Hola, perdonen la espera, no me maten pero la verdad este cap lo tenía listo hace mucho pero hasta el día de hoy aun no me convence x_x, tendré que centrarme más para el próximo o.ó. Aun así no me arrepiento del dramatismo loco y criminal que está teniendo el fic, no tengo problemas en llamar al amor locura jojojojo.
Y aparte: UN SALUDO PARA PIÑERA QUE NOS ESTÁ LEYENDO n.n/ viva la libertad de expresión!!! Si me da por decir que no creo en el gobierno lo diré no má ¬¬
Cap 13:
Senpai está de pie a metros de la puerta, pasan segundos que parecen mucho más lagos de lo que son, y siente cómo se le escurre una gota de sudor por la frente; de pronto su cuerpo tenso se había relajado, soltándose, como si toda la histeria de ese día hubiera llegado a su tope y no le quedara más que bajar; aunque aún su corazón estuviera agitado y su cuerpo sudara nervioso, solo podía tragar saliva tiritando un tanto. Y sin pensar en nada logra bajar la vista estática hacia la puerta para dejarla caer al suelo, se había paralizado.
- cof, cof.
Oye a lo lejos una tos débil y suave “Morinaga…” y logra despertar, siquiera se da tiempo a sí mismo para digerir lo que significaba lo que antes había ocurrido, como si su mente queriéndose salvar a sí misma de horribles ideas, hubiera preferido concentrarse con todas sus fuerzas en “hay que bajar la fiebre de Morinaga, y llamar a un doctor…”. Pero la realidad era más pesada, y Yamagushi volvió realistamente a su mente y la idea que senpai quería evitar: ¿podría ser… que Yamagushi ahora lo supiera todo?” el shock de senpai por todo lo vivido había vuelto su mente extremista, y no pudo evitar pensar lo peor, que Yamagushi hubiera descubierto lo que “tenía” con Morinaga, lo que le había hecho él antesdeayer! Y siquiera pasó por su mente que Yamagushi en realidad considerara que senpai había sido el atacante de Morinaga, por el simple hecho de que la sangre estuviera en la habitación de éste último y no de él.
Senpai tiritó otra vez “Morinaga…” tragó saliva una vez más, esa idea lo desquiciaba, y el horrible asco volvió. Trató de caminar, dar unos pasos a su habitación, cumplir con lo que se había autoimpuesto para no pensar en “eso”, ir a cuidar a Morinaga, cuidarlo como si nada hubiera pasado, ¡como quería hacer eso, autoengañarse! Pero ya no podía, no podía escapar de la horrible situación en la que se hallaba, de esa horrible incomodidad, de todo! Un sentimiento así, de rechazar algo con tal fuerza solo lo había vivido la primera vez que Morinaga lo “había tomado”, no, incluso ahora, ese sentimiento era más fuerte.
Logró caminar lentamente, tiritando, mecanizado, queriendo borrarse él mismo del mundo. Pero entonces, sin poder evitarlo, vio la puerta de la habitación de Morinaga entreabierta.
“….! Él… lo vio!” y lo digirió al fin. Abrió la puerta aún si no quería ver su interior, y vio la misma mancha negra que vio Yamagushi minutos antes, no la había visto anteriormente pues había bloqueado toda visión de esa habitación durante esos dos días “Mi sangre…” al pensarlo al fin fue completamente conciente de lo vivido, de la violación, del dolor, de la locura, de su abusador, el que ahora dormía en su cama, su único (¿y por ello mejor?) amigo.
Cerró la puerta lentamente, huyendo de esa visión, de pronto y tenía ganas de llorar con una rabia acumulada como de toda su vida, como si esos últimos 3 días le bastaran para haberla completado. Pero trató de calmarse, la fiebre de Morinaga era peligrosa, y él no quería hacerle daño, aunque tal vez por dentro un dejo de venganza estaba creciendo de a poco en el pecho de senpai.
Y así, aforrándose a su ya débil autoengaño, caminó ahora algo más histérico un par de pasos más y abrió su propia puerta con algo de extraño miedo. Ahí estaba Morinaga, respirando agitado, sobre la cama de senpai, sudando frío; se veía tan débil, tan exhausto, tan diferente a como se vio hace dos días cuando lo forzó así.
