Cap 3
Ella había enloquecido. Eso solía pasar, y era como la
muerte, porque no era el simple desmayo donde siquiera se sueña, porque incluso
entonces ella podría ser de alguna forma consciente de aquello, de ese sueño
negro; pero no, cuando se enloquece, no se es consciente de nada, estás en la
nada, y no te das cuenta en absoluto de nada. Era una locura vacía ¿y no es
eso, al fin y al cabo, la muerte?
Entonces él tomaba su rostro entre sus manos, manos no
humanas, con dedos largos y huesudos, piel blanca apegada como si no hubiera
carne, y largas y afiladas garras… y obligaba a esos ojos vacíos a mirar los
suyos demoniacos, así la despertaba.
- Ama… ama… - la llamaba, y ella finalmente lo veía,
era consciente, y comenzaba a llorar otra vez.
- por… qué? - ¿por qué no sólo podría aniquilar su
cuerpo, dejarle al menos la locura como vía de escape? Pero así como los
demonios podían quebrajar una mente, también podían “recuperarla”.
- porque te quiero a ti… - no deseaba un cuerpo vacío
para torturar, si no estaba ella en él no valía la pena, si ella no sufría no
valía la pena.
Ella bajaba la vista, temblando, todo su cuerpo
temblaba de forma eléctrica, pero al bajar la vista pudo ver, estaba en el aire
sostenida… sostenida desde sus muñecas por carne… y se mantenía suspendida por
esa cosa en su vientre, y la había deformado, le había deformado el vientre
ahora hinchado, lleno ¿lleno?
- nn…. - temblaba tanto que no podía gritar. Las
lágrimas goteaban por su mentón, y la mucosidad
escurría por su nariz junto a algo de saliva de sus dientes temblantes.
Su cuerpo deforme.
- aún no es suficiente, ama. - La besó, de esa forma
extraña de la que ella sabe, no es un beso. Su lengua se hundió por su
garganta, bajando, bajando. Podía oír su mandíbula crujir. Pero entonces, algo
peor ocurrió, cuando ella pensaba que ya nada podía empeorar más. Estaba
entrando…
Abrió los ojos, comenzó a dar gritos ahogados,
suplicantes, agónicos, y él la observaba, tan cerca frente a él, degustando
cada expresión de ese rostro retorcido.
- Te llenaré del todo - podía oír su voz tranquila, de
solemne felicidad, la podía oír porque no hablaba, estaba en su mente, o ella
en la de él, no lo sabía.
Una especie de tentáculo carnoso, húmedo, casi
quemante, o era su intrusión lo que la quemaba, comenzó a entrar forzosamente.
Primero llenó su recto, Alucard podía sentir su otra parte de sí mismo dentro
de ella. Hinchó más su vientre, paralizó su cuerpo aún más, ella estaba tan
aterrada, hace mucho esto había dejado de ser sexual, esto era ahora (tal vez
desde el principio) sólo asesinato.
Se estaba asfixiando, pero no lo notó, estaba muriendo
hace mucho. Él sacó su lengua de su esófago, deslizándola por su boca, después
de todo quería mantenerla con vida. Vomitó. Respiraba como en un ataque. Él
entro más aún, comenzaba a llenarle el intestino. Era tanto la tensión de ese
cuerpecito que Alucard pensó por un momento que estallaría, no sería del todo
malo.
Pero ella cometió un error, el peor que pudo haber
cometido, aunque creía que su cuerpo estaba lo suficientemente condicionado
como para no decirlo incluso en la inconsciencia, pero lo dijo. Aunque era
inevitable, había llegado a un punto tal que sólo lo dejó escapar como todo
humano en algún momento de su vida, o como todo humano ante la muerte. Lo dijo:
- ¡oh, dios mío!
No tuvo que adivinarlo, su cuerpo reaccionó por sí
sólo, como por un instinto ante el peligro de la muerte, y eso era.
Sus ojos lo buscaron sin querer encontrarlo; él nunca
mostraba una expresión de furia, en la mayoría de los casos mostraba más bien
una excitación con cada disparo, con cada asesinato, pero nunca furia… como
ahora.
Ella había dicho la palabra que él odiaba, que él
repudiaba. La había dicho y en esos momentos. Entonces su cara demoniaca dejó
de sonreír, ella no podía imaginar que eso sería aún más aterrador.
- ….! - un grito ahogado, él había entrado, del todo,
de golpe.
Integra ya no tenía qué vomitar, pero su cuerpo
continuaba provocando arcadas, estaba tan llena que su cuerpo reaccionaba
lógicamente tratando de librarse de aquello que la oprimía por dentro.
Él la miraba, su dura expresión duró poco, siquiera
parecía burlarse, más bien la miraba con simpleza, y sin embargo tampoco
despectivo, simplemente frío.
Comenzó a removerse bruscamente dentro de ella, que se
retorcía eléctricamente, llorando, orinando, vomitando, o para resumir:
escurriéndose.
Alucard volvió a sonreír, aunque a ella le fue
irrelevante el que él hubiera dejado de sentir su “ofensa”, había enloquecido
otra vez.
Pero esta vez él se dio el gusto de disfrutar un poco
más esa naturaleza en la que caía Integra antes de “regresarla”. Porque también
se veía hermosa así, deforme, demente, inhumana. Pero no, siempre se aburría de
esa imagen al rato, por hermosa que fuera no era suficiente, no era ella.
Debía despertarla, debía tenerla.
Otra vez tomó su rostro con sus manos (¿se les podía
llamar manos?) pero no la llamó, sólo centró su mirada roja en sus ojos idos,
perdidos. Al momento y paulatinamente volvieron a su brillo, fijándose. Había
vuelto y ella lo odiaba. La locura era precisamente para eso, para salvarla en
la inconsciencia.
- …! - hace mucho que ya no tenía voz.
El alargó su sonrisa, todos sus dientes colmillos.
- explota para mí, ama. - su cuerpo se había vuelto
irreconocible, tanto el de ella como el de él.
E Integra lo sintió, nuevamente esa horrible
sensación, más fuerte que el movimiento frenético de su interior, más horrible
que la visión de su propio cuerpo hinchado, deforme. No se le podía llamar
orgasmo, porque no había placer ahí, era demasiado fuerte, demasiado doloroso.
Pero venía, él lo hacía.
- ….! - balbuceaba sin poder decir nada, siquiera
emitir un sonido humano; su lengua fuera, escurriendo, sus ojos perdidos,
estaba volviendo a la locura, a medida que ese tétrico encuentro se prolongaba,
menos era el tiempo que duraba su cordura, eran ya momentos de lapsus a través
de un permanente estado de locura.
Y esa sensación quemante continuaba, se acercaba,
crecía dentro de ella. Podía oír el crujir de su propio interior… su carne
comprimida, y reventó. El primer orgasmo la volvió de inmediato a la locura,
pero él la regresó al momento, uno no era suficiente. Sin parar una y otra vez
se sintió destruir, como olas que le evitaban recuperar una naturaleza
remotamente humana.
Otra clavada, y otra, y otra, quemante, punzante, no
era placer, era como si su carne estuviera siendo destrozada y presionada hacia
dentro. Su cuerpo tenía orgasmos aniquiladores, pero ella no quería, no era
placer, dolía y continuaban; entonces ella podía entender, de alguna forma en
su mente nublada y perdida, cómo se puede estar tan desvinculado del cuerpo, es
carne al fin de al cabo, puede sentir, aunque uno lo odie, correrse aunque no
se sienta bien.
Entonces un extraño líquido comenzó a salpicar siendo
expulsados, luchando por liberarse de la presión dentro de esa intimidad
destrozada, no era orina, ya no quedaba; pero ella no podía saberlo, era
demasiado lo que sentía, demasiado intenso el todo. Pero si hubiera sido
consciente, hubiera agradecido de que al menos no fuera sangre.
Fue entonces cuando Alucard pudo ser realmente feliz,
todo lo anterior sólo fue el camino para culminar en esto, en tenerla así de
aniquilada, destruida, deforme. Suya. La única forma de sentir excitación,
placer sexual para un monstro era esta.
- ama… - al fin su voz había mostrado un cambio, pero
ella no lo notó, no podía notarlo.
Pero sí pudo dilucidar en su demacrada demencia la
transformación que entonces Alucard sufrió, era demasiado evidente aún para la
locura:
Primero, su cabello negro y de cierta forma carnosa
invadió todo, su piel pálida desapareció en una absoluta oscuridad pegajosa;
sus dientes-colmillos se agrandaron mostrando una mandíbula casi canina, y sus
ojos rojos se alargaron, mostrando una mirada completamente predadora. Ahora
era literalmente un monstro, grande sobre ella, aplastándola, rugiendo,
devorándola.
Las manos de Integra, inesperadamente liberadas
comenzaron a lanzar manotazos incoherentes, tal vez sólo habían sido liberadas
para eso. Y sus piernas pataleaban histéricas. Era un pobre animalillo siendo
aniquilado.
Todo se perdió entonces, Alucard también podía perder
el control, y sólo se detuvo al darse cuenta que no podría devolverle la
cordura sino lo hacía.
No paró de entrar, de llenarla durante largos minutos.
Llegó un punto donde ella no podía respirar aunque no eran sus pulmones los
obstruidos, simplemente no podía, entonces volvió a enloquecer, y él volvió a
despertarla, una y otra vez, la quería. Esa sensación brusca de “algo” removiéndose
en su interior… había llegado a su estómago.
- …. - alucard hizo una especio de gruñido animal -
tan dentro… quema… - pero no parecía que en realidad se quejara.
Se removía dentro de ella, la hacía crujir como una
pequeña cosa ¿no era eso? Tan joven, con esa piel y se iba tan rápido, ella no
podía notar su propio envejecimiento, era lento, imperceptible para ella para
los humanos, pero él podía notarlo, día a día, era rápido, ella cambiaba, pero
la tenía; y pronto, para siempre.
Su vientre era enorme, y podían verse las texturas de
los tentáculos dentro… ella tampoco parecía humana ahora, ni su cuerpo, ni su
rostro eran ya de esta tierra, él la había transformado, deformado por
completo.
- explota para mí.
Sus pupilas temblaron, se movieron sólo un poco para
mirarlo, su mente estaba destrozada, no entendía nada, era como si hubiera
vuelto a un estado infantil, casi un bebé. Hace mucho que no hablaba, sólo
balbuceaba incoherente.
- aquí - susurró él.
Ella comprendió, sólo por el cuerpo podía comprender, racionalmente
tampoco, sólo cuerpo, sólo era carne en ese momento. Sintió una punzada
quemante en su clítoris ¿eso era dolor? ¿placer? Tan agudo hasta el dolor.
Se estremeció, comenzó a gimotear como un animalillo,
sus piernas patalearon torpes, sus brazos se retorcían nuevamente, pero en su
encierro nada más, estaba empalada, no podía huir, estaba atrapada con eso por
dentro sosteniéndola. Suspendida.
Pero su mente terminó de perderse en esos orgasmos
destructivos, paradójicamente ya no sentía su cuerpo, no sabía nada, no era
consciente del líquido que explotaba hacia afuera, ni de la lengua de Alucard
en su rostro y su cuerpo, siquiera de su aspecto, un ser simplemente monstruoso
¿su verdadera forma?… pero sólo, tal vez, podía sentir los movimientos de los
tentáculos en sus intestinos.
Pasó un tiempo, ella pensó que días. Él tuvo que
detenerse o la perdería para siempre.
CONTINUARÁ.