El siguiente es un texto que salió en una reedición
del libro cerca del año 2.000 ' (suerte que llegó a mis manos) dado que la primera
reedición fue en los 70, sirve para visualizar la opinión de la autora con
respecto a la vigencia de su investigación y experiencia más de 20 años
después, vale la pena leerlo para vislumbrar una opinión más actual de esta subcultura, si se quiere ver así, en
pleno siglo XXI. Nota: las imágenes son fotos sacadas del libro.
Veinticuatro años después
Lo
que escribí a mediados de los setenta sobre las geishas y el lugar que éstas
ocupaban en la sociedad japonesa moderna se ha convertido en una instantánea de
una determinada época. Las geishas siguen siendo el adalid de la tradición,
pero el hecho de vivir en un mundo cambiante continúa afectando a la profesión.
No podría ocurrir de otro modo. Las “madres” geisha que dirigían sus
comunidades en 1974-1975, cuando yo me uní por un breve período a sus filas, eran
mujeres que habían alcanzado la mayoría de edad antes de la segunda guerra
mundial. Sus experiencias y expectativas se desarrollaron en un ambiente más
estricto y restringido que el de las geishas jóvenes a las que, a su vez,
educaron durante los años de posguerra. Las madres sobre las que he escrito en
este libro ya están retiradas o han fallecido. Las mujeres jóvenes que fueron
mis coetáneas son actualmente ejemplos de experiencia y autoridad.
Han
pasado veinticuatro años desde que aparecí como la geisha Ichigiku en Pontocho.
Durante este período, el decadente local llamado Mitsuba, situado a orillas del
río y propiedad de mi madre geisha, fue derribado y reemplazado por un moderno
edificio de cinco plantas con un elegante restaurante, un bar y oficinas, y
habitaciones para ella en el último piso. Cuando me dijo lo que había hecho me
sorprendí. No era una mujer sentimental. Siempre le habían interesado las novedades
y se dedicó totalmente a la comunidad de Pontocho hasta que, en 1992, murió de
un ataque al corazón.
Si
veinte años atrás ya resultaba evidente que la vida de las geishas se estaba
modernizando, hoy eso es todavía más palpable. En 1989, el primer ministro Uno
Sosuke tuvo que dimitir porque su geisha le acusó públicamente de ser tacaño y
arrogante. Por primera vez en la vida política de Japón, un político casado era
tachado de mujeriego por mantener relaciones con una geisha. Las esposas
japonesas no son tan sumisas como lo fueron antiguamente en este tipo de
asuntos.
El
1995, una aprendiza descontenta de Kioto demandó a la casa de geishas donde
había recibido su aprendizaje y acusó a la dueña de haberla explotado. Cuando el
caso fue resuelto de forma extrajudicial, la chica abrió su propio negocio: un
centro de enseñanza a distancia para maiko.
El hecho de que fuera capaz de abrir un negocio como éste demuestra lo
mucho que han cambiado las cosas.
El marco
para esta “maiko del infierno” pleiteadora (como los periodistas japoneses
llamaban a la franca aprendiz) ya se estaba preparando durante mis propios días
como geisha. Por entonces, las maiko de Kioto eran todavía una atracción
turística y muchas chicas fueron empujadas a formar parte de ella para poder
cubrir la demanda de estos símbolos de la ciudad, parecidos a las muñecas. La mayoría
jugaban a ser maiko durante algunos años sin la intención de someterse a la
disciplina y el compromiso necesarios para convertirse en una auténtica geisha.
Mis propias amigas geishas consideraban al primer ministro Uno un ser déclassé y a la descarada maiko una
aberración maleducada. Poco tiempo atrás sus comportamientos hubieran sido
impensables. Estos escándalos públicos han abierto grietas en las paredes que rodean
el mundo de las geishas.
A lo
largo de toda su historia, el “mundo de la flor y el sauce” se ha expandido o
contraído según la situación económica del país. Cuando los clientes andan bien
de dinero, las geishas permanecen muy ocupadas y ganan más dinero; cuando la
corriente económica disminuye, las fiestas se cancelan y las geishas se retiran.
Con la crisis de la economía japonesa durante los años noventa, la población de
geishas disminuyó. Sigo pensando que es poco probable que el siglo XXI carezca
de geishas. La función de conservar la tradición japonesa, aquello que define
su profesión, no ha cambiado. Mientras los japoneses estén seguros de su valor
cultural, es probable que las geishas resistan los escándalos de la vida
moderna. No obstante, el hecho de que dejen de ganar tanto dinero es,
probablemente, inevitable.
LIZA DALBY
Berkeley, California
Febrero de 1998.
No hay comentarios:
Publicar un comentario