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miércoles, 23 de julio de 2008

Así hablo Zaratustra - El niños del espejo

Bien, este es el texto favorito de este libro, es de Friedrich Nietzsche
, ya les yhablare d eel, peor ahroa queiro que lean este texto, e smuy linto y t elelna de energia, pongan atencion desde "loca es mi felizidad..." hasta el final, en verda,d es genial! epseor que els guste! Oh! acabe Dracula, queiro mostrarles una part eque me encanto, epro no le encutnro en el libro dle pc, asiq eu al transcribire, en fin, s eme han jsutado cosas apra transcribir jeje.

El niño del espejo139

Zaratustra volvió a continuación a las montañas y a la so­ledad de su caverna y se apartó de los hombres: aguardando como un sembrador que ha lanzado su semilla140. Mas su alma se llenó de impaciencia y de deseos de aquellos a quienes amaba: pues aún tenía muchas cosas que darles. Esto es, en efecto, lo más difícil, el cerrar por amor la mano abierta y el conservar el pudor al hacer regalos141.
Así transcurrieron para el solitario meses y años; mas su sa­biduría crecía y le causaba dolores por su abundancia.
Una mañana se despertó antes de la aurora, estuvo medi­tando largo tiempo en su lecho y dijo por fin a su corazón:
«¿De qué me he asustado tanto en mis sueños, que me he despertado? ¿No se acercó a mí un niño que llevaba un es­pejo?
“Oh Zaratustra - me dijo el niño -, ¡mírate en el espejo!”
Y al mirar yo al espejo lancé un grito, y mi corazón quedó aterrado: pues no era a mí a quien veía en él, sino la mueca y la risa burlona de un demonio.
En verdad, demasiado bien comprendo el signo y la advertencia del sueño: ¡mi doctrina está en peligro, la cizaña quiere llamarse trigo!142
Mis enemigos se han vuelto poderosos y han deformado la imagen de mi doctrina, de modo que los más queridos por mí tuvieron que avergonzarse de los dones que yo les había entre­gado.
¡He perdido a mis amigos; me ha llegado la hora de buscar a los que he perdido! »143 -
Al decir estas palabras Zaratustra se levantó de un salto, pero no como un angustiado que busca aire, sino más bien como un vidente y cantor de quien se apodera el espíritu. Ex­trañados miraron hacia él su águila y su serpiente: pues, seme­jante a la aurora, sobre su rostro yacía una felicidad cercana.
¿Qué me ha sucedido, pues, animales míos? - dijo Zaratus­tra. ¿No estoy transformado? ¿No vino a mí la bienaventuran­za como un viento tempestuoso?
Loca es mi felicidad, y cosas locas dirá: es demasiado joven todavía - ¡tened, pues, paciencia con ella!
Herido estoy por mi felicidad144: ¡todos los que sufren de­ben ser médicos para mí!
¡De nuevo me es lícito bajar a mis amigos y también a mis enemigos! ¡De nuevo le es lícito a Zaratustra hablar y hacer re­galos y dar lo mejor a los amados!
Mi impaciente amor se desborda en ríos que bajan hacia le­vante y hacia poniente145. ¡Desde silenciosas montañas y tempes­tades de dolor desciende mi alma con estruendo a los valles!
Demasiado tiempo he estado anhelando y mirando a lo le­jos. Demasiado tiempo he pertenecido a la soledad: así he ol­vidado el callar.
Me he convertido todo yo en una boca, y en estruendo de arroyo que cae de elevados peñascos: quiero despeñar mis palabras a los valles.
¡Y lo haré aunque el río de mi amor se precipite en lo in­franqueable! ¡Cómo no va a acabar encontrando tal río el ca­mino hacia el mar!
Sin duda hay en mí un lago, un lago eremítico, que se basta a sí mismo; mas el río de mi amor lo arrastra hacia abajo con­sigo - ¡al mar!
Nuevos caminos recorro, un nuevo modo de hablar llega a mí; me he cansado, como todos los creadores, de las vie­jas lenguas. Mi espíritu no quiere ya caminar sobre sanda­lias usadas.
Con demasiada lentitud corre para mí todo hablar: - ¡a tu carro salto, tempestad! ¡E incluso a ti quiero arrearte con el lá­tigo de mi maldad!
Como un grito y una exclamación jubilosa quiero correr sobre anchos mares, hasta encontrar las islas afortunadas146 donde moran mis amigos: -
¡Y mis enemigos entre ellos! ¡Cómo amo ahora a todo aquel a quien me sea lícito hablarle! También mis enemigos forman parte de mi bienaventuranza.
Y si quiero montar en mi caballo salvaje, lo que mejor me ayuda siempre a subir es mi lanza: ella es el servidor constan­temente dispuesto de mi pie: -
¡La lanza que arrojo contra mis enemigos! ¡Cómo les agra­dezco a mis enemigos el que por fin se me permita arrojarla!
Demasiado grande era la tensión de mi nube: entre carca­jadas de rayos quiero lanzar granizadas a la profundidad.
Poderoso se hinchará entonces mi pecho, poderoso exhala­rá su tempestad por encima de los montes: así quedará alivia­do.
¡En verdad, semejantes a una tempestad llegan mi felicidad y mi libertad! Pero mis enemigos deben creer que es el Malig­no147 el que se enfurece sobre sus cabezas.
Sí, también os asustaréis vosotros, amigos míos, a causa de mi sabiduría salvaje148; y tal vez huyáis de ella juntamente con mis enemigos.
¡Ay, si yo supiese atraeros con flautas pastoriles a volver atrás! ¡Ay, si mi leona Sabiduría aprendiese a rugir con dulzu­ra! ¡Y muchas cosas hemos ya aprendido juntos!
Mi sabiduría salvaje quedó preñada en montañas solita­rias; sobre ásperos peñascos parió su nueva, última cría. Ahora corre enloquecida por el duro desierto y busca y busca blando césped - ¡mi vieja sabiduría salvaje!
¡Sobre el blando césped de vuestros corazones, amigos míos! - ¡sobre vuestro amor le gustaría acostar lo más queri­do para ella!

