Opinión-reseña de
TODOS SOMOS MANUEL GUTIÉRREZ
Vida y muerte de un mártir de la democracia
>> “¡La
Jaime lo vio, un paco lo mató!”, fue el grito que desde esa noche acompañó su
rostro transformándolo en un símbolo, pero no de aquellos que mueres en la
lucha, o de los que mueren por pensar distinto, sino de aquellos que mueren y
nadie sabe por qué.
Por ser chileno.
Por ser joven.
Por vivir en una población.
Por mirar.
Por nacer en un lugar donde un policía dispara y mata a mansalva. <<
***
Es muy delicado opinar sobre este caso, principal y
sencillamente porque trata de un ser humano, un niño real, no un libro de
fantasía como típica literatura que comparto en mi blog, no, esta vez es un
joven que murió, un caso más delicado incluso que mi reseña de “El fin de la
inocencia” sobre los abusos de Karadima, no, aquí hubo muerte, el asesinato de
un niño.
Hay
que ser realmente objetivos, pero para ser objetivos tenemos que enterarnos
bien de lo que realmente pasó, y eso es muy difícil de conseguir hoy en día por
el poder de manipulación mediática que existe, en especial en este caso tan
delicado en que se involucra a la policía como causante de la muerte de un
menor.
Para
el que no lo sepa, el caso se puede resumir cruelmente en una pequeña frase: en
el año 2011, en la noche, en una protesta estudiantil un joven recibió un
disparo en el pecho, disparo de la mano de un policía.
Se
puede ser fácilmente prejuiciado ¿el joven era parte de la protesta? ¿Era un
típico encapuchado? ¿Estaba armado y atacaba a la policía? Muchas preguntas,
desde la crítica de qué hacía un niño ahí, hasta el cuestionamiento si es justo
o no que un carabinero pueda defenderse y usar armas.
Podemos
ser hasta crueles ¿se lo merecía?
Crueles
con él o con el carabinero ¿era legal usar armas de fuego en una protesta?
La verdad es
que ser objetivo es imposible, y no sé si al joven lo presentan demasiado bien
en el libro pero la verdad es que era un joven común y corriente, de clase
social baja (aunque odio el término), evangélico y hasta participante del coro
de su iglesia, con una polola de su edad, estudiando un técnico. Era común y
corriente, y ese fatídico día simplemente fue con su hermano (en silla de
ruedas) y un amigo a mirar como van muchos jóvenes a mirar las marchas, las
protestas como un hecho extraño e interesante. Muchos dirán que ese fue su
error, u otros dirán que un carabinero no podía disparar una Uzi, catalogada
como un subfusil. Los chicos iban por una pasarela, siquiera estaban en la
protesta misma de abajo…
Muchas
cosas extrañas ocurrieron tratando de develar este caso, y la familia luchaba
por hacer descansar la imagen de su hijo, seguir los dictamen de su religión y
no dejar que el muchacho fuera usar como símbolo de movimientos en los cuales
ni él ni su familia creía, él de verdad sólo fue a mirar. Pero el hecho de que
el carabinero sólo lo hayan dado de baja, haya pasado sólo 3 meses en prisión,
que se haya difamado al joven como militante de movimientos o como casi un
criminal, es definitivamente injusto.
El
libro muestra las realidades de varias personas que rodearon a Manuel
Gutiérrez, su padre, su madre, su abuela, sus hermanos, su novia, sus amigos, y
así lentamente, subjetivamente nos vamos impregnando de su vida, lo
comprendemos mejor y tratamos de justificar, o comprender más bien, lo que
pasó. Y de paso, sube a la superficie historias parecidas y olvidadas por
circunstancias muy parecidas al trágico caso: jóvenes, clase baja, paseantes,
disparos, muerte, difamación, silencio, olvido, injusticia.
Como
el caso de Fredy Morales de 20 años, que en la época de la dictadura militar
salió a comprar pan a pesar del toque de queda y unos militares le dispararon
en la calle, o el de Paula Lagos de 17 años que había ido con unas amigas a
comer papas fritas y le llegó una bala perdida de un carabinero porque cerca
había una protesta, aunque ella estuvo grave durante meses antes de finalmente
morir. Todas historias de la misma población, una población marcada por
accidentes, por irresponsabilidad, por silencio forzado, por doloroso olvido.
Finalmente
no puedo más que recomendar este libro si quieren enterarse de forma más
fidedigna de lo que realmente pasó, no encontrarán nada objetivo, eso es
imposible y de hecho sería imprudente esperarlo, esto fue un hecho humano, debe
ser subjetivo y difícil de saber realmente qué pasó. Pero si bien los libros
pueden mentir, mentirán menos que la televisión, las noticias, los diarios, eso
es seguro.