- ¿Mori…naga? – lo llamó con extraña timidez, de pronto el haberlo visto así hizo que toda su rabia y odio se fuera, y solo quedó una extraña timidez, y una gran preocupación.
Se acercó, había olvidado él mismo lo ilógico que era al preocuparse de su propio atacante, al querer cuidar al tipo que hizo esa mancha negra con su propia sangre, y ¿por qué no? al culpable de que Yamagushi tal vez lo supiera todo.
Casi sin pensar pone una mano en su frente, el miedo se había intercambiado del todo por la preocupación, Morinaga estaba ardiendo. Y al fin pudo volver un poco a su naturaleza “normal”, ya sabía qué debía hacer, y eso para su mente significaba centrarse en una meta, y así su cuerpo también dejó de temblar y su templanza volvió a él, el tener claro lo qué debía hacer, era suficiente para serenarlo, concentrarse, y trabajar como siempre.
“debo bajarle la fiebre” y eso bastó.
Senpai volvió a su seriedad habitual (aún sin embargo, algo floja) y fue hacía el baño, Kanako le había dado un bolso con algunas medicinas y cosas por el estilo si es que alguno de ellos se enfermaban, sí, ahí estaba, y entre parches y otras cosas había un termómetro, no había problema, siempre había cuidado de Kanako y Tomoe cuando ambos se enfermaban de pequeños, no era difícil.
Caminó ahora seguro y rápido por la casa, mientras movía velozmente el termómetro para dejarlo en 0°, pero al llegar a su habitación, su paso seguro se debilitó un tanto, y su expresión de seriedad se endureció, como queriéndose sostener en su rostro, sabiendo el miedo interno que sentía senpai.
Tragó saliva una vez más, entró y de inmediato y con una frialdad forzada comenzó a correr la camiseta de Morinaga para poner el termómetro en su axila y terminar con esa mierda de una vez por todas, pero al sentir su piel debajo de sus dedos, tiritó, y se sorprendió a sí mismo de tiritar, de esa agitación que de pronto lo embargó, y sus dedos se rozaron más contra esa piel húmeda de sudor enfermo, y la cara de senpai cambió del todo, ahora era una seriedad confusa, y un sonrojó lo coloreo del todo, no pensó, sus dedos acariciaban sumidos en la textura ajena de esa piel extensa; y senpai solo fue conciente de lo que hacia al sentir la tetilla de Morinaga debajo de sus dos dedos, había sido tal el cosquilleo de estos ante esa tetilla endurecida por los escalofríos que no pudo evitar notarlo.
- nn… - Morinaga había gemido por lo bajo también, al sentir ese tacto en su cuerpo, después de todo, siempre en sus delirios de enfermo había aparecido un senpai tocándolo, lastima que nunca sabría que eso habría ocurrido una vez en la realidad.
- ….!! Senpai se aparta, el termómetro rueda peligrosamente por la cama. Y senpai está a punto de salir corrieron, rojo entero, confundido del todo y un tanto excitado, y lo hubiera hecho seguro si no hubiera sido por una tos ahora más fuerte que expulsó Morinaga con gran pesar, y en el momento justo.
Entonces senpai se calmó, y quiso olvidar lo que acababa de suceder, y se esforzó como nunca en hacerlo, rápidamente puso el termómetro en la axila de Morinaga, aun sonrojado e ignorando como pudo el cosquilleo de sus dedos al querer acariciar más esa piel ajena. Y tras hacerlo, senpai fue volando al baño, a mojarse la cara, a decirse “no! no! qué me pasa? Qué mierda fue eso?!” y ahí estaba ese condenado espejo otra vez, que mostraba su confusión, su extraño sonrojo, y su agitación debajo de esa cara mojada “esto debe parar…” se dijo con odio a sí mismo más que para Morinaga, de alguna forma, sentía que era “todo esto” más su culpa que la de él.
Volvió a la habitación, la respiración de Morinaga y su sonrojo habían aumentado, senpai consideró que lo mejor sería sacarle su chaqueta, pero no se atrevió a tocarlo otra vez, aún faltaba para que el termómetro diera su respuesta, y tal parece que senpai solo había ido a su habitación para mirar a Moringa, verlo así, tan débil, de alguna manera lo calmaba, lo gratificaba, su cara se relajó otra vez, y suspiró. Decidió ir por un paño frío para bajar su fiebre.
