Autora: Covelina
Serie: HWS
Pareja: Grecia x Japón (Heracles x Kiku)
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Japón no comprendía cómo había dejado que las cosas llegaran a tal punto, encogiéndose tímidamente en la sábana que Grecia le había prestado para que se cubriera mientras lavaba su ropa manchada de raki, desde luego que la idea había sido suya pues el europeo no había dado ninguna muestra de querer tapar la pálida piel de su azorado invitado, con esa espontánea liberalidad de la que hacía gala. Lo más problemático era, además, que el clima mediterráneo no se ajustaba mucho a sus intenciones, ofreciéndole un día altamente soleado que lo hacía transpirar dentro de su refugio de lino y, en cambio, perlaba el cuerpo de Grecia cuando tendía la ropa en las sogas, emulando a los antiguos atletas que homenajeaban a sus dioses con el esplendor de su juventud y… ¿En qué diablos estaba pensando? Japón sacudió la cabeza aun más agitado, esperando que su rubor se disimulara con los efectos del calor, hasta llegaba a pensar que el tiempo atmosférico también podía ser una confabulación de su anfitrión.
No podía decir que se sentía mal, todo estaba en calma tal y como a él le gustaba, la única inquietud provenía de su interior, por lo que decidió sacarla de sí para no incurrir en una descortesía para con su anfitrión. Comenzó a respirar hondo para relajarse y sacar de su mente todas esas tonterías, dejó que el sol lo cobijara, la suave brisa del Mediterráneo acariciara sus cabellos y los maullidos de los gatos que los circundaban arrullaran tiernamente su paz. Su estado de relajación llegó a tal punto que se sintió adormecer, la sábana se había deslizado por su hombro, pero no le importó, comenzaba a sentir ese sopor que caracterizaba tanto a Grecia…
Se recostó sobre el diván de mimbre en que estaba sentado, sumamente complacido, entonces comenzó a sentir una delicada caricia avanzando sobre sus piernas, quería oponerse pero el tacto era tan sutil que dudaba de su veracidad, se agitó un poco, la caricia continuaba avanzando en la misma medida que su nerviosismo, se aproximaba a un punto crítico, aquello fue demasiado; al primer roce indebido se sentó súbitamente exclamando en un tono anhelante que pretendía parecer ofendido.
-¡Grecia san!
-¿Eh?
El aludido se acercó por el frente, llevando en sus manos un canasto con ropa húmeda ¿Si él estaba ahí entonces…? Miró a sus piernas, un pequeño gatito ya había hecho de aquél el lecho de su siesta y comenzaba a runrunear. La vergüenza coloreó las mejillas del oriental.
-¿Qué te estaba pasando, Japón?
Japón se alzó de súbito (lanzando al gatito lejos en el intertanto, suerte que cayó de pie) recobrando a duras penas su compostura.
-C-creo que debo irme, Grecia san, por f-favor devuélvame mi ropa.
Las últimas palabras hicieron que volviera a sonrojarse para supo divertimento de su interlocutor. Mientras se tomaba su tiempo para buscar las prendas del invitado, Grecia pensó
-Japón es tan fácil de provocar…
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