Fanfic Koi Suru Bou Kun

Proyecto Challengers!

sábado, 2 de enero de 2016

Fragmento de “Tengo miedo torero” de Pedro Lemebel


Fragmento que demuestra por completo mi opinión respecto a su prosa prácticamente poética, cruda y figurada, a través del sexo oral de un travesti enamorado a un guerrillero ebrio en el sofá:



>> (…) Con infinita dulzura deslizó la mano entre el estómago y el elástico del slip, hasta tomar como una porcelana el cuerpo tibio de ese nene en reposo. Apenas lo acunó en su palma y lo extrajo a la luz tenue de la pieza, desenrollando en toda su extensión la crecida guagua-boa, que al salir de la bolsa se soltó como un látigo. Tal longitud exhibía la robustez de un trofeo de guerra, un grueso dedo sin uña que pedía a gritos una boca que anillara su amoratado glande. Y la loca así lo hizo, sacándose la placa de dientes, se mojó los labios con saliva para resbalar sin trabas ese péndulo que campaneó en sus encías huecas. En la concavidad húmeda lo sintió chapotear, moverse, despertar, corcoveando agradecido de ese franeleo lingual. Es un trabajo de amor, reflexionaba al escuchar la respiración agitada de Carlos en la inconsciencia etílica. No podría ser otra cosa, pensó al sentir en el paladar el pálpito de ese animalito recobrando la vida. Con la finura de una geisha, lo empuñó extrayéndolo de su boca, lo miró erguirse frente a su cara, y con la lengua afilada en una flecha, dibujó con un cosquilleo baboso el aro mora de la calva reluciente. Es un arte de amor, se repetía incansable, oliendo los vapores de macho etrusco que exhalaba ese hongo lunar. Las mujeres no saben de esto, supuso, ellas solo lo chupan, en cambio las locas elaboran un bordado cantante en la sinfonía de su mamar. Las mujeres succionan nada más, en tanto la boca-loca primero aureola el ajuar del gesto. La loca solo degusta y luego trina su catadura lírica por el micrófono carnal que expande su radiofónica libación. Es como cantar, concluyó, interpretarle a Carlos un himno de amor directo al corazón. Pero nunca lo sabrá, le confidenció con tristeza al muñeco que tenía en su mano, u la miraba tiernamente con su ojo de cíclope tuerto. Carlos, tan borracho y dormido, nunca se va a enterar de su mejor regalo de cumpleaños, le dijo al títere moreno besando con terciopelo suavidad el pequeño agujero de su boquita japonesa. Y en respuesta, el mono solidario le brindó una gran lágrima de vidrio para lubricar el canto reseco de su incomprendida soledad. <<


No hay comentarios: