un tanto.
- …..
– Morinaga relajó su mirada que ya estaba volviéndose bestial, y volvieron a
brillar sus ojos como si la conciencia volviera a ellos, pestañó un par de
veces y levantó el torso, dejando respirar a senpai, que lo miraba a los ojos,
con los labios húmedos por los besos, sonrojado, con su rostro más nervioso que
antes - … perdón… es verdad… - se acercó a su boca – no te irás – y lo besó una
vez más, pero este beso fue simple, cálido, dulce, como los de la noche pasada.
Senpai cerró los ojos, no podía evitar disfrutar de esos
besos a pesar de sus nervios; entonces Morinaga se echó hacia un lado,
arrastrando a senpai con él, quedando ambos de lado lo que facilitó suaves
carisias aún medias dormidas, y tras besarlo unos minutos más, al fin dejó su
boca, rehuyendo el peligro de apasionarse.
- Está
bien… yo estaré aquí… - susurró lentamente, con su nariz aún junta con la de
senpai.
- …. –
por esas palabras senpai despertó de la somnolencia que le habían ocasionado
esos besos, incluso había olvidado el levantarse, cayendo en la agradable
invitación de quedarse en esa cama; pero despertó de quello pestañeando varias
veces (dominándose a sí mismo), pero despertó demasiado: su sonrojo aumentó al
notar claramente... todo. De un salto
se puso de pie, esquivando la mirada enamorada de Morinaga – s-sí – dijo ya a
pasos de la cama (por una velocidad inhumana que suele poseer en esos momentos)
– v-voy a hacerte tu avena, no puedes tomar tu medicina con el estómago vacío.
No esperó a que Morinaga le contestara, ya había salido
de la habitación. Entonces Morinaga lanzó un pesado suspiro,
tenía mucho sueño todavía, pero quería mantenerse despierto para cuando llegara
senpai y así invitarlo a que se metiera otra vez en la cama, era tan temprano
todavía, pero ¿lo aceptaría? Senpai parecía más flexible, incluso lo había
acariciado, le daba esperanzas, y se las daba conscientemente, no podía…
romperle el corazón ahora, no debía.
***
Senpai estaba en el baño, tras orinar se dio cuenta que
su pene no estaba tan adolorido como pensaba, y eso que se había vuelto a
correr de forma inesperada anoche, y es que ya casi le era extraño sentir tan
poco dolor; se lavó las manos y la cara mirándose al espejo entre avergonzado y
¿emocionado? Ese extraño vértigo en el estómago otra vez, qué rayos, si ahora
sentía vergüenza era de sí mismo, de las cosas que era capaz de hacer y sentir.
“….. tomaré una ducha luego” se acababa de dar cuenta que
tampoco se sentía asqueado ni mucho menos, más bien era el típico sudor del
sexo combinado con su olor natural, combinación nada desagradable para él por
cierto (hecho que aunque alterable, demasiado obvio para serle inconsciente,
también), y por eso precisamente estaba avergonzado, porque no lo asqueaba,
sino más bien, le causaba ese extraño vértigo, extraños deseos que no podía aún
verbalizar. Si iba a tomar una ducha era sólo para escapar de eso mismo,
disimularse a sí mismo, pero el que fuera después y no ahora también
significaba algo más…
Fue a la cocina rápidamente, buscando concentrarse en un
hacer y no pensar, empezó entonces a buscar una nueva olla para hacer avena
pues la anterior no había pensado en limpiarla “debí hacerlo…” pero no se
animaba siquiera entonces a concretarlo. Comenzó a manipular la bolsa de avena
con la caja de vitaminas en polvo “¿qué sabor le di ayer? Creo que vainilla,
bueno entonces hoy chocolate” listo, esa fue su expresión de variedad. Qué
bueno que ya se sabía las instrucciones de preparación de memoria (mucha
repetición), porque había olvidado los lentes en el velador y no leía un
carajo, además, ni loco pensaba volver a esa habitación sólo por eso, aunque no
sabía el por qué lo evitaba tan insistentemente. “Tengo que llamar a la
universidad…” pensaba escapando de la obviedad última, mientas revolvía la
avena en la leche en una olla mucho más grande para su contenido “pero es muy
temprano, mejor a las 8:30, apenas son 7:45”.
Dio un bostezo, y siguió revolviendo, pensó en Morinaga,
que tal vez se habría vuelto a dormir, su rosto relajado, tranquilo, exhalando
delicadamente su aliento al respirar, mientras que su cuerpo se movía de forma
igualmente delicada en su sueño, tan tibio, tan suave era su piel en la mañana,
¿cómo no lo había notado antes? Trató de dejar de visualizarlo, su imagen
provocaba que volviera otra vez ese extraño vértigo, revolvió más rápido la
avena, pero esa visión no desaparecía, Morinaga en su cama…
De pronto, sintió una
puerta abriéndose, y pasos por el pasillo, dio un salto sorpresivo y
caminó hacia donde se oía el ruido, olvidando la avena por completo.
Morinaga caminaba lentamente por el pasillo, pero al menos no se tambaleaba ni necesitaba apoyarse
en la pared al caminar su paso lento y arrastrado. Aún se veía sonrojado y
parecía ya algo sudado por esos pocos pasos.
