El siguiente texto es un epílogo que está en mi edición de “La sonrisa del vampiro” de Suehiro Maruo, una de sus obras más conocidas. Para los que no conozcan al autor, es recomendable siempre y cuando gusten de lo bizarro, del gore, de la denigración humana. Tiene la gracia de servir tanto para el morbo de un infantil deseo de gore, como para la madurez de quién disfruta de la literatura, el arte, y el comic con un fundamento perverso.
Epílogo:
APROXIMACIÓN AL TEATRO
“GRAND GUIGNOL” DE MARUO:
LAS
ATROCIDADES DE LA BAJA SOCIEDAD.
HIROSHI ARAMATA
El hecho de toparme
con “La Sonrisa del Vampiro”, de Suehiro Maruo, me insufló grandes dosis
de valor. Me atrevería a afirmar que su obra ratifica exactamente mi modo de
pensar. Si me hacen matizar en qué sentido lo ratifica, puedo explicarlo con
las siguientes palabras…
Hará cosa de quince
años, el señor Suehiro Maruo dibujó unas ilustraciones que se iban a utilizar
en mi novela "Teito Monogatari" (historia de la capital
imperial). Dichas ilustraciones me sugirieron con gran claridad unas palabras
francesas con un profundo significado...
GRAND GUIGNOL
Ésa es exactamente la
sensación que tuve: ¿no será Suehiro Maruo un raro dibujante del estilo
"grand guignol"? Cuando le conocí, oí algunos episodios de su vida y
comprobé cómo vivía. Lo que en principio parecía ser una mera sensación dejó
paso a la certeza absoluta.
No puedo ocultar que
estoy muy contento de ver que, en "La Sonrisa del Vampiro", la
sensación a lo "grand guignol" de Maruo ha pasado a ser algo puro y
cristalino, algo que no requiere ya explicación alguna.
Aunque la verdad, por
mucho que yo diga, no creo que todos los lectores de este epílogo estén de acuerdo
con mi punto de vista. Me gustaría penetrar en este asunto más en profundidad
para así matizar mis palabras.
El origen de la
palabra "grand guignol" está en un espectáculo de marionetas originario
de Francia, muy parecido, si se busca un ejemplo, al "punch and judy"
inglés. Hace unos doscientos años se podía asistir a grotescos e hilarantes
espectáculos de marionetas en cualquier parte de Europa. Dichos espectáculos
eran representados con muñecos, puesto que si lo hubieran hecho actores reales
habrían resultado demasiado chocantes para el público. Sin embargo, el hecho de
que los actores fueran muñecos abría, a su vez, la posibilidad de representar
historias todavía más crueles e impactantes.
A finales del siglo
XIX, nació en París un teatro con el mismo nombre que estos espectáculos de
marionetas, el Theatre (no se escribe así, pero no sé cómo transcribir esas
tildes raras T_T) du grand guignol. Al principio, las obras, representadas por
actores de carne y hueso, eran obras sociales y reivindicativas basadas en la
atroz calidad de vida de la gente de las capas bajas de la sociedad. Sin
embargo, el propietario tuvo que cambiar la orientación del espectáculo por la
escasa respuesta del público y se impuso un cambio total en el que el contenido
de las obras representadas pasaría de socio-vanguardista a criminal o
terrorífico. Al cabo de poco tiempo, en la época que Max Maurey tomó la batuta
del teatro, se vieron duchas de sangre, torturas, cabezas cortadas y todo tipo
de escenas extremas sobre el escenario, lo que le valió la etiqueta de "Teatro
del terror y la atrocidad".
Gracias a Max Maurey,
las terroríficas y sangrientas obras escritas por André de Lorde se convirtieron en el símbolo del grand guignol.
Lorde, cuyo padre era médico, pasó su infancia observando lo que ocurría en la
consulta de su progenitor, siendo su actividad favorita jugar con los
cadáveres. Al parecer, Lorde disfrutaba enormemente viendo las desencajadas
facciones de dolor de los pacientes que eran operados. Así pues, conociendo sus
propias tendencias asesinas y torturadoras, Lorde se puso a escribir obras para
el grand guignol para evitar convertirse él mismo un delincuente, tornándose
dicha actividad una especia de terapia para él.
No obstante, el grand
guignol no era únicamente un espectáculo sangriento. Al tema imperante desde la
inauguración del teatro, las desgracias a las que eran sometidas las personas
de los estratos más bajos de la sociedad, se le sumaron variaciones tomadas del
estudio de la conducta animal, como por ejemplo el contraataque de los oprimidos.
El grand guignol se convirtió en una ventana de la conducta humana, de las
crónicas que se podían leer en las páginas de sociedad de los periódicos de la
época. Aunque de temática similar, no tenía nada que ver con el anhelo de
placer y literatura del Marqués de Sade, ni mucho menos con el buen gusto que
se respiraba en las páginas de cultura y arte de los mismos periódicos.
Ranpo Edogawa, quizás
el autor japonés más cercano al espíritu del grand guignol, se quedó perplejo
al comprobar que su historia corta "Imomushi" (Orugas Verdes),
obtenía muy buena respuesta de los socialistas. Sin embargo, a decir verdad,
podríamos decir que se trató de una respuesta lógica.
Seguramente llegará
el día en el que también Suehiro Maruo, gracias a este "La sonrisa del
vampiro", obtenga el reconocimiento que merece por haber revolucionado
unos campos tan largamente olvidados como son el mundo de las vanguardias de lo
absurdo y de la literatura del proletariado.
Desde este punto de
vista, es innegable que Suehiro Maruo es un dibujante de cómic de auténtico
estilo grand guignol. Aunque ello sea tal vez un peligro en la actualidad: un
peligro en el mismo sentido en el que, en el pasado, fueron consideradas
también las novelas de temática socialista.
Hiroshi Aramata
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