Toque de Necrofilia en El Decamerón
>> “He aquí, doña Catalina, que estás muerta; yo, mientras viviste, nunca pude obtener de ti una sola mirada; por lo que, ahora que no podrás prohibírmelo, muerta como estás, te quitaré algún beso.” Y dicho esto, siendo ya de noche, organizando las cosas para que su ida fuese secreta, montando a caballo con un servidor suyo, sin detenerse un momento, llegó a donde sepultada estaba la dama; y abriendo la sepultura, en ella con cuidado y cautela entró, y echándose a su lado, su rostro acercó al de la señora y muchas veces derramando muchas lágrimas, la besó. Pero así como vemos que el apetito de los hombres no está nunca contento con ningún límite, sino que siempre desea más, y especialmente el de los amantes, habiendo éste decidido no quedarse allí, se dijo: “¡Bah!, ¿por qué no le toco, ya que estoy aquí, un poco el pecho? No debo tocarla más y nunca la he tocado”. <<
(El Decamerón de Giovanni Boccaccio, del cuento cuarto de la décima jornada).
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