Fue a la cocina, y tomó un pote cualquiera al cual le echó agua y un solo cubo de hielo del congelador, y tras coger un paño limpio otra vez caminó a su habitación, sin pensar en nada, como si otra vez del extremo de la histeria hubiera pasado al extremo de la pasividad, o tal vez porque el hacer una tarea, un fin, ya lo serenaba al centrarse en algo.
Al llegar a su habitación movió su silla de escritorio al lado de la cama, se sentó en ella poniendo el pote con el paño dentro sobre su velador, se preparaba para la tarea de bajar la fiebre de Morinaga, y tras un nuevo suspiró la comenzó.
Primero pasó el paño frío por su cara, todo su rostro y después por el cuello, y así estuvo un largo rato, viendo el rostro de Morinaga, sintiendo cómo era acariciado por él indirectamente a través de ese paño frío. A mitad de ese trabajo, había visto el termómetro al fin (tras evitar de forma muy efectiva el no tocar su piel) Morinaga tenía 38,5 grados “mierda” había pensado, y continuó con su trabajo de forma eficiente (como es él en todo en lo que se esmera) hasta que la respiración de Morinaga dejó de ser agitada. Volvió a ponerle el termómetro de la forma más mecanizada posible y pensó “ahora debería llamar al médico” no lo había hecho antes porque aún él y Morinaga estaban demasiado agitados cada cual a su manera; pero “la habitación!” es cierto, debía al menos ordenar la habitación de Morinaga si no quería que pasara lo mismo que con Yamagushi, y la idea de que pudiera pasar algo así otra vez, le hizo sentir ese asco de hace una hora, ese asco que carcomía el alma, que hacia repulsiva de una forma intolerable la situación.
“sí, debo… limpiar eso…” no bastaba con cerrar la puerta, ya no.
Senpai deja el paño frío en la frente de Morinaga que ya había bajado su sonrojo, en un rato vendría a buscar el termómetro y ver cómo va, era extraño el poder preocuparse de Morinaga y a la vez sentir ese asco horrible de una situación de la cual era culpable el mismo Morinaga. Pero el corazón de senpai, ya desde siempre extrañamente contradictorio y algo confundido, podía sentirse así, más aún por prácticamente el trauma del que era victima, y tal vez, aún no conciente del todo, ya que una cosa era ser conciente de lo que había ocurrido y la violencia/locura que había envuelto esa situación, y otra era ser conciente de que por lo vivido senpai podría estar afectado, traumado, desquiciado a su vez.
“limpiarlo, borrar todo de ahí!” pensó casi enloquecido, caminando rápido a esa habitación, tiritando a su vez, lleno de una extraña convicción, sí, el sentimiento de querer borrarlo todo le daba una fuerza que no había tenido en todo ese día, debía eliminar de raíz todo lo vivido, quería hacerlo.
Pero al llegar a la puerta se detuvo en seco, duró apenas un segundo pero se detuvo con miedo, le tenía más miedo a esa habitación que al mismo violador que dormía en su cama, pero endureció su rostro, debía “borrarlo todo” y abrió la puerta, caminó dentro unos pasos, y vio la cama revuelta, caminó otros tantos y la mancha negra se volvió roja, no era demasiado grande, pero aún así era notable y adivinó que seguro era visible desde el pasillo.
La quedó mirando unos momentos, sin darse cuenta de su propia mirada melancólica y mucho menos conciente de que su mano la estaba tocando, lentamente, sintiendo la textura de su propia sangre seca; sus ojos no reflejaban miedo sino extraña tristeza como si esa mancha significara algo preciado, perdido en el recuerdo, más que lo que en verdad significaba. Pero esto apenas duró unos segundos, rápidamente senpai apartó su mano bruscamente, histérico.
“…..” ahora tenía miedo, pero miedo de él mismo.
