Fanfic Koi Suru Bou Kun

Proyecto Challengers!

martes, 14 de agosto de 2012

La Matrona de Éfeso

Un relato muy divertido, entre muchos otros, que está dentro de la gran novela "El Satiricón", Fellini también la tomó para su película, y junto con capturas de ésta les transcribo el fragmento de dicho relato:


Había en Éfeso una matrona, con tal renombre de castidad, que las mujeres de los alrededores iban a conocer, con curiosidad, aquella maravilla. Se quedó viuda y no se conformó con las ordinarias demostraciones del dolor, como él con la cabellera suelta detrás de la comitiva fúnebre y arañarse el pecho delante de los circunstantes.

Quiso acompañar al cadáver hasta la última mansión, guardando en la cripta en que, según la costumbre griega, se le sepultó, y llorar noche y día junto a él. Tanta era su aflicción tiene amigos ni parientes pudieron disuadirla. Quería morirse de hambre. Los mismos magistrados tuvieron que retirarse después de hacer la última tentativa para convencerla. Todo el mundo lloraba por muerta a una mujer que tan raro ejemplo de fidelidad ofrecía, y llevaba cinco días sin probar alimento. Una criada fiel acompañaba en su triste reclusión, mezclando su llanto con el de su dueña, avivando la llama de la lámpara que sobre el féretro ardía cada vez que parecía próxima a extinguirse. No se hablaba en la ciudad más que de aquella sublime abnegación y todo el mundo la citaba como rarísimo ejemplo de castidad y de amor conyugal.

Ocurrió al mismo tiempo que la justicia mandó crucificar a varios ladrones muy cerca de la cripta donde la matrona lloraba la reciente viudez. A la noche siguiente, el soldado que guardaba las cruces para evitar que alguien desclavar el cuerpo de algunos ladrones con el fin de darle sepultura, vio una luz que brillaba entre los sepulcros y oyó los gemidos de la viuda.

La curiosidad innata en todos los hombres lo impulsó bajar al subterráneo para averiguar lo que allí ocurría. En cuanto vio a una mujer de tan soberana hermosura, se detuvo asombrado como si se encontrara delante de un fantasma o de una aparición sobrenatural. Pronto salió de su terror al ver el cadáver tendido encima de una piedra y a la mujer llorando y mostrando en el arañando rostro los rastros de las uñas. Se dio al fin cuenta de que allí no había más que una viuda inconsolable.


Comenzó por llevar a la tumba su frugal cena, y exhortó a la hermosa exigida a que no se dejara dominar más tiempo por un dolor inútil, por estériles llantos. “La muerte - le dijo - es el final de cuanto existe: la tumba es el asilo de todos”. Agotó cuantos lugares comunes suelen usarse con intento de curar las heridas del alma. Pero aquellos consuelos que un desconocido le ofrecía irritaban aún más el pesar de la viuda, que con mayor desesperación arañaba el seno y se mesaba la cabellera. No se dio el soldado por vencido e insistió en ofrecerle de cenar. La criada, seducida indudablemente por el olor del vino, no pudo resistir, por su parte, a tan cortés invitación, y extendió la mano hacia los alimentos que le presentaban, y, en cuanto cobró algunas fuerzas, luchó también contra la terquedad de la desconsolada.


Entonces, le reprochó: “¿De qué te servirá dejar de morir de hambre, enterrarte viva, devolver a la de eternidad un alma que aún puede disfrutar de la vida? ¿Qué gran favor le haces al difunto con eso? Vuelve a la existencia; desengáñate de un error demasiado extendido en nuestro sexo; goza mientras puedas la luz del sol. Este cadáver basta para que comprendas cuán grato es el vivir. Da oídos a quien te excita alimentar y a no dejarte morir”. Entonces, extenuada por la larga abstinencia, la viuda se dejó vencer y comió y bebió con tanta ansia como antes la criada.



Es sabido que la satisfacción del apetito da nacimiento a nuevos deseos. Animado por la primera victoria, el soldado empleó, para triunfar de la virtud de la viuda, argumentos semejantes a los aducidos para que comiera. El soldado era joven, ingenioso guapo, de todo lo cual se hizo cargo la matrona, cuya criada, para hacérsele grata, no dejaba de incitarla a dejarse vencer. Para abreviar: después de haberse rendido a las solicitaciones del estómago, se rindió la viuda a las del corazón, y no sólo aquella noche, sino los dos días siguientes se acostó con el soldado, no sin cerrar cuidadosamente la entrada de la cripta, con lo cual todo amigo o pariente que por allí hubiese pasado habría creído que la viuda fiel había muerto de dolor junto al cuerpo de su marido.


El soldado, al cual tenían loco de contento la belleza de su amada y lo misterioso de aquellos rumores, compraba de día todo lo mejor es un recurso le permitían, y lo llevaba pos las noches al subterráneo, pero, entre tanto, enterándose los parientes de uno de los ajusticiados de que no estaba en su puesto el guardián, cogieron el cuerpo y sepultaron. Figuraos el terror del pobre soldado, que no pensaba más que en el placer, cuando al día siguiente vio una de las cruces sin cadáver. Despavorido por el suplicio que le esperaba, fue a buscar a la viuda y le informó minuciosamente de cuanto había ocurrido.



“No aguantaré a que e sentencien – exclamó -, y mi propia espada, antes que el mandato del juez, castigará tal negligencia. Lo único que te pido es que me concedas un asilo en esta tumba; coloca a tu amante junto a tu esposo”. La mujer, compasiva y casta, dijo: “¡No permitan los dioses que tenga que llorar tu muerte después de la suya! Más vale crucificar a un hombre muerto que dejar perecer a un hombre lleno de vida”. E inmediatamente dispuso sacar del féretro el cuerpo del difunto y ponerlo en la cruz vacante. Se apresuró el soldado a seguir la ingeniosa indicación de aquella mujer prudentísima. Y al día siguiente el pueblo admiraba el prodigio de que un muerto hubiese vuelto espontáneamente al patíbulo.


1 comentario:

una escritora anónima dijo...

Excelente relato amigaa :D tus publicaciones son las mejores!!