- Perdona…
- suspiró Morinaga al ver a un senpai sorprendido y algo exageradamente choqueado
mirándolo al principio del pasillo – voy al baño…
Senpai tardó demasiado en responder, de pronto le parecía
impactante e imposible de procesar el hecho de que Morinaga saliera de su cama, como si fuera un acto inverosímil
e innatural, impensable, y además, ¿de pronto parecía más alto? Y eso que
estaba encorvado… el haberlo visto tanto tiempo en la cama, le había casi hecho
olvidar el verdadero tamaño de Morinaga, ya que en el último tiempo era senpai
el que estaba arriba de alguna
manera, haciendo ver a Morinaga pequeño, casi débil, sumándosele su enfermedad.
Pero Morinaga no se dio cuenta de los extraños
sentimientos de senpai, estaba demasiado concentrado en llegar pronto al baño y
honestamente, no podía mirar tan directamente a senpai, ya se estaba mareando.
Entró al baño dejando afuera y a unos pasos a un senpai desconcertado,
sin pensamientos y con sólo perturbadores sentimientos. “La avena” fue el único
pensamiento que se iluminó en su mente turbada y después de varios segundos de
vaciedad. Caminó como roboth a la cocina nuevamente para salvar la avena que
iba a comenzar a quemarse. Le echó el sobre de vitaminas sabor chocolate de
forma igualmente mecánica, ahora su rostro simplemente estaba tenso, pero sus
cejas conservaban levemente su asombro; mientras aún en su mente, y ya para
variar, visualizaba al Morinaga recién visto. Apagó la cocina. Agudizó el oído.
Se sentía extrañamente molesto (y sus cejas reaccionaron al fin), Morinaga
había hecho algo malo, algo casi horrible, había salido de su cama y eso le provocaba una horrible clavada en el corazón y en
el estómago peor que el vértigo sentido hace unos minutos, este era doloroso,
enloquecedor.
Se abrió la puerta, pero no se oyeron pasos inmediatos,
como si Morinaga hubiera titubeado en darlos, para finalmente tras unos
segundos escucharse nuevos pasos por el pasillo. Senpai agudizó más el oído,
sorprendiéndose a sí mismo de sentir cómo la clavada se desvanecía y como se
consoló al advertir que Morinaga volvía a entrar a su cuarto, cerrando la puerta tras de sí, podía adivinar que
entraba a su cama una vez más.
Senpai trató de reponerse la turbación de la clavada, y
de la turbación de su consuelo, mirando el humo de la avena ahora sabor
chocolate deslizarse por fuera de la olla. Dios! Qué pensamientos más perversos
llenaban ahora su mente antes vacía! Un castigo! Sí! Quería golpear a Morianga
ahí mismo! Salir de su cama…! Cómos e atrevió a salir de su cama!
“No… qué estoy pensando…? Ese idiota…puede hacer lo que
quiera…”.
Senpai tembló. Morinaga en su cama. Morinaga mirándolo arrepentido.
Morinaga temblando arrepentido. Morinaga abriendo su jugosa boca.
“Dios! Qué mierda…?! Yo no…! No pienso esas cosas!!!”
Y de una forma (bastante irracional y bruta) para
desquitarse, para borrar esos pensamientos, para demostrarse a sí mismo de
manera sínica que no los pensaba. Senpai agarró la olla que ya empezaba a
entibiarse, una cuchara, y ya estaba en su habitación. Donde un Morinaga dentro
de la cama, pero ya sentado lo miraba de forma casi tranquila, tal vez
ensoñado, endulzado por las acciones mañaneras de senpai.
- …. –
senpai tarde se dio cuenta de su brusquedad, y de pronto, ya mirando a otro
lado, ya perdiendo el valor de hacerse el duro dijo por lo bajo – tu avena…
- Gracias
– sonrió Morinaga, se le habían renovado prácticamente todas sus fuerzas, toda
su paciencia en una tolerancia casi peligrosa para las acciones
sobrevergonzosas de senpai.
Senpai se acercó y le pasó la olla, Morinaga casi se
quema los dedos pero lo ignoró, comenzó a comer de inmediato, ya estaba
recuperando el apetito. Senpai se quedó sentado a su lado, sin verlo, mirando
la pared, después su propia cama, siguiendo los pliegues que el cuerpo de
Morinaga provocaba en las frazadas. Estaba en su cama.
Miró entonces a Morinaga, sin pensarlo. Él estaba con los
ojos cerrados pero tal vez también sintió su mirada ignorándola para no
causarle más vergüenza a senpai. Morinaga comía la avena con ánimo, y senpai se
sintió glorificado al notarlo, en su cama, comiendo la comida preparada por su
propia mano…
“Soy
tuyo”.
Desvió la mirada, ese recuerdo, esa voz, sentía que no lo
iban a dejar en toda su vida. Suyo, suyo,
suyo. Siempre en su cama, siempre para él, como un horrible secreto
encerrado en su habitación, encerrado en su cama, viviendo de la comida simple
que le llevaría a su pieza, teniendo de ropa sólo su piyama o su simple
desnudez, abriéndole un espacio en esa cama ya angosta para que cada vez que lo
desee, entrar y hundirse y dejarse hundir y perder.
- Morinaga…
- los ojos de senpai tenían una mirada extrañamente flamígera. Morinaga lo miró
al fin, acabada su avena – no vuelvas a salir de la cama – senpai lo miraba
directamente a los ojos, con su voz segura, dura. Su mirada como la de Morinaga
esa noche.
- Eh?
RIIIIIIIIIIIIN
Suena el celular de Morinaga.