No pudo pensar, aunque ahora lo intentó (antes lo evitaba) aun así no pudo pensar, quedó completamente desconcertado, tiritando, mirando alrededor de la habitación buscando qué pensar, qué hacer, y su mirada pudo centrarse en los cojines por el suelo, las frazadas corridas, y al fin en la sábana revuelta… “la sábana”, es cierto, él vino a rehacer la cama, y solo debía procurar rehacer la cama, y con estos penosos pensamientos senpai senpai pudo bloquear la conciencia de lo que estaba haciendo, pero no porque hubiera recuperado la habilidad de autoengañarse, la verdad, era que lo que acababa de hacer era tan impactante en sí que era como si bloqueara por sí mismo, era suficiente… “rehacer la cama, y nadie sabrá nada……… nadie sabrá nada?” y senpai fue
Pero contrario a cómo senpai pudo alejar su conciencia de su acción anterior, no pudo así hacerlo contra ese aire criminal del cual se dio cuenta con demasiada crudeza, y por el cual pudo así ser consiente del mismo extraño ambiente que sintió Yamagushi, y del que el mismo senpai había caído con lo que antes había dicho, con lo que él planeaba, de la complicidad extraña que consigo mismo estaba creando; ocultarlo de Yamagushi, de la enfermera, del profesor, casi del mismo Morinaga… y sí, eso quería, que incluso Morinaga no supiera lo que él mismo había hecho, ¡oh, si eso fuera a ser posible! Que Morinaga hubiera olvidado todo, que fuera solo un horrible secreto y a la vez casi un recuerdo preciado sólo para senpai, nadie más lo debía saber, nadie más podía ver nada, nadie más podía enterarse de la locura vivida ahí por ambos.
Estos pensamientos enfermizos y fantásticos extrañamente lograron calmarlo, y casi con conciencia volvió a acariciar su propia sangre en esa sábana, como si se despidiera de ella, como si estuviera sellando lo antes pensado y así transformándolo en realidad; y a continuación (y tal vez por lo pensado) su fuerza volvió y arrancó la sábana fríamente (pero con su delicado sonrojo ya característico), y vio que en el colchón había quedado una pequeña marca, como si su sangre se hubiera esparcido en la sábana más que concentrarse en el colchón, y al verlo se embargó otra vez en extraños pensamientos, casi como emociones, como si esa mancha pequeña significara que seguiría el recuerdo eterno de esa violación en aquella cama, en la cama de Morinaga, siguiéndolo por siempre, no era una mala idea, no era algo que lo disgustara, y le fue extraño, apretó más las sábanas en las manos sin darse cuenta, y continuó sin comprenderse a sí mismo, sin entender su propio sentir, sin creerse a él mismo de que esa mancha no lo asustara ni le hiciera sentir odio, más bien, le hacía sentir esa pasividad que lo había seguido hace días atrás, la misma que sintió al ver a Morinaga en la mañana entrar al laboratorio, la misma que dejó que él lo besara, y que lo hizo apretar su mano en la suya, y “sí…” la misma que lo hizo dejarse violar por él.
Senpai, ya no histérico pero sí perturbado, arrojó la sábana en medio de la habitación, como si en realidad alejara sus pensamientos/emociones, y comenzó a buscar un nuevo juego de sábanas de Morinaga, que seguro estaría en algún lado de la habitación, y registrando sin ningún sentido de culpa (como siempre), el destino tal vez le jugó paradójicamente una pasada pues senpai en su sacar y buscar en los cajones, se cruzó con la misma camiseta amarilla que borracho había sermoneado el día del “primer abuso” pero que ahora siquiera recordaba y le pasó desapercibida.
- ah, aquí… - dijo con contradictoria tranquilidad tras encontrar el nuevo juego de sábanas, y comenzó a hacer la cama con destreza, pues era una de las pocas tareas caseras que manejaba, y mientras la hacía su mente divagaba en la emoción de los pensamientos antes fantaseados, en que al acabar de hacer esa cama nadie sabría nada, todo estaría borrado, siquiera Morinaga lo sabría.
Tras terminar, miró con cierta conformidad su trabajo, y se alegró (sin darse cuenta de lo raro que era hacerlo) de que todo hubiera sido “borrado” tan bien, quién creería que ahí, detrás de frazadas, y sábanas limpias, hubiera una pequeña manchita como único testigo de lo vivido.
