Fanfic Koi Suru Bou Kun

Proyecto Challengers!

jueves, 5 de febrero de 2015

Así empieza SYNCO de Jorge Baradit


Y esto será lo único que transcribiré del libro arriesgándome a violar derechos de autor xp por supuesto animo a que compren el libro y así apoyen la literatura chilena y actual pues este libro es relativamente nuevo.

Para contextualizar un poco el texto transcrito, así básicamente comienza el libro. Para los perdidos Pinochet (en la realidad) fue el “causante” del golpe de estado por parte del ejército acá en chile en 1973 dando así fin a la democracia socialista que se había plantado en Chile por Allende. Pues bien, el siguiente fragmento ya nos sumerge en un “qué tal si…” completamente fantástico, lo que leerán a continuación nunca pasó, al menos no en esta realidad xD, y respondería al hecho de por qué no ocurrió la dictadura militar en Chile, en el universo de este libro.

Agosto de 1973
Santiago de Chile

En su sueño más recurrente también aparece Valparaíso.

            Siempre es igual. El océano frente a la bahía se pone de pie con un bramido monstruoso y le escupe la palabra carne directamente al rostro. El pobre niño cae asfixiándose fuera de cuadro, rodando por los cerros de su recuerdo hasta el final de la escena. Desde su cabeza abierta mana rojo y espeso el ruido de una ambulancia que se acerca y lo arranca del ensueño a tirones, como se saca a un recién nacido desde el fondo del agua.

            Una ambulancia.

            Entonces despierta.

            Despierta en Santiago de Chile, de regreso al peso de su cuerpo y a las temperaturas de la realidad. Está más viejo, ya no es un niño. En un segundo recordará que venía en auto desde su casa, medio segundo más tarde recordará que algo raro había ocurrido durante el trayecto, y tardará otra milésima más para que el control de daños lance un grito afilado desde su rodilla derecha.

            Está en el suelo.

            Hay voces reverberando dentro de su cráneo, los oídos tapados.

            ¿Olor a humo?

            A nivel del suelo, donde tiene apoyado el rostro, ve piernas corriendo en todas direcciones, pavimento y chatarra. Restos de piezas metálicas. Un trozo de algo parecido a un espejo retrovisor brilla y le indica que el día está soleado. Recuerda vagamente otro día de mucha luz, cierta mañana en Pisagua.

            El dolor en la rodilla lo está matando.

            Intenta recordar mientras alguien, a veinte centímetros de su rostro, le grita algo que no entiende; la velocidad de las cosas está trastocada y todo parece transcurrir bajo el agua prístina de los arrecifes de coral, llena de brillos y reflejos.

            Sacude la cabeza y su memoria comienza a regresar pieza por pieza. Mira hacia un costado y ve rugir un auto en llamas a cinco metros de distancia. De pronto, todos los gritos cobran sentido, la ciudad reaparece, la realidad estalla en su conciencia con todos sus colores. En su brazo ve grados militares. Algo espantoso le viene a la memoria, algo que sube quemándole la columna vertebral.

            “¡¡Lucía, Marco Antonio!!”, grita hacia el auto en llamas, sin escucharse. Todo regresa atropelladamente en su memoria inflamada. Recuerda quién es: se llama Augusto Pinochet Ugarte. Recuerda que se dirigía a una reunión, donde confirmarían su nombramiento como comandante en Jefe del Ejército de Chile, y que su mujer, Lucía, le había pedido acompañarlo junto a su hijo menor. Dos bomberos lo abrazan mientras intenta ponerse de pie; camina sollozando hacia las llamas, como un sonámbulo que gime y cubre el valle con sus gritos. Pero no son gritos, son ambulancias. Las ambulancias son la manera de llorar que tiene una ciudad.

            Es 23 de julio de 1973, son las 8:30 de la mañana y una gruesa columna de humo negro se eleva desde el plano de la ciudad de Santiago.

            En la intersección de las calles Providencia y Condell, un auto desfigurado yace como un animal hecho pedazos por algún depredador monstruoso, envuelto en llamas y con los restos calcinados de una mujer y un niño atrapados entre sus costillas metálicas. Sacrificio humeante, rogativa por un mundo que se desmorona.

            Un hombre también se desmorona esa mañana: con el rostro desfigurado, se hinca durante largos minutos junto a los fierros ennegrecidos de su propio corazón.


***

¡Por favor compren o arrienden o pidan prestado xD este libro, es muy recomendable para chilenos o extranjeros!


No hay comentarios: