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La octava mujer de Barba Azul... ¿La habéis olvidado? Y de cómo su extravagante
y severo marido al emprender inesperado viaje copiara a su traviesa esposa las
llaves de acceso a todas las estancias de la suntuosa y vasta mansión, salvo
prohibiéndole hacer uso de aquella diminuta y mohosa que llevara a la última
pieza de un abandonado y desalfombrado corredor.
De más
está explicar que durante esa bien venida ausencia marital, en medio de tanta
diversión, amigas reidoras y airosos festejantes, el juego que más la intrigara
y tentara, fuera el único juego prohibido. El de introducir en la
correspondiente cerradura la misteriosa llavecilla de aquel íntimo cuarto
abandonado.
Muy
sabido es que tanto en las mujeres como en los gatos, la curiosidad siempre
triunfó sobre toda otra pasión. Así, pues, cuando al regreso intempestivo de su
amo y señor, la esposa desobediente hubo de hacerle temblorosa entrega del
manojo de llaves, entre éstas, aunque maliciosamente disimulada, el temible
caballero la descubrió no sólo mohosa..., sino además tinta en sangre.
“Vos,
señora, me habéis traicionado -rugió-, no le queda otro destino que ir a
reunirse con sus tristes amigas al final del corredor”
Dicho
esto, desenvainó su espada... <<
Cuento completo:
Cuento original de “Barba Azul” escrito por Charles
Perrault (1628-1703) en el siguiente linck:
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