Y senpai tuvo una extraña sonrisa en el rostro, como si ya estuviera loco de todo lo vivido, en ese momento nada importaba, todo estaba borrado, él nunca más lo recordaría.
Y tomando la sábana sucia, el último testigo, se la llevó al baño, y la tiró con desprecio a la ropa sucia, sin mirarse en el espejo, sin importarle nada.
Fue después a la habitación de Morinaga, se sentía ahora extrañamente superior a él, como si hubieran intercambiado papeles, es verdad, él estaba debajo de él ahora, débil, enfermo, necesitando su ayuda en su propia habitación; senpai sacó el termómetro de su cuerpo ya sin temblar, y vio: 37,5. Era hora de llamar al doctor; y cuando Morinaga se curase, cuando él despertara, senpai no sentiría miedo, porque sentía ilógicamente que todo volvería a ser como antes, sí, senpai había caído en una extraña locura, casi igual que como la de Morinaga, que no se arrepentía de la violación que senpai tan fuertemente quería olvidar.
Éste volvió a humedecer la frente de Morinaga, sintiendo y pensando que en verdad eso sucedería, todo se olvidaría; Morinaga suspiró y tosió con suavidad, como un susurro, y entonces senpai sintió una clavada en el pecho, se dio cuenta que era dolor, dolor de ver a Morinaga así, sufriendo, el mismo dolor que sintió cuando le vio dormir llorando por él hace unos días, lo que había hecho que él lo invitara a hacerlo, algo que nunca creyó que iba a ser capaz de hacer, menos de querer hacerlo.
Y al darse cuenta de hasta qué punto podía estar preocupado por él, también se dio cuenta de que no podía dejarlo, ni dejar que él lo dejara, por supuesto, de lo contrario ¿por qué no se había largado hace tanto tiempo de ahí, incluso ahora, cuando tenía la excusa/razón perfecta (la violación) y la oportunidad perfecta (Morinaga enfermo sin poder moverse)?
Pero tal vez por eso mismo senpai no lo dejaba, por la violación misma y porque ahora Morinaga estaba dependiendo de él de forma tan devastada. Y entre emociones y pensamientos por primera vez en sincronía, senpai rectificó su decisión de no dejar a Morinaga ni dejar que él lo dejara, bastó solo recordar cómo días antes había seguido a Morinaga a su habitación obligándole a gritos que abriera la puerta, haciéndolo llorar, robándole besos que Morinaga luchaba en vano por rechazar, sí, él lo había seguido, y no solo esa vez, desde mucho antes senpai había sido el que en realidad iba tras él, el que golpeó su puerta furioso cuando desapareció, el que no lo dejó ir, el que era capaz incluso de acostarse con él con tal de obligarlo a quedarse, a pesar de ser conciente de cómo sufría Morinaga por ello… senpai lo había destruido mucho antes de que Morinaga lo hiciera con él. Habían cosas imborrables. Y senpai ahora lo entendía y aceptaba.
- je… qué vamos a hacer? – y sin darse cuenta le acarició el cabello con resignación nerviosa – no sé… ahora siquiera cómo hacer… como si nada hubiera pasado…
Pero Morinaga no contestó, sumido en su sueño profundo, y por ello senpai, tras ponerle el paño ahora otra vez frío en su frente, volvió a sus casillas, y se levantó para llamar al doctor, después de todo, todo ya estaba “oculto”, podía llamarlo en paz, al menos sabía que Morinaga no iba a poder decir nada, no porque estaba dormido y seguro seguiría así, sino porque en su mente Mori no podría hacerlo, no diría nada.
Él prácticamente era suyo, lo había decidido en silencio.
CONTINUARÁ.
No olviden comentar! Cartas de muerte también son aceptables x3 ya sea en blog mismo o en mi correo:
Gracias por leer n.n/
2 comentarios:
Uff!! Lo termine! Los 13 capitulos en una tarde-neche! Dejame decirte que me paro y te aplaudo, realmente muy bueno!! Todavia me cuesta un poquito asimilar la actitud media agresiva de Mori (sera que me puede su dulzura) y la "predisposicion" de sempai, pero realmente muy buenos los capitulos...
Amo este fic de KSB porque sempai sufre tanto como emocional y psicologicamente que me encanta!! sigue asi!
Publicar un comentario