Así habló Zaratustra.

139 En los borradores Nietzsche había previsto para este capítulo el tí­tulo de La segunda aurora.
140 «El sembrador» es imagen evangélica. Véase Evangelio de Mateo, 13, 3 ss.
141 Nietzsche desarrolla con detalle esta idea en esta misma segunda parte, La canción de la noche.
142 Sobre la cizaña y el trigo véase el Evangelio de mateo, 13, 24 y ss. (parábola de la cizaña). También aquí son los «enemigos» del sembrador los que plantan cizaña entre el trigo.
143 La imagen de «salir en busca de los perdidos» es asimismo remi­niscencia evangélica. Véase Evangelio de Lucas, 15,4 y ss. (parábo­la de la oveja perdida).
144 Esta frase es, incluso por su estructura verbal (verwundet bin ich von meinem Glücke), reminiscencia de las muy conocidas, entre wagnerianos, palabras de Brunilda en el tercer acto del Sigfrido:
«Herido me ha quien me despertó» (verwundet hat mich der mich erweckt). Nietzsche cuenta que, cuando fue a visitar por vez prime­ra a Wagner en Tribschen, estuvo «largo tiempo en silencio ante la casa y escuchaba un acorde doloroso, continuamente repetido». Ese acorde correspondía al tema del «despertar de Brunilda».
145 Expresión bíblica. Véase el Salmo 50, 1: «Desde el poniente hasta el levante...»
146 Anticipación del título del apartado siguiente. Véase la nota 149.
147 Expresión bíblica para designar al demonio.
148 El tema de la «sabiduría salvaje» tiene gran importancia como ca­racterización del saber propio de Zaratustra. Véase, en el párrafo siguiente, «leona Sabiduría». Véase también, en esta misma se gunda parte, De los sabios famosos, donde Zaratustra contrapone esta sabiduría suya al saber de los «sabios famosos» que aparecen como «animales de carga». Véase asimismo, en la tercer parte, De tablas viejas y nuevas, 2.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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