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jueves, 5 de febrero de 2015

24 años después de "Geisha", Liza Dalby



El siguiente es un texto que salió en una reedición del libro cerca del año 2.000 '(suerte que llegó a mis manos) dado que la primera reedición fue en los 70, sirve para visualizar la opinión de la autora con respecto a la vigencia de su investigación y experiencia más de 20 años después, vale la pena leerlo para vislumbrar una opinión más actual de esta subcultura, si se quiere ver así, en pleno siglo XXI. Nota: las imágenes son fotos sacadas del libro.


Veinticuatro años después

            Lo que escribí a mediados de los setenta sobre las geishas y el lugar que éstas ocupaban en la sociedad japonesa moderna se ha convertido en una instantánea de una determinada época. Las geishas siguen siendo el adalid de la tradición, pero el hecho de vivir en un mundo cambiante continúa afectando a la profesión. No podría ocurrir de otro modo. Las “madres” geisha que dirigían sus comunidades en 1974-1975, cuando yo me uní por un breve período a sus filas, eran mujeres que habían alcanzado la mayoría de edad antes de la segunda guerra mundial. Sus experiencias y expectativas se desarrollaron en un ambiente más estricto y restringido que el de las geishas jóvenes a las que, a su vez, educaron durante los años de posguerra. Las madres sobre las que he escrito en este libro ya están retiradas o han fallecido. Las mujeres jóvenes que fueron mis coetáneas son actualmente ejemplos de experiencia y autoridad.
           Han pasado veinticuatro años desde que aparecí como la geisha Ichigiku en Pontocho. Durante este período, el decadente local llamado Mitsuba, situado a orillas del río y propiedad de mi madre geisha, fue derribado y reemplazado por un moderno edificio de cinco plantas con un elegante restaurante, un bar y oficinas, y habitaciones para ella en el último piso. Cuando me dijo lo que había hecho me sorprendí. No era una mujer sentimental. Siempre le habían interesado las novedades y se dedicó totalmente a la comunidad de Pontocho hasta que, en 1992, murió de un ataque al corazón.
            Si veinte años atrás ya resultaba evidente que la vida de las geishas se estaba modernizando, hoy eso es todavía más palpable. En 1989, el primer ministro Uno Sosuke tuvo que dimitir porque su geisha le acusó públicamente de ser tacaño y arrogante. Por primera vez en la vida política de Japón, un político casado era tachado de mujeriego por mantener relaciones con una geisha. Las esposas japonesas no son tan sumisas como lo fueron antiguamente en este tipo de asuntos.


            El 1995, una aprendiza descontenta de Kioto demandó a la casa de geishas donde había recibido su aprendizaje y acusó a la dueña de haberla explotado. Cuando el caso fue resuelto de forma extrajudicial, la chica abrió su propio negocio: un centro de enseñanza a distancia para maiko. El hecho de que fuera capaz de abrir un negocio como éste demuestra lo mucho que han cambiado las cosas.
            El marco para esta “maiko del infierno” pleiteadora (como los periodistas japoneses llamaban a la franca aprendiz) ya se estaba preparando durante mis propios días como geisha. Por entonces, las maiko de Kioto eran todavía una atracción turística y muchas chicas fueron empujadas a formar parte de ella para poder cubrir la demanda de estos símbolos de la ciudad, parecidos a las muñecas. La mayoría jugaban a ser maiko durante algunos años sin la intención de someterse a la disciplina y el compromiso necesarios para convertirse en una auténtica geisha. Mis propias amigas geishas consideraban al primer ministro Uno un ser déclassé y a la descarada maiko una aberración maleducada. Poco tiempo atrás sus comportamientos hubieran sido impensables. Estos escándalos públicos han abierto grietas en las paredes que rodean el mundo de las geishas.


            A lo largo de toda su historia, el “mundo de la flor y el sauce” se ha expandido o contraído según la situación económica del país. Cuando los clientes andan bien de dinero, las geishas permanecen muy ocupadas y ganan más dinero; cuando la corriente económica disminuye, las fiestas se cancelan y las geishas se retiran. Con la crisis de la economía japonesa durante los años noventa, la población de geishas disminuyó. Sigo pensando que es poco probable que el siglo XXI carezca de geishas. La función de conservar la tradición japonesa, aquello que define su profesión, no ha cambiado. Mientras los japoneses estén seguros de su valor cultural, es probable que las geishas resistan los escándalos de la vida moderna. No obstante, el hecho de que dejen de ganar tanto dinero es, probablemente, inevitable.
LIZA DALBY
Berkeley, California

Febrero de 1998.

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