En medio del banquete de Trimalción, éste se refiere a cada signo del horós
copo occidental según un “plato” enorme con extrañas comidas que representan a los signos, y a la vida:
“Moran en el cielo doce divinidades, cuya figura toma sucesivamente.
Unas veces sufre la influencia de Aries,
y los que nacen bajo esta constelación poseen rebaños grandísimos y lana
abundante; además, son testarudos, desvergonzados y amigos de embestir. Preside
ese signo el nacimiento de estudiantes y declamadores. Luego reina Tauro en el cielo, y nacen entonces lo
boyeros y gente de genio arisco, así como cuantos se ocupan sólo en pacer como
los animales. Los que sufren el influjo de Géminis
gustan de ir en parejas como los caballos de un carro, los dos bueyes de un
arado y los dos órganos de la generación. Son aficionados a los dos sexos. Mi
nacimiento lo presidió Cáncer: así
es que ando con muchos pies y sobre la tierra y el mar se extienden mis
posesiones. Por eso no he querido que pongan en ese signo más que una corona,
para no estropear mi horóscopo. Leo
hace nacer a los tragones y a las personas dominantes; Virgo, a los hombres afeminados, cobardes y dispuestos a la
esclavitud; Libra, a carniceros,
perfumistas y vendedores al peso; Escorpio,
a los asesinos y envenenadores; Sagitario,
a los bizcos, que parece que miran al plato y miran a las tajadas; Capricornio, a los ganapanes que crían
callo en el pellejo a fuerza de trabajar; Acuario,
a los taberneros y gentes cuya cabeza es calabaza, y Piscis, a los cocineros y a los retóricos. Así va dando vueltas el
mundo como la piedra de un molino, y semejante rotación siempre trae consigo
alguna desgracia, ya sea la del nacer o la del morir. También tienen su
misterio el césped y el panal, porque la tierra, vuestra madre común, está en
medio del universo y encierra en su seno todos los bienes que pueden desearse,
cuyo emblema es la miel.”