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martes, 28 de febrero de 2017

País de nieve de Yasunari Kawabata


¿Cómo atreverse a comentar un nobel? Humildemente lo intentaré.


            El autor fue el primer premio nobel japonés de literatura en 1968, Yasunari Kawabata, además de esta novela leí La bailarina de Izu, un compilado de diferentes textos no necesariamente cuentos que revisaré para escribir sobre él también en el futuro. Este autor fue muy prolífero y aunque exploró las vanguardias europeas me alegro mucho, en lo personal, que finalmente se quedara con el estilo japonés, ese aire tradicional y hasta sintoísta tan sutil, tan simple, tan profundo, tan netamente japonés. Es tan difícil describir ese aire cultural japonés tan intrínseco en pequeños detalles del libro, es como cuando reconoces tu ignorancia al frente de una pintura por no conocer nada del estilo, autor, movimiento y nacionalidad como contexto histórico de éste, por así decirlo: si no lo conoces, no puedes verlo; por eso es importante la educación y cultura que uno cargue a ver diferentes obras, sean desde libros hasta películas. Yo, no me considero sabia, pero tras años viviendo y siguiendo la cultura japonesa sea desde el manganimé hasta la tradición y leyendo tanta obra literaria japonesa, puedo decir que disfruté la obra porque fui capaz de captar todas estas deliciosas sutilezas culturales, tan simples y perfectas como el haiku (poema tradicional japonés del que también me referiré más adelante).


(Sobre el segundo premio nobel de literatura japonés de mano de Kenzaburō Ōe en 1994 no he leído aún ninguna obra suya *llora* pero estoy a la busca.)

¡La trama! La historia (que no son lo mismo en todo caso) se podría considerar simple: un hombre casado de mediana edad viaja a un onsen lejano en la montañas eternamente llena de nieve, ojo que los onsen son hoteles con baños termales al aire libre  (algo muy tradicional y común en ese país) donde conoce a una geisha con la que tiene un amorío a lo largo de tres visitas durante un par de años, a la vez que paralelamente se siente atraído por otra joven de dicho pueblo. Y ya está, son las tensiones y secretos de este triángulo amoroso lo que envuelve al lector, acompañado de todas esas sutilezas tradicionales japonesas que referí anteriormente y representa tan deliciosamente su cultura, por supuesto sumado al ambiente igualmente tradicional del mundo de las geishas, los onsen, los kimonos, y el hermoso paisaje nevado japonés de donde proviene el nombre de la obra.


Para que se comprenda un poco mejor el ambiente cultural tradicional japonés transcribiré un párrafo de la obra Geisha de Liza Dalby (un libro de estudio antropológico sobre las geishas) del que ya me he referido con anterioridad, y donde explica la cultura igualmente polémica de las geishas de onsen, dado que no se puede negar que son diferentes a las geisha de ciudad, sin querer denigrarlas con ello.

El término onsen geisha suele utilizarse como eufemismo de prostituta. Existe una razón para ello, aunque la confusión entre ambas no tiene por qué darse. A menudo, en una fiesta de geishas onsen se gastan bromas lascivas y se dan algunos manoseos y fanfarronadas. Los invitados pueden emborracharse tanto como quieran porque luego no tienen más que arrastrarse hasta su habitación y ya llevan el yukata que les sirve de pijama. El hecho de que las geishas entretengan a los clientes en los lugares donde los huéspedes se alojan o en los hoteles contribuye a que se cree una atmósfera excitante.

(Yukata es un traje tradicional japonés informal)


Pero como siempre no hay que confundirlas con prostitutas. De hecho considerando que los huéspedes normalmente comparten su habitación con su grupo (incluso más de 10 personas) es muy difícil que se dé realmente que una geisha pase la noche con un huésped, además si ocurriera de alguna manera las otras geishas de la comunidad discriminarían a ésta aunque fuera sutilmente. Esto también se describe en el libro de Liza Dalby y se refleja en la novela, pero se refleja, y a esto me refiero con representar la cultura, uno presiente esta realidad, no se te explica, y por eso es bueno conocerla para comprenderla del todo, descubrirla.

Terminaré la entrada con algunos ejemplos de estos “reflejos culturales”, por ejemplo cómo el personaje masculino pone su mano sobre la mejilla de la geisha y ésta la sostiene con su propia mano es una acción clásica entre amantes amorosos aunque puede considerarse frío y hasta inocente en nuestra cultura occidental; o el cómo la geisha acompaña al personaje masculino a la termas, caminando detrás de él y recogiendo su ropa como una esposa, y cómo se agacha y oculta su rostro con las largas prendas de su kimono, debemos comprender que si se oculta el rostro de una geisha será muy difícil diferenciarla de otra por lo tradicional de su traje y peinado; o la explicación de cómo se hacen tradicionalmente los géneros de los kimonos con hilo de seda de gusano de ese pueblo de nieve; y finalmente para no hacer más spoiler la sutil acción del que la encargada del hotel no escriba el nombre de la geisha en la libreta donde se escriben los cobros de su compañía en banquetes, dado que sabe que pasa la noche con él como amante y no como acompañante.

Por supuesto sobra decir que es absolutamente recomendable, eso sí, se debe estudiar esta hermosa cultura para captar del todo su calidad literaria. 

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