Hace mucho que leí este libro y también hace mucho quería subir este cuento, pero estaba esperando que una amiga terminará un dibujo que le encargué para este relato (¡muchas gracias!). Así que junto con él aquí la cuarta jornada del capítulo quinto del Decamerón, espero que disfruten esta triste historia, que junto con otras, son excepciones del estilo erótico y gracioso de esta gran obra. (El resumen de este relato está más adelante en cursivas, es parte de la obra).
Capítulo
Quinto de la Cuarta Jornada del Decamerón
Los hermanos de Isabetta matan a su amante, éste se
le aparece en sueños y le muestra dónde está enterrado, ella ocultamente le
desentierra la cabeza y la pone en un tiesto de albahaca y llorando sobre él
todos los días durante mucho tiempo, sus hermanos se lo quitan y ella se muere
de dolor poco después.
Terminada la historia de Elisa y alabada por el rey
durante un rato, a Filomena le fue ordenado que contase: la cual, llena de
compasión por el mísero Gerbino y su señora, luego de un piadoso suspiro,
comenzó:
- Mi historia, graciosas señoras, no será sobre
gente de tan alta condición como fueron aquéllas sobre quienes Elisa ha
hablado, pero acaso no será menos digna de lástima; y a acordarme de ella me
trae Mesina, ha poco recordada, donde sucedió el caso.
Había, pues, en Mesina tres jóvenes hermanos
mercaderes, que habían quedado siendo bastante ricos después de la muerte de su
padre, que era de San Gimigniano, y tenían una hermana llamada Elisabetta,
joven muy hermosa y cortés, a quien, fuera cual fuese la razón, todavía no
habían casado. Y tenían además estos tres hermanos, en un almacén suyo, a un
mozo paisano llamado Lorenzo, que todos sus asuntos dirigía y hacía, el cual,
siendo asaz hermoso de persona y muy gallardo, habiéndolo muchas veces visto
Isabetta, sucedió que empezó a gustarle extraordinariamente, de lo que Lorenzo
se percató y una vez y otra, semejantemente, abandonando todos sus otros
amoríos, comenzó a poner en ella el ánimo; y de tal modo anduvo el asunto que,
gustándose el uno al otro igualmente, no pasó mucho tiempo sin que se
atrevieran a hacer lo que los dos más deseaban.
Y continuando en ello y pasando juntos muchos buenos
ratos y placenteros, no supieron obrar tan secretamente que una noche, yendo
Isabetta calladamente allí donde Lorenzo dormía, el mayor de los hermanos, sin
advertirlo ella, no lo advirtiese; el cual, porque era un prudente joven,
aunque muy doloroso le fue enterarse de aquello, movido por muy honesto
propósito, sin hacer un ruido ni decir cosa alguna, dándole vuelta a varios
pensamientos sobre aquel asunto, esperó a la mañana siguiente. Después, venido
el día, a sus hermanos contó lo que la pasada noche había visto entre Isabetta
y Lorenzo, y junto con ellos, después de largo consejo, deliberó para que sobre
su hermana no cayese ninguna infamia, pasar aquello en silencio y fingir no
haber visto ni sabido nada de ello hasta que llegara el momento en que, sin
daño ni deshonra suya, esta afrenta antes de que más adelante siguiera pudiesen
lavarse. Y quedando en tal disposición charlando y riendo con Lorenzo tal como
acostumbraban, sucedió que fingiendo irse fuera de la ciudad para solazarse
llevaron los tres consigo a Lorenzo; y llegados a un lugar muy solitario y
remoto, viéndose con ventaja, a Lorenzo, que de aquello nada se guardaba,
mataron y enterraron de manera que nadie pudiera percatarse; y vueltos a Mesina
corrieron la voz de que lo habían mandado a algún lugar, lo que fácilmente fue
creído porque muchas veces solían mandarlo de viaje. No volviendo Lorenzo, e
Isabetta muy frecuente y solícitamente preguntando por él a sus hermanos, como
a quien la larga tardanza pesaba, sucedió un día que preguntándole ella muy
insistentemente, uno de sus hermanos le dijo:
- ¿Qué quiere decir esto? ¿Qué tienes que ver tú con
Lorenzo que me preguntas por él tanto? Si vuelves a preguntarnos te daremos la
contestación que mereces.
Por lo que la joven, doliente y triste, temerosa y
no sabiendo de qué, dejó de preguntarles, y muchas veces por la noche
lastimeramente lo llamaba y le pedía que viniese, y algunas veces con muchas
lágrimas de su larga ausencia se quejaba y sin consolarse estaba siempre
esperándolo.
Sucedió una noche que, habiendo llorado mucho a
Lorenzo que no volvía y habiéndose al fin quedado dormida, Lorenzo se le
apareció en sueños, pálido y todo despeinado, y con las ropas desgarradas y
podridas, y le pareció que le dijo:
- Oh, Isabetta, no haces más que llamarme y de mi
larga tardanza te entristeces y con tus lágrimas duramente me acusas; y por
ello, sabe que no puedo volver ahí, porque el último día que me viste tus
hermanos me mataron.
Y describiéndole el lugar donde lo habían enterrado,
le dijo que no lo llamase más ni lo esperase. La joven, despertándose y dando
fe a la visión, amargamente lloró; después, levantándose por la mañana, no
atreviéndose a decir nada a sus hermanos, se propuso ir al lugar que le había
sido mostrado y ver si era verdad lo que en sueños se le había aparecido. Y
obteniendo licencia de sus hermanos para salir algún tiempo de la ciudad a
pasearse en compañía de una que otras veces con ellos había estado y todos sus
asuntos sabía, lo antes que pudo allá se fue, y apartando las hojas secas que
había en el suelo, donde la tierra le pareció menos dura allí cavó; y no había
cavado mucho cuando encontró el cuerpo de su mísero amante en nada estropeado
ni corrompido; por lo que claramente conoció que su visión había sido
verdadera. De lo que más que mujer alguna adolorida, conociendo que no era
aquél lugar de llantos, si hubiera podido todo el cuerpo se hubiese llevado
para darle sepultura más conveniente; pero viendo que no podía ser, con un
cuchillo lo mejor que pudo le separó la cabeza del tronco y, envolviéndola en
una toalla y arrojando la tierra sobre el resto del cuerpo, poniéndosela en el
regazo a la criada, sin ser vista por nadie, se fue de allí y se volvió a su
casa.
Allí, con esta cabeza en su alcoba encerrándose,
sobre ella lloró larga y amargamente hasta que la lavó con sus lágrimas,
dándole mil besos en todas partes. Luego cogió un tiesto grande y hermoso, de
esos donde se planta la mejorana o la albahaca, y la puso dentro envuelta en un
hermoso paño, y luego, poniendo encima la tierra, sobre ella plantó algunas
matas de hermosísima albahaca salemitana, y con ninguna otra agua sino con agua
de rosas o de azahares o con sus lágrimas la regaba; y había tomado la
costumbre de estar siempre cerca de este tiesto, y de cuidarlo con todo su
afán, como que tenía oculto a su Lorenzo, y luego de que lo había cuidado
mucho, poniéndose junto a él, empezaba a llorar, y mucho tiempo, hasta que toda
la albahaca humedecía, lloraba. La albahaca, tanto por la larga y continua
solicitud como por la riqueza de la tierra procedente de la cabeza corrompida
que en ella había, se puso hermosísima y muy olorosa.
Y continuando la joven siempre de esta manera,
muchas veces la vieron sus vecinos; los cuales, al maravillarse sus hermanos de
su estropeada hermosura y de que los ojos parecían salírsele de la cara, les
dijeron:
- Nos hemos apercibido de que todos los días actúa
de tal manera.
Lo que, oyendo sus hermanos y advirtiéndolo ellos,
habiéndola reprendido alguna vez y no sirviendo de nada, ocultamente hicieron
quitarle aquel tiesto. Y no encontrándolo ella, con grandísima insistencia lo
pidió muchas veces, y no devolviéndoselo, no cesando en el llanto y las
lágrimas, enfermó y en su enfermedad no pedía otra cosa que el tiesto. Los
jóvenes se maravillaron mucho de esta petición y por ello quisieron ver lo que
había dentro; y vertida la tierra vieron el paño y en él la cabeza todavía no
tan consumida que en el cabello rizado no conocieran que era la de Lorenzo. Por
lo que se maravillaron mucho y temieron que aquello se supiera; y enterrándola
sin decir nada ocultamente salieron de Mesina y ordenando la manera de irse de
allí se fueron a Nápoles.
No dejando de llorar la joven y siempre pidiendo su
tiesto llorando murió y así tuvo fin su desventurado amor; pero después de
cierto tiempo, siendo esto sabido por muchos hubo alguien que compuso aquella
canción que todavía se canta hoy y dice:
Quién sería el mal cristiano
que el albahaquero me robó, etc.
que el albahaquero me robó, etc.
FIN
1 comentario:
que bueno que esta liki like like ♥
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